12.5 C
Zacatecas
jueves, 24 abril, 2025
spot_img

El efecto Thomas

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En la compilación de ensayos de Robert K. Merton Teoría y estructura sociales (FCE, México, 2002) en la página 506 Merton nos cuenta una “parábola sociológica” para ilustrar el denominado “efecto Thomas”. En un banco hay una enorme fila de clientes que esperan para recoger su dinero debido a que se corrió el rumor que el banco caería en la insolvencia. Al momento de abrir sus puertas la solvencia del banco no estaba en duda, pero debido a que las personas creyeron el rumor al finalizar la jornada el banco estaba quebrado debido al volumen de retiros. En eso consiste el efecto Thomas: “si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias”, es decir, si una masa de individuos cree que algo pasa, y actúa espontáneamente en consecuencia, entonces los efectos de esa acción colectiva ocurren. El efecto Thomas es un caso particular de un fenómeno social más general, que no pasó desapercibido a pensadores como Karl Marx o Bernard de Mandeville, consistente en que las acciones sociales colectivas, e incluso individuales, tienen efectos inesperados para los actores. El efecto Thomas, si acaso pudieran controlarse sus efectos inesperados e indeseables, es un esquema atractivo para explicar  y dominar el cambio social.

- Publicidad -

Si se acepta que para lograr un cambio social se debe inducir primero en la mentalidad de las personas la necesidad de ese cambio, y una vez inducida se logra controlar la acción colectiva para dirigirla a un fin preciso, entonces se podrá cambiar el estado de cosas de una sociedad de acuerdo a cierta racionalidad.

Uno de los logros del siglo 18 es la instauración en la conciencia europea –y en la conciencia colonial- de la necesidad inexorable del cambio, entendido como mejoría continua en las condiciones de vida. Por tanto el escenario estaba dado, lo que faltaba era el medio de controlar ese cambio. Es decir, las masas ya tenían claro que querían ciertas condiciones de vida, lo que no tenían claro es qué organización social podría ofrecérselas. Por eso aparecieron muchas opciones, desde aquellas que los marxistas descalificaron por “utópicas” –e.g. los falansterios de Saint-Simon- hasta la democracia representativa. Logro del siglo 20 que esa organización social que podrá ofrecer mejores condiciones de vida a las masas sea la democracia representativa y sus elecciones periódicas. Podemos apreciar que la conciencia de la necesidad de cambios para mejorar las condiciones de vida de las mayorías y el medio para lograr ese cambio son logros históricos que definen nuestra circunstancia presente.

En México se acepta plenamente que las condiciones de vida de la población deben mejorar y que el medio para lograrlo es que la gente decida quién la gobernará mediante elecciones periódicas. Y parece la actitud más natural asumir que la gente está convencida de esto, por lo que acudirá a hacer funcionar todo el aparato de elecciones.

Así que resulta también natural preguntarse por qué la gente no acude a votar. Sin embargo, si se asume que los votantes individuales quieren un cambio en su situación, y están convencidos de que ese cambio aparecerá si sus candidatos ganan pero de otra manera no, y reflexionan sobre la influencia que su voto tiene en las elecciones, es fácil mostrar que el tamaño de la votación reduce esa influencia a nada, por lo que los votantes racionales no tendrían incentivos para ir a votar. Con este argumento se explica el abstencionismo, y se predice que la gente no acudirá a votar salvo algunos pocos ingenuos.  Sin embargo las “altas” cifras de votantes – en el caso de las últimas votaciones federales para diputados se maneja un 45% del padrón- muestran que la gente sí acude a votar. Por lo que el problema sería explicar porque la gente sí acude a votar. Si nos mantenemos en un esquema de explicación que atribuye cierta racionalidad a los votantes, la hipótesis que resulta irresistible consiste en afirmar que los votantes acuden a votar porque están incentivados. Siguiendo esta línea de razonamiento el problema consiste en ubicar el origen del incentivo. No resulta difícil observar que los partidos generan redes de votantes que son incentivados mediante beneficios inmediatos: empleos, kilos de huevo, cobijas, comidas, “kits” escolares. Con esto resulta que la explicación de porqué la gente vota se reduce a “la gente vota porque se le incentiva para ello mediante beneficios individuales e inmediatos”. Siendo cautos la explicación previa debe matizarse mediante la incertidumbre, y suponer que el incentivo que ofrecen los partidos –y que de manera poco precisa se llama  “compra de voto”- explica un cierto porcentaje de las votaciones. Con esto el paso siguiente es tratar de calcular ese porcentaje. Quizás la hipótesis explique todo, quizás muy poco o tal vez nada. Lo que si parece plenamente claro es que la hipótesis de una racionalidad global que puede aglutinar a las masas en un objetivo común es un optimismo ingenuo, porque la racionalidad de las masas se aviene más a sus condiciones locales de negociación y a sus intereses situados en regiones delimitadas de lugar y fecha, y exige resultados inmediatos. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -