El valor de la confianza está mermado en la esfera de la política, ya los ciudadanos desconfiamos un poco de los políticos, pero aún falta trabajo que hacer en el tema de rendición de cuentas.
Cuando el político está en campaña promete muchas cosas en sus discursos, algunos recurren a la función de –dar fe- del notario público, así queda constancia de algunas de sus promesas, pero al momento del incumplimiento ¿quién le pide cuentas?, generalmente el gobernador o alcalde actual exhibe los “trapitos sucios” de su antecesor, pero durante el período de gestión del político ¿quiénes cuestionan su proceder?
En la historia se han registrados discursos donde el político, con un gran efecto de mercadotecnia, afirma antes los ciudadanos que velará por sus derechos, mejorará su calidad de vida y protegerá la biodiversidad, pero al paso del tiempo, se cae el telón mostrando las falsas promesas.
Hoy en día, hay casos interesantes, por ejemplo, el gobernador de un estado durante ya casi sus cuatro años de gestión ha promovido que su Estado es verde, no pierde oportunidad de declararse a favor del cuidado y protección del medio ambiente pero aún no ha establecido un plan de desarrollo con una visión de por lo menos 50 años, en su estado existe contaminación del aire, tiene un deficiente plan integral del manejo y disposición de la basura, hay una escasa educación ambiental pública y las obras realizadas por su administración tienden a destruir todo un ecosistema; en días pasados ha declarado que esa obra en infraestructura mejorará el nivel económico del estado, pero lo que ha callado es a cambio de que, dicha obra afectará un humedal cercano a la mancha urbana (si no que ya está adentro de la misma) el cual recibe la visita de aves migratorias.
¿Cuánto vale la destrucción de un ecosistema? Será reflejo de la avidez del político y su equipo pero le están dando costo muy alto a las generaciones futuras.
Otro ejemplo actual, un presidente municipal acaba de firmar un acuerdo de valores y principios éticos que promueven el respeto a la comunidad de vida pero al día siguiente hizo una declaración ante la prensa diciendo algo así “no quiero frenar el desarrollo del estado, ya que por el contrario, quiero ser impulsor de quienes generan empleos junto con el gobierno del estado” por lo tanto apoya que se tumben unos 350 árboles (ya con algunos años de antigüedad) para la construcción de un centro comercial dentro de unos de los barrios antiguos.
Parece ser que nuestros políticos aún no comprenden del todo que la protección, cuidado, mejora y restauración del medio ambiente, es una inversión para su imagen a largo plazo, algunos alcaldes han tomado la bandera de –ser verdes- pero por debajo de la manga sus cartas mayores son lo económico y su transcendencia.
Bueno también me siento obligada a reconocer que existen pseudo ecologistas que han alzado su voz para la protección del medio ambiente (planta, animal, lugar, ecosistema) pero callan cuando les llegan al precio o ajustan la negociación.
Aquella persona que piensa y actúa “lo económico va primero que lo ecológico” tendrá que analizar el equilibrio de la balanza y las consecuencias de sus acciones, bueno además de responsabilizarse por estas, pero no puede existir desarrollo sano si por los menos los siguientes ejes están en equilibrio – ecológico, social, cultural, político, económico y espiritual. Tal vez el significado de progreso se pueda confundir con el de ambición, pero si esos seis ejes no jalan la carreta al parejo, el desarrollo traerá crisis –política, social, ecológico e incluso económica.
Primero “nos venden un estado o municipio VERDE” luego impactan fuertemente nuestra biodiversidad.
La economía en un país, de un estado o de un municipio no debe estar en contra de lo ecológico. Recordemos que el puesto administrativo dura tres o seis años pero las consecuencias ambientales perdurarán por décadas y/o siglos. ■
@lazoazul