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jueves, 18 abril, 2024
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Daniel Centeno o el cuento como una de las formas de aproximarnos a la muerte

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Por: BEATRIZ PÉREZ PEREDA •

La Gualdra 493 / Entrevistas / Literatura

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Una narrativa que toma como inicio la muerte: “¿Qué finales son posibles de explorar cuando la muerte es el principio o el recorrido y no el fin?”, pregunta Daniel Centeno, escritor originario de Sinaloa reconocido con el XXXV Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción, ha sido becario del FONCA y del PECDA, entre otros reconocimientos. Su libro más reciente, y que es el primero donde reúne algunos de sus cuentos, adelanta en el título sus obsesiones literarias, No hablaremos de muerte a los fantasmas, pero no solo la muerte cabe en sus temas preferidos, sino también la mirada atenta, emotiva, con que acompaña a sus personajes, son los signos distintivos de este cuentista. 

Beatriz Pérez Pereda: Daniel, ¿cómo defines tu postura frente a la escritura, frente al oficio de escribir, tienes algo así como una poética o una declaración de principios como escritor?

Daniel Centeno: En su cuento Happy endings, Margaret Atwood propone que todos los finales se parecen. Son los inicios los que resultan divertidos. Los finales implican a la muerte (a menos que sean falsos), y es ahí donde quisiera detenerme. 

De todas las formas de ficción, los cuentos son los que proveen con mayor riqueza, en el menor tiempo posible, la capacidad de enfrentarnos una y otra vez a un final. Y si Atwood tiene razón y todos los finales acaban en la muerte, ¿no serían los cuentos las distintas formas de aproximarnos a ella? 

Bajo esta sospecha, diría que mi poética consiste en convertir la muerte en un punto de partida; es divertirme con eso que Atwood no encuentra divertido; porque si la muerte está ahí, como una estatua inamovible, ¿no podemos pintarla de colores, cambiarla de lugar o hacerla pedazos, contar nuevas historias de cómo llegó ahí y qué sucederá después de su aparición? ¿Qué finales son posibles de explorar cuando la muerte es el principio o el recorrido y no el fin? A ese punto de partida, que es el que ha acogido todos los cuentos que he hecho hasta ahora, le llamo death fiction. La nombro en inglés porque la mayoría de mis referentes son del mundo anglosajón, por un lado, y es con sus tradiciones con las que más dialogo; además, considero que poner por delante a la muerte (death antes que fiction) explica cómo suele ser, o como ha sido hasta ahora, mi acercamiento con el cuento. 

Mis cuentos proponen un vínculo entre nosotros y la muerte. Una intimidad. Y ya estando ahí, en el drama o el absurdo humano que la muerte representa como el inicio de un capítulo en la vida de alguien, tratar de mirar desde la ternura, porque ya la muerte es suficientemente dura como para negarnos entre nosotros esa gentileza.

BPP: Acaba de salir tu primer libro de cuentos No hablaremos de muerte a los fantasmas, publicado por Casa Futura Ediciones, ¿cuéntanos un poco qué historias hay en este libro, cómo fue el proceso creativo, de edición..?

DC: Aunque es mi primer libro, No hablaremos de muerte a los fantasmas es en realidad mi cuarto manuscrito de cuentos. Eso significa que es el resultado de búsquedas previas e insistentes. En mis otros proyectos exploré el suicidio, el fin de la muerte, los animales advirtiéndonos de lo que perdíamos… me pareció natural que el siguiente paso fuera escribir sobre fantasmas (del mismo modo en que, cuando terminé de escribir con ellos, me lo pareció contar historias de robots, ya sin humanos). 

Alguna vez leí que las palabras eran como fichas con las que uno le apuesta al lenguaje, cargándolas de significado hasta que otros, de tanto usarlas, se lo quitan: alguien decide apostarle todo a “la Luna”, le dedica su vida a ello, a descubrir en ella cosas insospechadas, y luego otros llegan y usan esos descubrimientos hasta que la ficha se queda sin maravilla. A eso le llaman lugar común, y las historias de fantasmas caen ahí con demasiada frecuencia. 

