Antes de ingresar al salón donde se verificaría la reunión, con la aspereza propia del Estado Mayor Presidencial en su trato con la gente común, se requirió a los convocados entregar sus celulares.
Tras una espera algo más larga de lo acostumbrado, los prominentes miembros del Consejo Mexicano de Negocios, el organismo cúpula del empresariado mexicano, fueron reconvenidos por el presidente:
No obstante la administración peñista haber operado sobre todo en su beneficio, se dolió el anfitrión, algunos miembros de dicha agrupación no dan muestras de estar agradecidos, por lo que a propósito de su benefactor se expresan a menudo en términos asaz impertinentes; que aun cuando algunos de los mismos le habían manifestado, reiteradamente, su preocupación por el ascenso en las encuestas de López Obrador, e incluso le habían solicitado hacer algo al respecto, no solían caer en cuenta de que hablar de corrupción equivalía a validar su discurso; y encaró por último a Claudio Xavier González, hombre ordinariamente cercano a los gobiernos, en general, y al suyo en particular, a quien reprochó el activismo de su hijo homónimo, en causas anticorrupción y anti-impunidad.
Y es que si bien por razones totalmente ajenas a su voluntad, entre la multiplicidad y variedad de imputaciones que a Peña se formulan desde los ámbitos más distintos y distantes, tales como The Economist, The New York Times o Desde la fe (órgano del Arzobispo Primado), hay una que es, literalmente, a todas luces injusta: la de conducirse con opacidad; ya que las erogaciones más cuantiosas, las persecuciones más encarnizadas y las reuniones más intimidatorias no obstante, pareciera estar el hombre condenado a la transparencia, y serle inalcanzable la anhelada opacidad. ■