Activista y política; una mujer que hace señalamientos y además logra incidir con cambios a favor de sus derechos. Éstas son características que “les dan un temor fortísimo a los compañeros y nos impiden llegar a la toma de decisiones”. María Elena Ortega Cortés, diputada local, lo ha experimentado.
Esa actitud es violencia política de género y afecta con más fuerza, dice la legisladora, “a quienes damos la cara. A un tiempo te la quieren cobrar de manera permanente porque no te quedas callada”.
Abordar este problema públicamente es una necesidad para que se visibilice, asegura tras recordar que muchas mujeres que iniciaron la lucha por sus derechos no aceptaban que eran víctimas de violencia.
“Sin generalizar, cuando iniciamos en la lucha por los derechos de las mujeres y empezamos a hablar del tema de la violencia, la constante de nuestras compañeras era decir que a la prima de mi primo le pasó esto y no lo querían abordar como un asunto de yo he sufrido o sufro violencia”, comenta.
Sobre experiencias personales, Ortega Cortés cuenta que en su actual desempeño como legisladora en el Congreso local ha sido “reconvenido por mil planteamientos de la vida personal y también de mis posiciones con el tema del matrimonio igualitario”.
Aunque este asunto sigue su curso en el ámbito jurídico, precisa que sí son actitudes que dañan; “como persona te cruza todo; te da tristeza ver ese tipo de comportamientos de compañeras y compañeros”.
La diputada agrega que es frente a estas posturas, de discriminación y también violentas, que las mujeres se han visto obligadas a definir estrategias que les ayuden a defender sus derechos hasta las últimas consecuencias, es decir, han tenido que aprender a “litigar sus derechos” y a luchar por ellos inclusive en los tribunales para “ponerlos a salvo”.
Ortega Cortés reconoce avances en la participación de la mujer en política, pero advierte que para poder lograr una democracia completa en este sentido es necesario revisar el propio funcionamiento de los partidos políticos.
“No es miel sobre hojuelas para las mujeres” el entrar en política, entre otras cosas, por la cultura que hay dentro de los institutos políticos. Éstos, señala, tienen “una visión eminentemente patriarcal, misógina y machista, estén conducidos por mujeres o por hombres”.
Las resistencias que existen al interior de los partidos ante el crecimiento de la mujer en los espacios políticos se traducen en una serie de actitudes, acciones y posturas que constituyen diferentes formas de violencia en contra de las mujeres en este ámbito profesional.
Un lenguaje no incluyente y el no reconocer los liderazgos socialmente existentes de las mujeres para calificarlas como esposas, hijas o madres son algunas de las situaciones que se deben enfrentar, enumera la diputada.
Hay casos graves, incluso ausencias en la ley, que todavía no se han salvado. Ortega Cortés menciona por ejemplo el de la paridad económica, es decir, no se aprobó transparencia en el manejo de los presupuestos electorales con perspectiva de género por lo que continuará la práctica de impedir que las candidatas mujeres administren sus recursos en campaña, como sí lo hacen los hombres.
Asimismo, recuerda que la iniciativa para incluir en el Código Penal la violencia política en contra las mujeres sigue sin en comisiones por lo que, mientras no sea aprobada, no podrá haber consecuencias para las agresiones que sufran las diputadas, las alcaldesas, las candidatas o las militantes de algún instituto político.
“La sociedad verá los espectáculos de violencia política que vive una diputada, que otro día va a vivir otra, una presidenta municipal, una candidata o una militante como comentarios de por aquí pasó el viento y eso va a generar sociedades indiferentes, discriminatorias, insensibles, alejadas de los derechos humanos y fortaleciendo la visión de cosificación de las mujeres”, concluye.