■ El investigador argentino presenta en la FIL su libro Lavado de dinero y corrupción política
■ El autor rastrea no sólo el origen del dinero sucio y sus rutas, también sus destinos: Aristegui
“El lavado de dinero no es un tema de evasión tributaria, no es un tema de tráfico de drogas, es la otra cara de la moneda de las 27 mil personas que han desaparecido en este país”, afirmó Edgardo Buscaglia durante la presentación de su más reciente obra titulada Lavado de dinero y corrupción política, que se llevó a cabo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) 2015.
Flanqueado por dos de las periodistas más importantes del país, Carmen Aristegui y Lydia Cacho, Buscaglia compartió ante un auditorio abarrotado que la motivación para realizar esta investigación fue la desesperación intelectual por explicar este fenómeno a nivel internacional.
Lo mismo se trata, dijo, de la otra cara de la moneda de esos millones de personas que están sujetos a la compra-venta, a la esclavitud, que del arribo al poder de las autoridades en este país. “Les estoy diciendo algo muy serio, han llegado a través del dinero sucio que sale de estos delitos gravísimos”, puntualizó.
Como ejemplo de esta amplia red de complicidades mencionó que un acontecimiento tan doloroso como el de Ayotzinapa conjuga esa relación política, a la delincuencia organizada, crímenes de lesa humanidad y violación de los derechos humanos.
El periodista argentino y especialista en temas de seguridad evidenció además un elemento particular en México, puesto que mientras en Brasil el escándalo por el mega-fraude de Petrobras ha llevado a los fiscales a sentenciar a secretarios de Estado, mega-empresarios y senadores, en México nada ha pasado por el caso Monex.
Lo que se debe medir no es la corrupción, sino la reacción del Estado frente a ella, como en el país sudamericano, enfatizó.
Será necesario, destacó, que en México se replique el fenómeno que ocurre en aquel país sudamericano, esto es, que la sociedad proteja a las personas encargadas de sentenciar a quienes participan en estos delitos, “sólo así empezaremos a ver el principio del fin de esta pesadilla. Y la historia la van a empezar a escribir estas dos personas que están a mi lado”, agregó.
De tal manera que atribuyó a la sociedad mexicana la tarea de tomar algunas de las propuestas realizadas en su libro a fin unificarse y participar activamente en la realización de acciones pacíficas que alcancen para la paralización del sistema, e incluso, exhortó a México a encabezar un proceso de cambio en América Latina.
Lavado de dinero y corrupción es, en resumen, un libro optimista que no sólo evidencia las enormes redes de corrupción en las que participan por igual los gobiernos, los partidos políticos, el sector empresarial y la delincuencia organizada, sino que además ve “una luz al final del camino”, de ahí que proponga esta serie de acciones dirigidas a la sociedad.
Campaña de EPN gastó 13 veces más de lo permitido
Por su parte, la periodista Carmen Aristegui, quien a su arribo al salón de la Feria fue ovacionada al grito de “Carmen, Carmen”, destacó la labor de su colega por tratarse de un amplio ejercicio comparativo del funcionamiento de esta maquinaria, integrada por 23 tipos de delitos, en el ámbito internacional. Entre los datos duros, dijo, la investigación deja ver cómo 21 millones de personas en el mundo viven en condiciones de trata y esclavitud de distintas modalidades en las que se generan ganancias por 150 mil millones de dólares anuales.
En cuanto a México se hace evidente, a través del caso Monex, cómo el Partido Revolucionario Institucional (PRI) logró comprar una cantidad indeterminada de votos a favor de Enrique Peña Nieto, principalmente entre la población más pobre del país.
Se denuncia también, agregó, que la campaña de Peña Nieto se gastó 13 veces más del tope permitido, en total una cantidad de 280 millones de dólares. En este sentido Aristegui destacó el trabajo de Buscaglia por tratarse una investigación que rastrea no sólo el origen del dinero sucio, sus rutas, pero también sus destinos en los que “no se salva ni El Vaticano”.