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jueves, 2 mayo, 2024
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“Buenos Aires es el nombre de una vieja herida”: Federico Bonasso

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Por: ALEJANDRO ORTEGA NERI •

■ El exilio de sus padres de Argentina y su regreso a la ciudad lo motivó a escribir su novela

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■ Llegó a México a los 12 años y fue aquí donde fundó la banda de rock “El juguete rabioso”

 

GUADALAJARA, JAL. Federico Bonasso llegó a México a los 12 años de edad procedente de Buenos Aires, de donde tuvo que salir debido al exilio político de sus padres, perseguidos por la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 a 1983. Ya en México, Bonasso fundó la banda de rock “El juguete rabioso” en clara referencia a la novela del narrador de los suburbios argentinos Roberto Artl, en la que fue autor y vocalista hasta 1999, año en el que decidió regresar a Buenos Aires a intentar vivir pero la ciudad, como una femme fatale, lo sedujo y luego lo bofeteó.

Fue precisamente esa experiencia la que motivó a Federico Bonasso a escribir su novela “Diario negro de Buenos Aires” (Reservoir Books, 2019), una obra escrita así, a manera de diario de nueve semanas, en las que el autor trató de reencontrarse con su ciudad de origen y consigo mismo, algo que fue complicado porque las ciudades como las personas cambian, esconden secretos y sepultan los recuerdos bajo pizzerías. Pero la Buenos Aires de Bonasso se desdibuja y de repente pareciera que vagamos con él por un cementerio de Nueva Inglaterra; sombrío, gélido y donde la neblina acentúa las ausencias y las convierte en poesía.

“Buenos Aires es el nombre que yo le pongo a una vieja herida. Es el lugar que he conservado más en mi imaginación que en el mapa, digámoslo así. Una serie de promesas, de recuerdos, de cariños interrumpidos, de fantasmas, ausencias con las que yo quisiera reencontrarme. El Federico que te habla en el 99 viajó a ese lugar donde todo aquello había sucedido y no necesariamente lo encontró: lo encontró distorsionado, se topó con rechazos y ausencias que no esperaba y eso provocó un tema fascinante para hacer una novela, que después es una exageración brutal de algunas de las experiencias que yo tuve ahí y el resto es invención pura, con personajes que vienen de mis gustos literarios muy diferentes: literatura del terror, Lovecraft, los cementerios de Nueva Inglaterra, el vagar por las tumbas”, explica el autor.

Pero cuando se habla de tumbas y muertos, y se les pone en un lugar como Buenos Aires, donde la dictadura militar devastó tantas vidas, no parece pues una idea tan descabellada: “el personaje que yo inventé es un personaje que ha perdido a sus padres, un hijo desaparecido al que pones a hablar con cementerios y muertos; se hace una metáfora inmediata de lo que ha quedado en suspenso en esa sociedad, aunque el libro no tiene ninguna pretensión de ser un inventario social de nada o hacer una reflexión política, sino que es un muestrario de mi psicología, de esa herida que se quedó abierta en el corazón de tantos y que intentar repararla se ha convertido casi en una obsesión”.

Federico tardó muchos años en volver a su ciudad natal, la que dejó por cuestiones políticas y seguridad de sus padres cuando tenía apenas 12 años, y aunque fue regresando sucesivamente, el viaje de 1999 lo marcó tanto que decidió que no volvería a intentar regresar para reinsertarse.

“Pero no es sólo culpa de Buenos Aires, también es culpa mía, del estado en el que yo iba. También es culpa de algo que le ha pasado a muchos que intentaron el regreso como yo, que es que ya en México tienen los afectos más importantes. Yo en México construí una identidad con mi grupo El Juguete rabioso, soy alguien, allá era un rotundo desconocido”.

Cuando las ciudades se convierten en personajes de novela son pocas las ocasiones en las que salen bien paradas, a pesar del amor que se les profese. En este sentido, Bonasso describe: “Mi Buenos Aires es sombría, oscura, de la que el personaje está profundamente enamorado y que le rompe el corazón. Ella como personaje en sí, casi tiene una identidad psicológica: se protege de él, es la Buenos Aires que yo quise contar, porque yo quise contar una historia dramática de desencuentro, pero yo no estoy haciendo una versión objetiva de la capital, son dos cosas muy diferentes”.

“Es una femme fatale morbosa, llena de deudas con su propio pasado, que en la superficie tiene autobuses, pizzerías y gente gritona que aparentemente está bien y debajo de esa superficie hay muertos que susurran todavía un montón de cosas y hay gente que no la quiere escuchar”.

Bonasso no se quedó en Argentina, regresó a México donde sigue residiendo, componiendo música para cine y escribiendo, porque la poesía también le late por las venas, incluso ya visitó Zacatecas para participar en el programa del Festival Internacional de Poesía “Ramón López Velarde” de 2017, aunque siente que es un lugar que aún no le corresponde. Pero a pesar de ese desencuentro con Buenos Aires, Bonasso se siente tanto argentino como mexicano.

“He entendido con el tiempo que negar mi argentinidad, cosa que hice al principio en mi llegada a México porque era muy chamaco y porque el patio de la escuela te exige negar tu acento para adaptarte. Después de muchísimo tiempo me di cuenta que no, que soy argentino también, que me unen con ese país una serie de gustos, de afinidades, de códigos; de que adoro el tango, el fut, la pizza, San Telmo, tanto como ya no podría vivir jamás sin los tacos, la ranchera, mi copa entrañable de amigos. Soy de los dos lados y qué bueno”.

La entrevista no podía terminar sin una de las preguntas obligadas: ¿Qué pasa con El Juguete rabioso? “El juguete está en un eterno stand bye, no podrá morir, no lo podemos matar, ya hemos decidido que no lo queremos matar, que nos rencontremos con él por lo que representa y que lo mostraremos tantas veces. Lo que no sé es si el juguete tenga un futuro, si sacaremos un tercer disco que nunca llegó para intentar una aventura que no sé si sería sincera, que no tenga la energía que sentíamos en aquel tiempo. Mientras dudamos, seguimos reuniéndonos los rabiosos porque nos queremos mucho”.

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