López Obrador, quien fuera hasta antes de la que será su sucesora el presidente más votado se presentó en plena plaza pública a rendir su último informe de gobierno. Fue también su penúltimo baño de pueblo con los que tanto disfruta darse. El último será, si es que no nos depara alguna sorpresa, el del grito del 15 de septiembre. Con todo y que, en esa ocasión, sólo se asome al balcón central del Palacio de Gobierno, su palacio, a declamar la arenga a los héroes que no dieron patria y el ¡Viva México!
Como buen populista, que ha reconocido ser, en lugar de acudir al recinto de los representantes populares, con “los padres de la patria”, Obrador escogió estar con el pueblo. Con su pueblo que los mima y lo arropa y le aplaude todo. Con el que se siente como pez en el agua. Ese pueblo “bueno y sabio” que le ha servido de soporte a su gobierno y al que, a diferencia de sus antecesores, ha ayudado más con sus políticas asistencialistas traducidas en pensiones y becas. A su mitín-informe que fue como una especie de declaración de fe, acudieron en primer término funcionarios electos de Morena, los gobernadores afines y hasta el priista de Durango y la panista de Aguascalientes; también los líderes de comerciantes y de sindicatos y muchos de los que cobran pensión. Fue el informe de la despedida y del agradecimiento.
Leído 30 días antes de que deje ser el inquilino de Palacio Nacional, fue una informal despedida del cargo por el que tanto tiempo luchó empecinada y obsesivamente por conseguirlo.
Llega al último mes de su mandato con una nada despreciable popularidad en la que más de dos de cada tres mexicanos lo aceptan. Dicha aceptación obedece a que aumento el salario mínimo y mediante sus proyectos estrellas generó empleo, sobre todo en el Sureste. Con sus programas sociales redistributivos fomentó el consumo como sostén de la economía.
El largo discurso con el que arengó a su auditorio, a los seguidores de su núcleo duro llevados a llenar el Zócalo (lleno, aunque no abarrotado), escucharlo y aplaudirle fue una larga danza de datos y cifras. Más que el informe anual fue una lectura panorámica general de todo su sexenio. Su sello fue el del optimismo. Ningún presidente informa lo que no hizo o lo que hizo mal. Informe optimista y de un signo positivo. Solo nos enteramos de los logros, omitió los yerros y fracasos. Lo que leyó fue lo que ha venido diciendo a todo lo lago de su mandato. Algunas verdades, verdades a medias, sin que faltaran las mentiras. Declarar que nuestro sistema de salud universal y gratuito (IMSS-Bienestar) no es igual que el de Dinamarca sino mejor, pareció ser una broma de humor negro o francamente una provocación para exasperar y picarle la cresta a sus adversarios. ¿Acaso ignora lo muy espaciado y remoto que dan las citas, la escasez de medicamentos, el precario mantenimiento y el muy deficiente equipamiento comenzando por la falta de especialistas con el que mal funcionan las clínicas y hospitales?
Los proyectos, macros y demás que inauguró más de una vez, algunos los deja inconclusos o a medio terminar. Pero ya se inauguraron. Se queda Claudia a terminarlos. Para ello aprovechó para conminarla a que lo haga dándole las respectivas instrucciones.
Si bien el documento al que dio lectura carece de un análisis crítico, esbozó una tímida autocrítica al señalar que solo deja como asignatura pendiente “es resolver el caso Ayotzinapa” sobre el que los padres de los 43 ya se desilusionaron.
Hombre de ideas fijas que parecieran más bien dogmas y que el insiste en llamar “principios”, López Obrador que se propuso ser el mejor presidente de la historia de México se ha guiado por sus deseos y pulsiones sub yacientes a toda acción que emprende con su marca muy personalista. Con base en esa voluntad sin escuchar a nadie sólo apoyado en su voluntad y a veces sin tener en cuenta la razón buscó emprender cuanta acción se le ocurrió. Para él la voluntad lo es todo, el fundamento en que se sostiene el mundo, su visión y su mundo. Si la historia no lo pone como el mejor presidente mexicano, es seguro que si lo tenga como el más voluntarista.