El 12 de diciembre es una fecha memorable para la gran mayoría de los mexicanos, es el día especial, el Día de la Virgen, el día de la fiesta nacional, el día en que hasta los no cristianos se sienten guadalupanos; esto último un poco en broma un poco en serio, es reflejo del sentir de todo un pueblo, que cada día 12 se vuelca en manifestaciones de fe y devoción hacia la Virgen de Guadalupe, la morenita del Tepeyac.
Nuestros pueblos se visten de colores y sabores para celebrar esta sentida fiesta, las danzas, tan representativas de la fe mestiza de nuestros pueblos, se manifiestan en todo su esplendor; las peregrinaciones y reliquias forman parte de este tan especial festejo. Una imagen es capaz de suscitar los más bellos sentimientos de todo un pueblo. Nunca como el 12 de diciembre se ve y se siente el fervor religioso de los mexicanos, la unidad familiar en torno a la fe y el gusto por la fiesta, la danza y la música para expresar el amor a esta Imagen de la Virgen.
Se habla, con toda verdad, del fenómeno guadalupano, el término se usa para agrupar el conjunto de acciones emprendidas para manifestar el amor y la devoción a la Virgen de Guadalupe: serenatas, mañanitas, reliquias, peregrinaciones, altares, misas, mandas, cuetes, pólvora…toda una serie de acciones de fe mezcladas con la cultura de cada pueblo, para manifestar el amor a una Imagen que en su historia guarda el prodigio de unir a todo un pueblo.
Historiadores, sociólogos de la religión y antropólogos se han ocupado de este fenómeno tan típicamente mexicano, las conclusiones son muy variadas, mucho tiene que ver el propósito de la investigación y el método empleado, pero el hecho es que sea para negarlo que para afirmarlo el hecho guadalupano está en la savia misma de nuestra nación. El hecho guadalupano ha trascendido las distintas etapas de la historia de México, está por encima de Constituciones políticas y Reformas nacionales, la guadalupana se coloca por encima de los múltiples intentos por descalificar, negar o ensuciar la presencia de la Virgen María en el nacimiento, conformación y desarrollo de todo un pueblo.
En cuanto a la religión vivimos una radical hipocresía, pues mientras que México se declara un país laico, por boca de sus legisladores y dirigentes, en realidad es un pueblo profundamente religioso y mayormente católico; la gran mayoría de los gobernantes lo son, pero les resulta imposible manifestar su fe en público, pues se exponen a la crítica y al rechazo de algunos pseudo-ilustrados que en nombre del Estado laico censuran uno de los derechos más fundamentales de todo ciudadano libre de este país: la libertad de conciencia y la libertad para manifestar en público o en privado las propias convicciones religiosas.
Es cierto que el papel de la religión en la conformación del México moderno es muy cuestionado, admito que la historia de las relaciones entre la jerarquía y el gobierno no siempre se ha dado en los mejores términos; ha habido abusos de ambas partes, omisiones e intromisiones; pero creo que por encima de estos errores humanos, el hecho guadalupano ha subsistido; y no sólo eso, sino que ha sido y siguen siendo uno de los únicos factores capaz de suscitar sentimientos de unidad, colaboración y paz.
Negar la presencia de la Virgen de Guadalupe en la historia y presente de nuestro pueblo mexicano es cerrar los ojos ante un acontecimiento que supera cualquier análisis sociológico. México es un pueblo guadalupano, no es posible entender nuestro pasado sin la presencia de María de Guadalupe, no es posible entender nuestro presente sin santa María de Guadalupe y no será posible construir nuestro futuro sin la guadalupana como símbolo nacional capaz de convocar y unir a toda una nación. ■