“Evaluar para mejorar”, es una iniciativa que surge en el marco de la Alianza por la Calidad de la Educación. Así, el 31 de mayo de 2011, el presidente Enrique Peña Nieto encabezó el acuerdo de la Evaluación Universal de Docentes y Directivos en servicio de Educación Básica. Los partícipes además del Gobierno Federal, fueron los representantes de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), a saber: el maestro Alonso Lujambio y la maestra Elba Esther Gordillo.
Esta información a merced de quienes acudieran el pasado miércoles a la reunión celebrada por representantes del SNTE de la sección #34 e invitados, en la sede del auditorio de la Secundaria General Lázaro Cárdenas del Río. En dicho evento se fingió demencia por lo mencionado en el párrafo anterior, afortunadamente no fue el caso de la mayoría: la base trabajadora, a quien se pretende engañar sin argumentos válidos.
En esta jornada de formación sindical, se contó con la presencia de algunas personalidades que no viene al caso mencionar, por considerarse un gasto de impresión y por ser partícipes de aquel pacto que si bien no firmaron, defienden a capa y espada, convirtiéndose en Judas magisteriales. Como es habitual entre los comisionados del sindicato, la intención no era escuchar a la base trabajadora, ni recabar información sobre las demandas o conflictos laborales del magisterio fresnillense. La meta de plantear una formación sindical, no persigue una mejor capacidad organizativa para trazar la jornada de lucha que contrarreste los efectos maliciosos que aguardan entre líneas “legales” bajo los términos: derogación, permanencia, inamovilidad, inclusión, etc.
El objetivo real del llamamiento fue quizá, como mencionara el profesor Héctor Arteaga Soto, un acto desfibrilador; pretenden hacer latir nuevamente el corazón ensangrentado, pero no del magisterio, sino del propio sindicato que ya en sus últimas patadas de ahogado, recurre a la mercadotecnia, vendiendo la idea de un SNTE loable, defensor de los derechos laborales. A estas alturas resucitar un cuerpo con olor a carroña resulta repugnante. Como todos saben, el sindicato sólo figura en la agenda educativa para cuestiones superfluas. En el artículo 53 de la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD) se expresa que: “En los casos de quien no se incorpore a los programas de regularización o no alcance un resultado suficiente en la tercera evaluación que se le practique, se darán por terminados los efectos del nombramiento correspondiente sin responsabilidad para la Autoridad Educativa o el Organismo Descentralizado, según corresponda”. Si no se delega responsabilidad ni a la autoridad educativa, mucho menos a la que el sindicato representa.
El sindicato entregó en charola de plata la estabilidad laboral y por tanto la Seguridad Social de miles de familias, y ahora que su estabilidad personal también se ve amenazada, acuden a sus viejas mañas con hábil palabrería. Presentaron un nuevo plan de resurrección sindical (no magisterial) siendo el postre a degustar, un pastel al estilo “gobernanza”; del cual desean ansiosos una rebanada, a sabiendas de que sus ingredientes son los derechos laborales con aderezo magisterial. El término gobernanza fue empleado en la década de los 90; para determinar la eficacia en la intervención del Estado, en un mundo globalizado. En este sentido si se piensa en un sindicato con capacidad de gobernanza, equivaldría a pensar en una organización servil-capitalista a las órdenes del sector privado y del Estado, proveedor de apoyos superficiales, simulando defender al son de disposiciones externas, lo que significa el punto final, “la no resurrección sindical”.
Un verdadero sindicato toma fuerza en la clase trabajadora que representa, por lo que su filosofía debería estar fundada en principios democráticos, con un fuerte grado de autonomía e igualdad entre sus miembros, cualquier propuesta debe surgir de la base quien demanda, y las acciones toman fuerza de manera proporcional según la resistencia del patrón. Si esto es un sindicato, ¿qué queda del SNTE, además de carroña?
Una de las expositoras del evento en cuestión, relató el contexto de la educación básica en México, cuando surgió el SNTE en aquel diciembre de 1943, un sindicato al rescate de los trabajadores. Algunos maestros que presenciaban tan majestuoso espectáculo teatral, sonreían y entre guiños intercambiaban un lenguaje común, sus expresiones indiferentes dejaron en jaque a quienes por natura o cobranza emprendieron una misión fallida.
La cuestión agonizante del sindicato, es tan real como el despido masivo que se avecina, y entre los despidos y destitución de nombramientos, los charros también serán cortados de tajo a menos claro que demuestren seguir siendo fieles servidores del Estado en su tarea de calmar las tempestades con palabras adornadas que sólo deslumbran a quienes no se informan. La pregunta en cuestión es: ¿Están dispuestos los maestros a depositar en un sindicato vegetativo la defensa de sus derechos? ■