Las más recientes revelaciones sobre el poder político y el narcotráfico en México (al darse a conocer la vinculación con el crimen organizado de la esposa de Ernesto Zedillo, Nilda Patricia) evidencia las profundas raíces de la economía de las actividades ilícitas y, con ello, del clima de inseguridad que se gestó durante muchos años desde las más altas esferas del poder político.
El expresidente Andrés Manuel López Obrador reconoció durante el informativo institucional conocido como “la mañanera”, aproximadamente a mitad de su sexenio, que se había rehusado reconocer que con Felipe Calderón se vivió un “Narco Estado”. Años antes, el entonces presidente José Mujica de Uruguay, con referencia a la Desaparición Forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa señaló que, a la distancia, “México parece vivir de un Estado Fallido” de manos de Enrique Peña Nieto.
Actualmente, el abogado César Gutiérrez Priego, candidato a ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación e hijo del General Jesús Gutiérrez Rebollo (zar antidrogas), reveló las grabaciones hechas en 1996 que muestran y demuestran la vinculación de Nilda Patricia Velasco como una figura relevante en la producción y tráfico de anfetaminas; actividad en la que estaba involucrado su señor padre y sus hermanos con el Cartel de Colima liderado por los hermanos Amezcua.
Lo mismo hizo el profesor Servando Gómez Martínez (La Tuta) de los “Caballeros Templarios” al subir un video en el que sostiene negociaciones con Luisa María Calderón Hinojosa (La Cocoa), hermana del expresidente Felipe Calderón, para apoyarla logística y económicamente en pos de la gubernatura de Michoacán.
Años más atrás, se sabe de la amistad personal (tal vez también de negocios) entre Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” del expresidente Carlos Salinas de Gortari, con Juan García Abrego líder del Cartel del Golfo. Por cierto, a Raúl se le ha acusado de ser partícipe del asesinato de su cuñado Francisco Ruiz Massieu, Secretario General del CEN del PRI. Posteriormente, el hermano Enrique Salinas de Gortari apareció asesinado, aparentemente por asfixia provocada por una bolsa de plástico. No parece haber elementos del móvil real del caso, pero se sabe que fungía como prestanombre de algunas de las cuentas de su hermano Raúl quien sí pisó la cárcel pero luego salió libre y con las cuentas descongeladas.
En el mismo sexenio de Carlos Salinas de Gortari no sólo fue asesinado el candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio, también fueron privados de la vida alrededor de 500 líderes sociales y de la izquierda que venían apoyando el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas. Lo mismo sucedió con el Cardenal Posadas Ocampo en Guadalajara, asesinato que le atribuyeron al fuego cruzado en un enfrentamiento entre el Cartel del Chapo Guzmán y los hermanos Arellano Félix, quienes posteriormente se entrevistaron con el Nuncio Apostólico Gerónimo Prigione para asegurarle que ellos no participaron de ese evento.
Ayer viernes, la presidenta Claudia Sheimbaum dio a conocer un resumen de la represión y las desapariciones forzadas cometidas en el gobierno de Ernesto Zedillo, principalmente contra los pueblos originarios y los sindicatos de las paraestatales. Esos hechos, junto con los de Salinas de Gortari, Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto dan cuenta de que, durante todo el período neoliberal mexicano, se empobreció al grueso del pueblo mexicano y se aplicó una política terrorífica desde el Estado Mexicano en el que se perdieron derechos sociales y se restringieron libertades básicas.
Ese fue el proceso de familiarizar al Estado Mexicano con la criminalidad organizada y la de cuello blanco (una sola familia), hermanamiento logrado por la praxis de la ilegalidad. Fue como crear una cantina para el Chapo Guzmán y compañía mientras se construían los bares para los Salinas Pliego, Claudio X. González y similares de la República Mexicana. Lo tosco de una cantina con la elegancia de un bar en nada cambia el contenido de las cosas. Igual sucede entre el crimen organizado y el de cuello blanco, a ambas las hermana la ilegalidad, la impunidad y el clima de inseguridad que brota a su alrededor.
De lo anterior podemos resaltar que el evidente “Narco Estado” de Felipe Calderón existió desde, cuando menos, Ernesto Zedillo. El salinismo fue el avance vertiginoso a ese lamentable estado de cosas. De forma que la “destitución” de todos los ministros de la SCJN suplidos por un equipo nuevo obedeció a las necesidades de protección judicial a la familiarización del Estado Mexicano (de la que son partícipe los 3 poderes “autónomos”) con el crimen organizado y de cuello blanco. Elementos peculiares con los que se asentó el imperio del neoliberalismo en México, donde la criminalidad es un método, o herramienta, para la neocolonización del país y contribuir a la acumulación y concentración del Capital transnacional, principalmente de Estados Unidos.