El teatro y la vida

Esta semana se presta a sesudos análisis de corte revolucionario al conmemorar hechos que nos inclinan hacia la rabia contenida pero constructiva de nuestra apaleada sociedad. Después de cincuenta y un años parece imposible olvidar aquel 2 de octubre y las secuelas vengativas del estado mexicano contra su mejor generación desde la colonia y el remate brutal de la guerra sucia contra la valiente aunque ingenua juventud de aquellos días a través de lo que se ha denominado la guerra sucia que todavía hoy les da calambres a la ultraderecha infiltrada en todos los partidos y la gran cantidad de proburgueses y prosistema que parecen ser más que los que se exhiben, pues habiendo tan pocos ricachones en el país, nadie se explica por qué tienen tantos defensores entre los que apenas tienen un poco de educación y nada que comer. Paradojas que muestra la precaria cultura nacional.
También salieron a la calle los jóvenes en actitudes más retadoras que valientes para exigir el regreso de aquellos ya bienamados 43 que no aparecen y a las jovencitas y otras no tan jóvenes reclamando el derecho a decidir sobre sus cuerpos en sus manifestaciones coloridas y coloreadas en un movimiento verde marea que tantos prejuicios y perjuicios levanta entre las autodenominadas buenas conciencias y las autodenominadas conciencias progresistas.
Por cuestiones de prejuicios esta columna también se queda sin emitir opinión alguna al respecto de estos cuatro espinosos temas y abordará otro que no es menos alarmante y que tiene que ver con la vida cotidiana de la ultrabarroca Bizarra Capital y que tiene que ver con la cultura y la vida en contraposición a la incultura y la muerte.
En días pasados se suscitó un episodio sangriento que tiene que ver con los hábitos de los jóvenes citadinos. A media cuadra del Corazón Cultural de Zacatecas, el Centro Cultural Ciudadela del Arte, y atrás del emblemático Teatro Calderón, al calor de los tragos varios jóvenes fueron heridos de bala con el lamentable fallecimiento de uno de ellos. Las circunstancias se combinaron para que ocurriera este episodio indebido, al igual que muchos hechos similares que se siguen repitiendo con dramática frecuencia no sólo en el área conurbada sino en todo el país. Parece un drama siniestro e interminable en el que difícilmente hay alguien a quién culpar.
En los hechos que se mencionaron al principio, los buscadores de culpa siempre orientan sus flamígeros índices hacia una acusación sumaria: “Fue el Estado”. Pero en este caso, ¿a quién se acusa? Nadie obliga a los jóvenes a buscar las calles en busca de aventuras y psicoalertantes: pero nadie les prohíbe asaltar los antros en busca de emociones baratas siempre aderezadas con todo tipo de bebidas adulteradas o no. El compromiso es de todos, los buenos, los malos y los peores. Desde el nicho familiar, la convivencia vecinal, las escuelas, los centros de convivencia, la calle y, por qué no, las fuerzas del orden, desde una perspectiva moderadora, no represiva. A todos corresponde hacer la tarea para hacer valer el nombramiento a la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. Con que sea patrimonio cultural conurbado, para empezar, sería más que suficiente. Hay mucho qué hacer, de veras.
En fin, cada quién desde sus trincheras. En el Centro Cultural Ciudadela del Arte se iniciará un Taller de Teatro dirigido a jóvenes de 13 a 23 años. Si usted es padre de familia o un joven dentro de esa familia está ante una gran oportunidad de cambiar la tragedia humana potencial por lo menos hacia una de corte dramática. Los jóvenes deben tener opciones constructivas a través de la cultura y las artes. El Teatro es la mejor disciplina del mundo y la que ofrece a sus amorosos habilidades físicas y espirituales que no se encuentran en ninguna otra. Si alguien quiere aspirar a la felicidad perpetua, el Teatro es la respuesta.
Y a las pruebas me remito.