Este sábado 2 de noviembre, los panteones de Herrera y La Purísima se llenaron de visitantes que acudieron para honrar a sus seres queridos que han fallecido, compartiendo coloridas flores, canciones y recuerdos de vida, dejando en claro que “solo muere quien es olvidado”.
Desde familias multigeneracionales, hasta personas por cuenta propia, limpiaron y adornaron la última morada de sus seres queridos, perfumando con el olor del cempasúchil el ambiente. Con rezos solemnes o con canciones a viva voz, así como provenientes de reproductores de música o tamborazos, los visitantes buscaron acercarse a sus santos difuntos.
Rafael, de 60 años, acudió al Panteón de Herrera para mantener pulcro el lugar de descanso de su hija Martina, en un acto de tradición y amor, según sus propias palabras.
En el panteón La Purísima, el joven Vladimir, quien descansa junto a su padre, es visitado por su madre, su hermana y su pequeña sobrina. Su hermana describe esta visita con un momento emotivo, en el que se siente el vínculo indisoluble con quienes partieron antes, pero cuya memoria se mantiene viva, recordando la afición de su hermano por la guitarra y la de su padre por los libros de Filosofía, además de todos los momentos compartidos.
Ambos entrevistados coincidieron en que la afluencia de visitantes este año parece ser menor a la del año anterior.
Un trabajador que ofrece sus servicios para ayudar al mantenimiento de las tumbas atribuyó lo anterior a que a los servidores públicos estatales no se les otorgó el viernes como día de descanso; mientras que otro entrevistado considera que se están perdiendo algunas tradiciones.
En un ambiente de nostalgia y amor, donde las risas y las lágrimas se mezclaban en un homenaje sincero, los panteones siguieron recibiendo visitantes hasta entrada la noche.