Llevo apostándole toda mi narrativa a la muerte, llegar a los fantasmas era inevitable. Hace casi dos años, cuando comencé a darle vueltas a la idea de “los fantasmas” como una ficha más en el lenguaje, nuestra forma de aproximarnos a la vida y a la muerte, y lo que sigue a ella, me di cuenta de que la mayoría de las historias de fantasmas que había visto, oído o leído, tenían en común una serie de intransigencias: los fantasmas repiten patrones, embrujan casas, pueden mover cosas aunque no puedan sentirlas, y otras ya sabidas. Los fantasmas casi siempre significan lo perdido, aquel ciclo que debe cerrarse, la nostalgia por el pasado, la culpa… y si bien todos esos significados conviven alegremente entre sí, configurando lo que entendemos por fantasma, me pregunté si acaso no se podían añadir otros significados a esos. Si no podía yo, regresando al ejemplo, apostarle todo a la ficha de los fantasmas, y tratar de cargarla de significados otra vez para que, al leer una historia en la que aparecieran, fuera posible recuperar la belleza de un hallazgo. 

¿Los fantasmas están asociados al frío? Yo los hice emitir calor, quemar incluso, unirse en cultos al fuego. ¿Los fantasmas embrujan casas? Hice que los fantasmas fueran al espacio, a otras dimensiones, que viajaran en el tiempo. ¿Y qué tal lo que hacen, acaso los fantasmas suelen hacer algo más que aterrorizar y quejarse? ¡Démosles propósitos!: buscar su propia extinción, usar magia y demandar a los humanos, mantener vivos a sus clones… 

A lo mejor, al voltear a ver un libro de fantasmas, lo primero que un posible lector ocasional piensa es que se encontrará con las historias de siempre, la ficha gastada de tanto uso, pero ¿y si los fantasmas pudieran sorprenderlos otra vez? Me propuse hacer eso con este libro, entre otras cosas. Si lo logré o no aún no lo sé. Solo sé que así surgieron los 24 cuentos (25, en la edición digital) de No hablaremos de muerte a los fantasmas.

BPP: Desde tu perspectiva, ¿cómo es escribir ciencia ficción o ficción especulativa en México?

DC: Hace poco, por curiosidad, hice un ejercicio que todos pueden hacer y seguramente obtendrán el mismo resultado: coloqué varios libros de cuento mexicano junto a varios de cuento anglosajón. Lo que vi me abrumó (aunque ya lo sabía). Los libros de cuento anglosajón son mucho más extensos que los libros de cuento mexicano, y eso en parte se debe a que el cuento es un género poco publicado en México, o si se le publica, casi siempre es a través de un concurso que pone como límite 120 cuartillas. Con las revistas pasa algo similar: mientras que la extensión de un texto anglosajón puede ir desde las 100 palabras o menos hasta las 25,000, aquí en México lo casual es encontrarnos con convocatorias de 1,000 palabras, con excepciones de hasta 4,000. 

Parece que me salgo del tema, pero quería poner en contexto la dificultad que supone la publicación de cuento en México, porque a menos que ya tengas pautada de antemano la publicación, será difícil escapar de libros con cuentos breves y que no rebasen una determinada cantidad de cuartillas. Lo que en parte condiciona el modo en que se escribe cuento en el país, y también, me atrevo a decir, los géneros que se escriben. Un escritor que ha sido jurado de muchos premios me contó una vez que de todos los que había precedido solo uno lo ganó una obra de corte especulativo. El resto: realismo. 

En México no es que sea difícil escribir ficción especulativa, lo difícil hallar en dónde publicarla, lo que hace que dedicarse a escribir cuento en código de especulación sea una tarea doblemente ardua: por lo que supone el cuento en sí como género y sus limitantes de extensión, y porque casi siempre el realismo impera. 

