Mis raíces maternas y paternas vienen de la España dolida, en lo inmediato, abuelos y bisabuelos emprendieron la osadía de abandonar sus tierras zaragozanas y de otros litorales de Andalucía y para precisamente tener vida en estas tierras donde d e inmediato la disparidad en la suerte dio al traste o con el agandalle o la victoria, el trabajo arduo, la decisión de implantar semillas para procrear familias.
Haciendo cuentas veo que mi familia proviene de Tamaulipas, Chihuahua, Saltillo, Morelos y Guerrero y desde luego San Luis Potosí, de parte de mi padre arribaron al puerto de tampico directamente desde Zaragoza España para defender el arte del comercio, de parte de mi jefita, hacia la zona sagrada gitana de los amplios campos chihuahuenses donde las caravanas de gitanos eran asediadas por los naturales y criollos, siendo mi bisabuelo Esteban Mata quien hurtó a mi bisabuela Elena de escasos 14 años y en cuyo ramaje vendrían después centenas de familias con prodigios y certezas de la fuerza inicial de los gitanos.
Mi bisabuela elena como voto de castigo nunca hablaba, al verse despojada d e su familia inicial de la caravana, supo afrontar las cosas con valentía, pero también con sacrificio, pues al segundo parto moriría junto a la criatura y siendo mi abuela lipa y su pá´ los únicos sobrevivientes en una época donde llegaba la revolución y los gritos desesperados de sálvense quien pueda.
Alguna vez el escritor Víctor Hugo Banda se quedaba sorprendido en mi aseveración de cómo hordas de apaches asolaban suelo potosino en el hurto de mujeres y caballos, siendo hasta 800 víctimas las que, en un mar de llantos y desolaciones, auspiciaban la frenética jornada la huida con botines de guerra y desmanes con casuchas incendiadas y proclives al canibalismo y la alta brujería.
Trivial es por investigadores norteamericanos de cómo los chichimecas potosinos guachichiles eran invencibles por su gran descarga de puntería y actos horrorosos donde su fuerza física y su destreza atemorizaban a caravanas enteras de españoles que les urgía hacerse de buena vida gracias a las vetas de las minas zacatecanas y se les señaló por el abuso, lo inverosímil, inauditas formas heredadas de los pueblos del Chicomoztoc y los caudillos guerreros chichimecas uto aztecas que después asombrarían al mundo entero con la destrucción de las utopías toltecas y tepanecas y la instauración de los pueblos nahoas en la gran Tenochtitlan y sus milenios por delante.
…”El berrinche de la minoría: Hace 10 años un copetudo presidente usó su mayoría en Cámaras para hacer varias reformas, algunas repudiadas por millones de personas que marcharon, firmaron y se organizaron. Estas personas fueron señaladas por los medios como «revoltosos, huevones y pederos que no querían trabajar porque no entendían que el gobierno no te va a resolver la vida porque el cambio está en uno.» Aquel presidente tuvo las facultades para cambiar la Constitución y a pesar del descontento social la Corte lo avaló porque «ya estaba publicado». La frustrada oposición de aquel entonces tuvo muchas alternativas, incluso llenaban el Zócalo gritando «revolución», pero un líder canoso decidió optar por la vía pacífica y fundó un partido/movimiento social que consistió en que miles de simpatizantes recorrieran las calles, imprimieran volantes, sacaran copias, caminaran horas bajo el sol, pasaran la voz y fueran difamados de mil formas. Cientos, miles y millones de persistentes personas trabajaron por años por la vía pacífica con la esperanza de cambiar la Constitución siguiendo las reglas de la Constitución: Con la mayoría de votos. Finalmente se logró y el trabajo de décadas se convirtió en reformas. Pero hoy, los que hace años nos gritaron «huevones revoltosos» quieren hacer una revolución desde el sofá. Los que se visten de rosa y se autobautizaron «defensores de la democracia» insultan a las mayorías y manipulan la Constitución «para defenderla».
¿Quieren cambiar la Constitución?
Respétenla
¿Quieren volver a tener las mayorías? Hagan lo mismo que hizo un señor canoso chichimeca hace dos décadas: Trabajen. ¿Quieren volver a tener el apoyo de la gente? Escúchenla en lugar de insultarla. Que no les guste algo no significa que no sea democrático, a menos que lo que no les guste sea la democracia…”
Ponchando la aurora.