La Gualdra 588 / Filosofía
Nos podemos quejar del sistema mundo capitalista, a menudo lo hacemos, quizá uno de nuestros mayores errores haya sido dejar tanto el estudio como el tratamiento de los problemas del modelo capitalista vigente a economistas y teóricos sociales deterministas, pues si bien el capitalismo alude a un modelo de producción socio-económico que se basa en la propiedad privada y en el capital como generador de riqueza social, así como en la libertad de mercado y estado como garante de la propiedad privada y su defensa irrestricta. Lo cierto es que el capitalismo es sobre todo un modelo de producción de subjetividades sociales, condiciona nuestro acceso al mundo y la relación que tenemos con nosotros mismos y con las demás personas. No se puede entender la contundencia rotunda del modelo capitalista, su impacto profundo, sin apelar al psiquismo humano y su relación consigo y con el mundo.
El antropólogo y geógrafo británico David Harvey, quien ha aportado novedosos y radicales al debate de la geografía y del espacio como elementos cardinales de la reconfiguración de la sociedad capitalista, tiene obras que han sido referentes en el estudio del campo social emergente; en su obra El enigma del capital y las crisis del capitalismo (Madrid, Akal, 2012) efectúa una lectura crítica bien documentada sobre las crisis recurrentes del capitalismo contemporáneo, básicamente la idea marxista esbozada es que la crisis resulta inherente a la propia dinámica del capitalismo y del movimiento global del capital. Si bien su lectura crítica nos da un panorama general de la problemática sigue adoleciendo del talón de Aquiles de las perspectivas economicistas.
Para Harvey, el flujo del capital nutre y vitifica el cuerpo social y político entero: “gracias a ese flujo adquirimos quienes vivimos bajo el capitalismo nuestro pan de cada día, así como nuestras viviendas, automóviles, camisas, zapatos y todos los demás artículos necesarios para mantener nuestra vida diaria cotidiana. Mediante ese flujo se crea la riqueza que proporciona los muchos servicios que nos sustentan, entretienen, educan, reaniman o reestablecen y, gracias a los impuestos sobre él, aumenta su poder los Estados” (5). Entender el capital, su lógica, su evolución dinámica, resulta crucial para comprendernos como sociedad actual. Si bien los primeros teóricos del capitalismo eran sobre todo economistas políticos, desde hace tiempo se ha apostado más a buscar en modelos matemáticos su comprensión más cabal, lo cierto es que cada vez estamos más lejos de mostrar un modelo del capitalismo que pueda dar cuenta de sus trayectorias, desajustes y posibles soluciones sistémicas.
La lectura de este libro de Harvey y de otras obras suyas me da la sensación de que el capitalismo es un modelo inviable e insostenible. Inviable porque su realización implica un uso cada vez más irracional de recursos públicos y naturales para sostener un modelo cuya riqueza cada vez se concentra más y más en una cuantas personas dejando a una inmensa mayoría en la pobreza, abandono y precariedad más radicales; y esto nos lleva al segundo punto, de que el capitalismo es un modelo insostenible porque su mantenimiento cuesta la vida de miles de seres humanos y ecosistemas naturales para seguir vigente. Por ende es un modelo ecocida y genocida cuya cosecha de catástrofes es infinitamente superior a sus beneficios sociales y naturales. Transformar el sistema mundo capitalista en otro modelo por completo distinto y distante de lo que ahora tenemos es una tarea común y comunitaria que compete a todos los seres humanos de todo el planeta. Tenemos que trabajar por el advenimiento de otro orden social de justicia, solidaridad y respeto íntegro a todos los seres humanos y no humanos. Tenemos que dejar de lado visiones críticas modernistas (incluyendo el marxismo) para dar paso a otras visiones y cosmovisiones que sean capaces de rehacer el orden social, las formas de vivencia y de convivencia e intercambio. La mercantilización del mundo y del sujeto humano opera como destrucción de sí y de la alteridad. Así pues, las perspectivas críticas reformistas no son sino paliativos que solamente proporcionan calmantes existenciales y sociales para una devastación nihilista de sentido planetaria. Claro está, se entiende la enorme dificultad de pensarse, pensarnos, más allá del orden social existente. No es posible ni factible encontrar alternativas revolucionarias que puedan sortear la crisis actual y generar otros horizontes de mundo si no se cuestionan las premisas modernistas y desarrollista subyacentes a los diversos modelos teóricos sociales. Quizá causa terror imaginar otro mundo radicalmente distinto al existente, pero la imaginación crítica es inherente también a nuestra condición humana limítrofe. Así que más allá de la crítica marxista habrá que concebir otras alternativas al orden imperante, desde otros imaginarios y cosmovisiones radicales que sean capaces verdaderamente de cuestionar el sistema capitalista de producción de subjetividades sociales.
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