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viernes, 29 marzo, 2024
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Etnocidio

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

A mis alumnos del Grupo 5
de la Unidad Académica de Derecho.

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Me agravia sobremanera el tema de los cientos de cadáveres de niños y niñas indígenas encontrados en algunos templos de Canadá y que en varios medios de comunicación se ha dado a conocer. De acuerdo con algunos líderes indígenas de Canadá, algunos investigadores han encontrado cerca de 600 tumbas en un lugar llamado Internado Indígena Marieval que funcionó de 1899 a 1997 y que se ubica dentro de los territorios de la nación indígena Cowessess en la capital Saskatchewan, donde se han identificado más de 600 cadáveres. A decir de una persona que asistió a dicho internado y que ahora cuenta con 80 años, las monjas eran perversas y los obligaban a aprender cómo ser católicos, condenando a su pueblo a olvidar sus ritos y su riqueza cultural, según narra Florence Sparvier, aprendimos con dolor a que no nos gustara lo que éramos. Sumado a esto, en días pasados se encontraron 215 niños indígenas más, en el lugar que ocupaba otro internado localizado cerca de Kamloops en la Columbia Británica, algunos de los menores solo tenían tres años. Según la información del diario Los Angeles Times, desde el Siglo XIX y hasta 1970, más de 150 mil niños indígenas fueron obligados a asistir en escuelas cristianas dirigidas por misioneros cuyo propósito era integrarlos a la sociedad canadiense. Poco valen las disculpas y palabras sensibles de Trudeau, el primer ministro Scott Moe, el arzobispo Don Bolen y el Papa Francisco, estos hechos constituyen un crimen contra lesa humanidad que debe esclarecerse y cuando menos, nombrar a los que han cometido tales atrocidades. No me cabe en la materia gris cómo pueden existir mentes tan aberrantes que con la finalidad de extinguir una etnia, sean capaces de asesinar a toda una generación de infantes y poner fin a toda su riqueza cultural y aprovecharse de paso, de sus recursos naturales, sus tierras y demás patrimonio. Peor aún, en varios templos de los lugares arriba descritos, se han localizado los cadáveres de niñas en cuyo vientre crecía un nuevo ser, producto de la violación de sacerdotes y gentes pertenecientes al clero. Siempre he dicho que el mal habita muy cerca del bien, es su vecino y, entra y sale cuando quiere. Dichos crímenes no pueden pasar inadvertidos, las nuevas generaciones deben saber de ese alto grado de criminalidad pues no quiero imaginar las distintas modalidades que se utilizaron para generar la muerte masiva de esos inocentes niños indígenas. Personalmente defino al etnocidio como la conducta ejecutada por un individuo o un determinado grupo de personas, contra los integrantes de un pueblo, comunidad o grupo étnico con la finalidad de extinguir su riqueza cultural, su historia, ritos, tradiciones y patrimonio natural y, aprovecharse indiscriminadamente de todo su valor, ignorando la aportación que pueden heredar al conocimiento universal y a la evolución del ser humano. Para Robert Jaulin, el etnocidio es la destrucción de la cultura de un pueblo; en palabras de Pierre Clastres, es la destrucción sistemática de los modos de vida y pensamientos de gentes diferentes a las que imponen la destrucción. En este contexto, se tiene que la base ideológica del etnocidio es el etnocentrismo, traducido en la supuesta superioridad cultural sobre otra. Para el diccionario etimológico de Chile, el etnocidio significa el exterminio vinculado a la cultura de un pueblo. Así las cosas, considero que la colonización y sus diversos males, ha tenido como agregado a la imposición cultural, tan es así que por ejemplo en México, los templos católicos se han construido sobre la grandeza de nuestros templos prehispánicos, manifestando de manera infame esa supuesta supremacía cultural. Ignoramos por mucho, cuántos más eventos etnocidas se han consumado sobre las distintas culturas en cada rincón del planeta donde originariamente se encontraban asentados los pueblos y comunidades indígenas, condenándolas a la extinción, a la esclavitud y a la explotación de sus recursos naturales como ha pasado en nuestro querido Zacatecas. En mi opinión, mis hermanos indígenas deben unirse con los mestizos afines a sus causas y luchar para que estas aberraciones no se olviden, permanezcan en la memoria y se recupere el nombre de aquellos que las cometieron para dejar precedente en la memoria de las presentes y futuras generaciones, pues sin duda, la ignorancia de hechos históricos tan sangrientos y perversos como los aquí narrados, no deben volver a suceder por el bien de la humanidad y sobre todo, por la enorme riqueza cultural que aporta cada una de las etnias que habitan en el globo terráqueo al Universo. ■

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