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viernes, 19 abril, 2024
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A los seres queridos se les debe disfrutar en vida, afirma velador del Panteón de Herrera

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ “Visitar a quien descansa en el camposanto no tiene sentido si no se hizo al estar con nosotros”

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■ Su trabajo le ha mostrado que la muerte no distingue de posición social, edad o sexo, expone

Visitar a los seres queridos que descansan en un panteón, llevarles arreglos florales y las pertenencias que más gustaban es común en esta temporada de Día de Muertos. Pero nada de esto tiene valor, si en vida no se dieron esas muestras de afecto a los seres queridos, señala Jesús Amaro Montoya, velador desde hace más de 7 años del panteón Francisco Herrera.

En este tiempo en que se conmemora el Día de Muertos, el panteón es visitado por miles de personas de diferentes edades y estatus económico, quienes llegan a dejar flores y objetos personales a sus fieles difuntos.

Sin embargo, las flores, los detalles y la atención de estar al pendiente de los seres queridos es algo que debe hacerse en vida y no cuando aquella persona se encuentra en una caja de madera, tres metros bajo tierra.

“A lo mejor en vida nunca los procuraron, no les desearon un bien, y hasta ahora, en Día de Muertos, vienen a dejarle lo que nunca, haciéndoles buenas casas, trayéndoles su buena comida, cuando no los trataron bien al convivir con ellos. Eso se debe hacer mientras estemos vivos y no hasta ahora que los pobres ahí están en la tumba, pues eso ya para que”, dice Jesús.

Comenta que este trabajo le ha mostrado que la muerte, finalmente, no distingue de posición social, edad ni sexo, pues llega por igual para todos; para algunos antes, aunque todos tienen su hora.

Su trabajo es caminar entre tumbas, algunas construidas humildemente con un montón de tierra y cruces de madera o de hierro en las que apenas se alcanza a distinguir el nombre del finado y la fecha de su nacimiento y de su muerte.

Otras lápidas son más ostentosas. Algunas llegan a tener piso y acabados de primera. Parecieran pequeñas viviendas en las que se acomodan las cajas de muerto. De igual manera, dice Jesús, son cosas que no se disfrutan.

Menciona que este tipo de lápidas son lujos innecesarios, y menciona que, incluso, quienes yacen en ellas no los tuvieron en vida. A eso no se le puede sacar provecho, y construir una tumba elegante sólo es una mala inversión.

“No le tengo miedo a la muerte, porque llegará el día en que vendrá por nosotros y tenemos que estar preparados para aceptar ese golpe. No siento miedo, y creo que no es cierto que los difuntos después se andan levantando de sus tumbas”, asegura el velador.

Aunque pasa la mayor parte del tiempo entre tumbas, no cree en las historias de aparecidos y piensa que no existen, que sus almas no penan en el camposanto como se quiere hacer creer con historias de ultratumba, aunque respeta las creencias de cada persona.

Opina que estas creencias son supersticiones, pues ha estado solo durante la madrugada en el panteón y no ha escuchado ruidos fuera de lo normal, excepto el que hacen los rehiletes que están en las tumbas de niños.

Don Jesús es originario de la localidad de Lobatos, en Villanueva. En su tierra, desde temprana edad se dedicó a la agricultura. Posteriormente se fue a vivir al municipio de Mazapil, donde laboró en Nuevo Mercurio durante varios años para sacar adelante a sus hijos.

Después fue velador en la empresa Gas Oro, donde laboró cerca de 20 años. Sus hijos lograron obtener un título universitario; uno de ellos estudió mecánica, dos más se fueron a Estados Unidos, otro es docente en la capital y su hija, que vive en el municipio de Enrique Estrada, también es maestra.

Actualmente en su trabajo comienza a las 15 horas a laborar y en la noche cierra las puertas del panteón, tras verificar que no se quede nadie adentro. Vuelve a abrir la puerta a las 6: 30 de la mañana.

En estos años de trabajo, comenta, solamente le ha tocado observar que llegan adoradores de la Santa Muerte a venerar la imagen que hay en este panteón. Aunque desconoce qué tipo de ritual hagan, no ha tenido problemas con estos creyentes.

En una ocasión, mientras estuvo de vacaciones durante una semana, se vandalizaron cerca de 60 tumbas en el panteón de La Purísima. Al iniciarse las investigaciones se le cuestionó al respecto, pero no tuvo información de la situación.

Explicó que uno de los policías que lo interrogó alegó que Jesús se había comportado de manera agresiva cuando se le cuestionó sobre este problema, pero aclara que la intención que tenía uno de sus jefes era cambiarlo a otro departamento.

Dice que a sus 80 años, ya es cansado cuidar el camposanto. Le pesa caminar desde los accesos, que son largos tramos, a cerrar las salidas, aunado a que tiene un problema en el ojo derecho.

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