También hay antecedentes desastrosos por similares circunstancias ambientales, de manera que inundaciones así en el área valenciana han sido registradas formalmente desde el siglo XVI y la última fue en 1957. En este año se produjeron más de 80 fallecimientos y se motivó al dictador Francisco Franco gestionar obras de desviación del cauce del río Turia, en torno al cual creció Valencia.
Desde luego que la intención se justificaba en el hecho de prevenir más inundaciones en el área destruida en ese año. La desviación del cauce de ese río motivó un plan de crecimiento urbanístico que se denominó Plan Sur de Valencia. Ahora, en octubre de 2024, el poblado valenciano de Paiporta, vecino del nuevo cauce, ha sufrido la mayor parte de las muertes de seres humanos porque además está bajo la avenida directa del denominado Barranco del Poyo, que es una corriente de agua de río que desemboca al sur de la capital valenciana.
El recuento previo, extremadamente sintético, es un retrato del desenlace al desastre de una sociedad que enfrenta sus paradojas. El conocimiento científico existente ha sido inútil, las organizaciones formales de los gobiernos para intervenir en planificación preventiva y en atención de las emergencias resultó también inútil. España tiene un problema mayúsculo: se ha convertido en un país donde el neoliberalismo ha penetrado hasta los huesos, donde el interés por el lucro manda por encima de cualquier otra cosa.
El actual gobernante valenciano responde a los intereses más retardatarios de ese país, las administraciones públicas hispanas se han convertido en servidoras de sí mismas. Pero la población española está reaccionando a la altura de sus necesidades, como ocurre en cada evento desastroso donde las autoridades gubernamentales se ponen en evidencia por su ineptitud para resolver los más elementales problemas de la seguridad colectiva.
No es el clima, no es el cambio climático
, es una sociedad que se ha desarrollado en contradicciones vitales y que necesita cambiar de inercias en sus relaciones políticas, económicas y sociales.
¿El desastre de Valencia es una sorpresa? Sí y no.
*Investigador del CIESAS-México