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viernes, 19 abril, 2024
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El desajuste organizativo del Morena

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Por: QUITO DEL REAL • Admin •

■ El son del corazón

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Ignoro si el Consejo Nacional de Elecciones del partido Morena ya examinó, aunque sea de forma preliminar, el inútil acto de violencia desplegado por una pandilla aventurera, que se suscitó en las elecciones internas del domingo pasado, en Guadalupe, Zac.

Tal embate, por su patetismo y carencia de espíritu fraterno y leal, puede ser considerado como ejemplo de lo que no debe hacer un militante de izquierda. Además, pone en evidencia, a pesar de las declaraciones de los dirigentes morenistas zacatecanos, que algo comienza a fallar en la estructura organizativa de ese partido.

El método utilizado por Lolo y su grupo es la reproducción de un nuevo estilo que se ha asentado, sin que nadie diga nada, en el seno de los partidos de “izquierda”. Se trata de usurpar posiciones e invadir espacios políticos a como dé lugar, con el argumento de la competencia electoral interna. Y es que hoy un puesto político garantiza mayor movilidad social que una carrera universitaria.

No puede pasarse por alto un acto filibustero que pretendía impulsar a un candidato, o a varios candidatos, que no tienen trabajo destacado en la vida partidaria del Morena. Este suceso sólo puede ser conceptuado como un acto hostil que debe ser repudiado enérgicamente.

Morena: un partido en ciernes

Los dirigentes de izquierda modifican el lenguaje con que podría advertirse el avance de su partido. Ya no hay respeto, ahora es común la transgresión de ciertos conceptos que eran de uso frecuente en el discurso político.

Un partido de izquierda es un laboratorio de democracia, una institución educadora por antonomasia, un espacio donde se afilan las herramientas con que será destruida la penetración neoliberal y se extirpará de raíz la explotación capitalista.

Un partido debe manifestar una vida partidaria rica, cuyo resultado más alentador podría notarse al reunir a militantes conscientes de lo que están haciendo, interesados de participar en debates, en análisis políticos de coyuntura, en la redacción de documentos teóricos y artículos periodísticos, en ser nominados y electos a puestos públicos o de dirección interna, y sobre todo, en ser capaces de defender a su partido con las herramientas disponibles.

Por desgracia, los videos localizados en la red no dejan observar ninguna de estas cualidades en el grupo que, desde dentro del salón de elecciones en Guadalupe, se movía con timidez y confusión. Los funcionarios electorales morenistas que inspeccionaban la pulcritud de la contienda, ni siquiera musitaron la posibilidad de organizar una respuesta política categórica, en contra los que habían golpeado a los morenistas que les impedían el paso en la entrada del salón.

El partido Morena fue sorprendido en el primer round. El acto demostró que en esa organización política no existe vida partidaria, más allá de conminar a consejeros y representantes locales a efectuar elecciones, para después regresar a su casa. Demostró que las intervenciones con que Andrés Manuel seduce a sus seguidores, no tienen como objetivo elevar su conciencia política para cambiar el país, ni mucho menos construir un partido sólido y de batalla.

Nada le exige, no insiste mucho, no hace alusión, construir una organización de masas ejemplar por su solidez y por su disciplina interna. Él sólo se dedica a abrir trabajo, a atraer gente, a conocer a los integrantes del núcleo central del partido de cada localidad. Hace nombramientos, les echa un discurso moralista y motivacional, y chao.  Después de esto, no se a preocupa de las cualidades, de la fortaleza o del destino de un comité de base.

La chamba organizativa se la delega a gente como Batres y Cravioto, o a funcionarios importantes de la dirección nacional o regional. Pero de inmediato estos demuestran su poco talento y, lo que es más, una morbosa atracción por asuntos de poca relevancia.

Morena debe recuperar terreno con mucha movilización

Andrés Manuel está concentrado en construir una organización electoral de coyuntura, de importancia temporal, sin estructuras idóneas para el combate político, porque a él sólo le inquietan las elecciones y no luchar hombro con hombro con los trabajadores de México.

Él moviliza a la gente cuando están en litigio asuntos electorales, pero no se aparece en las puertas de las fábricas o en las regiones que luchan contra los embates de los expropiadores. A cambio, es pródigo en hacer alianzas muy extrañas, donde los casos  de Arturo Núñez, Gabino Cué y de los igualtecos, fueron ejemplos evidentes. En las candidaturas principales no predominan los trabajadores, la ciudadanía más reconocida o los líderes naturales.

El concepto relajado de construcción del partido de López Obrador ha penetrado a todo su partido, a través de su ideario, sin enriquecer la conciencia de sus seguidores. ¿Qué encontramos? Gente adormecida, con la guardia caída, interesada en ganar elecciones internas, en obtener puestos y prebendas.

Pero esta visión del partido no es útil para enfrentar al neoliberalismo ni a los poderes fácticos de México. El poder financiero internacional ensaya y usa, mediante sus elencos de políticos corruptos, el inmenso poder que proviene del vacío dejado por enemigos poco sólidos y sin claridad política. Es imposible ganar, con una organización política de este tipo, la conciencia de la ciudadanía y rebasar el cerco de los medios de difusión, mucho menos enfrentar la violencia neoliberal.

Morena debe ser un partido atento y de tiempo completo. Sin ello, no puede extrañarnos la sorpresa que los sorprendió el domingo pasado. ■

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