Esto ya se ha dicho muchas veces: especular no es un acto de evasión tanto como de resistencia. En este caso, de la imaginación. Por eso me alegré cuando supe del lanzamiento de Casa Futura Ediciones, donde acabaría publicándose mi libro. Saber que se abría un espacio para la imaginación fue un alivio. 

BPP: Eres muy activo en redes sociales, ¿cuál ha sido el papel de estas plataformas en tu vida de escritor? ¿Cómo es la relación con tus lectores?

DC: Estoy siempre agradecido con los lectores, que también son muy activos: comparten mi trabajo, lo comentan, me hacen saber cómo se sintieron. Hablando de las redes en sí, Twitter me dio la alegría de la publicación de mi libro. Escribí que autopublicaría toda mi obra y entonces recibí la propuesta para leer mi libro de fantasmas, con la intención de publicarlo de forma tradicional. Hace poco conseguí, también en Twitter, la oportunidad de que mi libro formara parte del club de lectura México Lector, como su libro del mes de junio. Y, sin ir más lejos, gracias a Twitter fue posible esta entrevista, pues ahí te conocí.

BPP: Háblanos un poco de tu biblioteca personal, qué hay, qué estás leyendo, a qué autores vuelves siempre, etc. 

DC: Tengo todos los libros de cuento de Raymond Carver, que es mi escritor favorito de todos los tiempos y la razón de que sea tan exigente con todo lo que leo, pues me inicié en el cuento leyendo los suyos. Tengo varios de Alice Munro también, cuyo cuento Dimensiones me hizo enamorarme del género. Últimamente estoy engrosando mi colección de Fullmetal Alchemist, el manga, en una edición preciosa en pasta dura. Hay mucho cuento en mi librero, aunque hay más novela. Sin querer, coincido con Guillermo del Toro: en una conferencia, él dijo que si por ejemplo quieres hacer una película de monstruos, veas de romance, y así estarás en posición de aportar algo nuevo al terror. Mi librero está lleno de novelas realistas, supongo que porque la larga extensión y el realismo me ayudan a aportar algo al cuento breve especulativo. 

Gen fantasma, fragmento. 

Recuerdo a Dany, luego de la muerte de Nadia, llenando el árbol con figuras de origami. Me pidió cargarla en mis hombros para alcanzar las ramas y colgar ahí sus grullas y sus toros y sus jirafas. Ella les había preguntado a sus abuelos maternos si volvería a ver a su madre y ellos le dijeron que era muy chica para entender esas cosas. Yo, en cambio, me senté a su lado en la cama y le expliqué: su madre no sería un fantasma. Dany, sin entender, me preguntó si ella había tenido la culpa. ¿Es porque le quité algo a mami cuando me tuvo?

Le contesté que no: Tú no le quitaste nada a mami. Mami estaba completita. Mami se fue sin que le faltara nada.

Aun así, Dany se había levantado una mañana, semanas después de perder a su madre, y dijo que al fin había terminado de hacer lo que necesitaba. Entonces colgamos los animales, que había puesto sobre la mesita de su cuarto, unos juntos a otros, como en un pequeño zoológico donde las criaturas se repetían. 

Daniel Centeno (Los Mochis, Sinaloa, 1991), es escritor, ganador del XXXV Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción y mención honorífica en el XVI Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola. Autor de No hablaremos de muerte a los fantasmas (Casa Futura Ediciones, 2021), ha publicado en las revistas literarias Luvina, La Cigarra, Visor, Tierra Adentro, Opción (ITAM), Axxón, Punto en Línea, Rojo Siena y Penumbria. Algunos de sus textos aparecen en la Antología de letras, dramaturgia, guion cinematográfico y lenguas indígenas Jóvenes Creadores 2017- 2018 y la Antología I & II Certamen Literario Internacional 2015. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) 2017-2018 en la categoría de Cuento, y del PECDA Jalisco en 2020-2021, también en la categoría de cuento.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_493

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