El mexicano, es un caso sui generis, “sería equivocado aplicar el modelo colombiano”
Considera que la violencia en México está mucho menos estructurada que en un conflicto armado, que es el término que actualmente se utiliza para referirse a la guerra civil
El mexicano, es un caso sui generis, “y sería equivocado” aplicar en el país el modelo colombiano de pacificación. En este sentido, requerirá innovación y creatividad, tanto jurídica como políticamente, opinó Pablo Kalmanovitz González.
El profesor investigador de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Economías (CIDE) A.C. estuvo en Zacatecas para participar en el 25 Taller de Derecho Internacional organizado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Gobierno del Estado y la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Para contestar, a si “algo como la justicia transicional”, sus mecanismos y su relativa aceptación de la amnistía podría aplicarse para el caso de México, ofreció como argumentos para una respuesta afirmativa, el que se verifica en el país la violación masiva y generalizada de derechos humanos.
“Básicamente la atrocidad masiva es característica de muchos casos de justicia transicional. Y el reto enorme de cómo lidia un Estado con un volumen de casos tan complicado” que suma desconfianza institucional e interpersonal hace que tal vez aplique para México “el tema de la reconciliación”, opinó.
Estas variables hacen pensar que la situación del país se parece lo suficiente a casos estándar de justicia transicional en que son aplicables mecanismos como la amnistía a cambio de la entrega de armas o la delación de agentes del Estado que han colaborado con la delincuencia.
En oposición Kalmanovitz González argumentó que la principal objeción que encuentra para la aplicación de estas herramientas del Derecho Internacional Humanitario, es que la violencia en México está mucho menos estructurada que en un conflicto armado.
Precisó que conflicto armado es el término que actualmente se utiliza para referirse a la guerra civil, este último que quedo ya en desuso.
Contrastando con el caso de Colombia, observó que las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) mantiene una organización jerárquica con una disciplina y mecanismos internos de control bastante efectivos, mientras que en México lo que existe es una multiplicidad de cárteles que siguen fracturándose, atomizándose.
Las FARC llegaron a tener también un componente fuerte de narcotráfico, comentó, pero sus motivaciones políticas y disciplina interna las acotó para negociar su desmovilización y su desarme.
De esta manera su interés en participar en política como partido para competir en elecciones, implicó el que quisieran adherirse a la justicia transicional “porque era una manera de lavar su imagen o legitimarse”, de sobrevivir política y socialmente como organización.
“Yo no veo una motivación equivalente para grupos de delincuencia, ellos no tienen un interés en contar toda la verdad o pedir perdón, necesariamente”, dijo Pablo Kalmanovitz.
Como componente, este es otro elemento fundamental en la justicia transicional, aplicado al caso de Colombia, la verdad. Pues a cambio de decirla se redujeron, por ejemplo, penas carcelarias.
En México la atomización de actores criminales, algunos que parecen tener capacidad militar como la de una insurgencia, avivan la discusión y análisis sobre si se enmarca este como un conflicto armado, pero otros grupos no tienen estas peculiaridades y si poca estructura, jerarquía y liderazgo.
El que el Estado mexicano negocie con estos últimos acercaría su caso más al de Ruanda, consideró.
El país africano presentaba una violencia muy desestructurada a la que se aplicó la justicia transicional.
En este sentido, Kalmanovitz González propuso que esta podría aplicarse al país por el hecho de la victimización masiva que han sufrido los mexicanos, “en la necesidad de resarcir a las víctimas”.
“Básicamente poner a la víctima en el centro de medidas de justicia transicional a pesar de que los actores no estatales de la violencia no contienen las características que los casos estándar” en que se aplica esta herramienta del Derecho Internacional Humanitario.
Dijo que esto le parece posible e incluso desde la sociedad civil están surgiendo múltiples iniciativas “de comisiones de la verdad no oficiales” desde las que se trata de aclarar “qué paso en tal estado en tales años de violencia muy grande, sí hubo crímenes de lesa humanidad o no”.
Este tipo de exámenes y de elucidación de la verdad, expuso, son propios de la justicia transicional y parecen ser tanto requeridos como necesarios en México para su pacificación.
“En suma, me parece que hay dos asimetrías muy fuertes -entre el caso de Colombia y México- que obligarían a una estrategia de justicia transicional y de amnistía “muy creativas e innovadoras para abordar “las particularidades muy propias del caso mexicano”, por ejemplo el hecho de que las organizaciones criminales en el país tienen su motivación fundamental de actuación en el lucro, lo que se apareja con una política de drogas muy complicada.
“No parece imposible, pero no se parecería tanto a lo de Colombia, porque esa es otra violencia”.
Sobre la utilidad de que se utilice la figura de la amnistía para delitos relacionados con las drogas pero no violentos, como se ha propuesto por el gobierno de López Obrador, dijo que parece sensato otra vez pensando en un tránsito de la mal llamada Guerra contra el narco hacia la paz y alejándose por ello del paradigma militar del combate contra las drogas.
Como parte de ese proceso de transición podrían plantearse reformulaciones al paradigma punitivo que como uno de sus componentes tiene, valga la expresión “un sobrepunitivismo” que ha sido constituido otra forma de victimización a la que podría aplicarse una amnistía a manera de resarcimiento en el contexto de la justicia transicional para ciertos delitos, expuso Pablo Kalmanovitz.
“En suma lo que diría es que la aplicabilidad del modelo colombiano al caso mexicano es limitada, tenemos dificultades similares, el narco nos afecta a ambos de manera profunda, la tentación de caer en la delincuencia porque paga mejor, el problema de la falta de oportunidades, de alternativas, la pobreza, la dificultad de erradicar el narco es similar en ambos casos, pero sí me parece que la violencia en México ahora es mucho menos estructurada”.
Observó por último que en este momento del proceso de pacificación en el país sudamericano puede pasar ahora su “mexicanización”, es decir, la atomización de los grupos o bandas criminales, “en Colombia se puede volver un poco así porque ya no va a haber las jerarquías y las convicciones políticas, eso me parece un reto muy, muy complicado”.