Tanto en la metrópoli como posteriormente en los reinos y colonias de ultramar del imperio español, con el ascenso de los borbones al poder, la educación ilustrada siguió manteniendo las raíces clásicas y humanistas. A la ilustración entendida como enseñar las luces por medio de la instrucción se agregó también la imperiosa necesidad de ir introduciendo las libertades entre ellas la de enseñanza con la incorporación de nuevos saberes, competencias y objetivos.
Los decretos del Concilio de Trento (1545-1563), aprobados dos siglos atrás, en pleno corazón del siglo XVI como clara reacción a la reforma protestante de Martín Lutero; con nuevos dogmas, liturgia y ética católicas habían frenado de alguna manera los avances del humanismo cristiano pre reformista, cambiándolo por la ortodoxia y la escolástica. La incipiente racionalización del conocimiento que comenzaba a levantar vuelo fue sustituida por el renacimiento de la mística. Los autores paganos de los tiempos clásicos fueron suplantados por los escolásticos retornando a la edad media. Sin embargo, los colegios jesuitas sirvieron como receptáculo, constituyéndose en centros de estudio que preservaron el embrión del clasicismo humanista, aunque paradójicamente, no faltó la censura mediante el rasuramiento de los fragmentos herejes y lascivos de algunos textos de autores Romanos. Los jesuitas, máxima autoridad educativa en la colonia, ubicados entre la tradición y la modernidad, aunque «dedicaron su mayor empeño a la conservación de la ortodoxia, la revistieron de ropajes clásicos», a decir de la doctora Gonzalbo, (Gonzalbo, 1990, pp. 23-24).
La transición del humanismo a la ilustración está marcada por el ideal ascético del S. XVI al utilitarismo secularizado del XVIII. La predicación del evangelio cambio, por un lado, de la misma forma que el gobierno civil asumió un dominio despótico apoyándose en las ideas del progreso y la razón.
Tanto en la metrópoli como en las colonias españolas, las reformas borbónicas incidieron en la educación. Tocante a la instrucción primaria, Carlos III en 1780, tomó la resolución de abolir el gremio de maestros, también conocido como la Congregación de San Casiano y en su lugar ordenó la creación del Colegio Académico, con lo que la educación elemental pasó a constituirse en la columna vertebral de la política ilustrada. Las escuelas de primeras letras serían las encargadas de «preparar artesanos técnicamente capaces y formar ciudadanos morales», ilustración y liberalismo unidos en un lazo indisoluble, según lo establecían los estatutos del citado Colegio serían las divisas que lo regirían.
En la España colonial y los confines de su imperio el concepto que sobre la educación surgió de moda y los propósitos de la política educativa de los borbones, se resume en la siguiente cita: “El fin y objeto principal del establecimiento de este Colegio Académico es fomentar con trascendencia a todo el Reino la perfecta educación de la juventud en los rudimentos de la fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de las virtudes, y en el noble arte de leer, escribir y contar, cultivando a los hombres desde su infancia, y en los primeros pasos de su inteligencia, hasta que se proporcionen, para hacer progresos en las virtudes, en las ciencias, y en las artes, como que es la raíz fundamental de la conservación, y aumento de la religión, y el ramo más interesante de la policía y el gobierno económico del Estado”, (“Estatutos del Colegio Académico del Noble Arte de Primeras Letras…..1781”, citado en Tankc de Estrada, 1998, p. 12).
Sin que se abandonaran la fe y la religión católicas, la nueva política educativa de los déspotas ilustrados españoles comprendía diversos aspectos entre los que destaca la prioridad de una instrucción tendiente a buscar un dominio de las habilidades elementales en lectura, escritura, aritmética básica y la educación cívica moral, sin dejar de lado la productividad económica. ¡Cuánta semejanza guarda dicha política educativa del régimen neoliberal mexicano! La enseñanza primaria de nuestro tiempo se caracteriza por ser demasiado enciclopédica. Rasgo que se refleja en los extenso del currículo y en el hecho de que los programas les dedican más atención a las matemáticas y al español. Otra cosa distinta es ver como enseñan los maestros, y lo que es más importante, cuántos y de qué calidad son los conocimientos que aprenden los alumnos. En el periodo bajo colonial, con un liberalismo en ascenso, España requería con urgencia hacer frente al poderío industrial y comercial de sus rivales que despuntaban como verdaderas potencias: Inglaterra, Francia y Holanda, para ello los monarcas que gobernaron el imperio español del periodo en que se hizo presente la ilustración, emprendieron una serie de reformas, mismas que alcanzaron a la instrucción de la primera enseñanza.