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lunes, 12 mayo, 2025
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Repensar a Marx (2)

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

Pepensar a Marx tiene la intención expresa de ver en el marxismo, una herramienta de teoría crítica, capaz de infundir en las luchas actuales el aliento y la lucidez necesarios frente a las políticas dominantes neoliberales. No basta con echar mano y lectura de sus obras. Repensar a Marx es estar abiertos a las nuevas propuestas que surgen y que no pudieron ser previstas por él: “Nadie pudo imaginar la Comuna antes de la Comuna, ni los Soviets antes de los Soviets…” (D. Bensaid)

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Para un marxismo del siglo XXI, será fundamental entonces, considerar los aportes -por ejemplo- de la Teología de la Liberación, de los movimientos indígenas en América Latina, del zapatismo y Ayotzinapa en México, la cuestión ecológica, los movimientos feministas y/o anticapitalistas en el mundo, etc.; todo aquello que pueda darle actualidad y florecimiento a la luz de estas y de otras nuevas experiencias.

En el camino por terminar con la explotación del hombre por el hombre como objetivo último, corresponde, primero que nada, a las fuerzas políticas de la izquierda radical tomar la iniciativa, unirse y  “apropiarse de la reflexión marxista y actualizarla”. Michael Lowy (sociólogo y filósofo marxista) pone en claro que algunos movimientos lo están haciendo ya y señala como ejemplo a Syriza en Grecia, “por ser hoy el movimiento de la izquierda radical más importante de Europa que logró crear la convergencia con los movimientos de protesta social y con la juventud…”. Lowy remite también como ejemplo, a su contrario –la socialdemocracia europea– que, siendo una parte importante de la izquierda y del movimiento obrero, decepcionó a sus seguidores por adaptarse al neoliberalismo y llevar a cabo la misma política de la derecha liberal. Caso semejante al de México, en el que los partidos institucionalizados de izquierda –desde el Congreso de la Unión o siendo gobierno (estatal o municipal) — provocaron desencanto y desorientación en sus filas y entre la población que dijeron alguna vez representar (ver Repensar a Marx 1ª. parte).

En América Latina puede verse que las experiencias de Venezuela, Bolivia y Ecuador, están mostrando formas originales de gobierno frente a las políticas neoliberales de dominación. Aún dentro de los límites del sistema capitalista, estos países han podido ir más lejos en defensa de sus naciones gracias a su dinámica de ruptura y enfrentamiento con la oligarquía y el imperio. En estos ejemplos y por las condiciones concretas en cada uno de ellos, puede verse que, aunque debilitada por la globalización, la cuestión nacional sigue siendo importante en el marco de las luchas actuales.

Los movimientos en la ciudad y en el campo que básicamente giran en torno a la solución de demandas inmediatas, desconocen por lo general el significado histórico-estratégico de la confrontación de clase contra el capital. Solo el marxismo prevé que, para la batalla decisiva por la emancipación humana, es necesario “caminar más allá de la resistencia”, del “mantenerse y no ceder” para, llegado el momento, pasar a la ofensiva. De otra forma y sin remedio, continuarán las inmisericordes medidas neoliberales que, en nuestro país, tienen en su haber 35 años de ejercicio y como secuela 80 millones de pobres y más de 100 mil muertes violentas relacionadas con el narcotráfico, amén de las 25 mil desapariciones forzadas.

Siguiendo a Lenin y apartando del marxismo ideas como la “dispersión del poder”, del anti-poder, y de la idealizada celebración de la “espontaneidad de las masas”, desorganizada y “horizontal”, Daniel Bensaid plantea la necesidad de “las tres P” (mayúsculas) para un cambio revolucionario: Pueblo, Proletariado y Partido. Cambiar el mundo sin tomar el poder más que un buen comienzo de solución -dice- es la señal de una dificultad o impotencia. Sostiene que el poder del Estado y la propiedad siguen siendo los desafíos estratégicos centrales del marxismo: “El contenido programático de la revolución social en torno a la cuestión de la propiedad y la apropiación social, autogestionaria, nacionalizada, como alternativa al despotismo del mercado y la propiedad privada, es el punto clave y el contenido que caracteriza hoy a una política revolucionaria y que da sentido a la palabra revolución que nuestros adversarios quieren hacerla sinónimo de violencia…”.

En fin, todo puede suceder. En cualquier terreno el resultado de la lucha política nunca está decidido de antemano. Un discurso intransigente y revolucionario tampoco es garantía de nada. Desde la perspectiva del marxismo esto significa entonces que, entre la lucha diaria y el objetivo estratégico de la lucha por el poder, habría que tejer entre “las tres P” una red de continuidad política y organizativa (de la que ya Lenin y Trotsky dieron cuenta). La política del frente único y el programa de transición (de reivindicaciones transitorias), fueron aportes de la Tercera Internacional frente al antiguo problema de la lucha por el poder.

Lo cierto es que, si no hay una reacción oportuna, es decir, un movimiento social-revolucionario que enfrente con fuerza la ofensiva de la oligarquía, el liberalismo seguirá ganando tiempo y continuará con su política hasta en tanto encuentre “la solución” para salir de su crisis.

(Continuará…) ■

 

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