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lunes, 24 junio, 2024
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“Destape” y “dedazo” oligárquico a una falsa indígena

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Para muchos, el viejo régimen político mexicano ya es pasado, es historia. La realidad dice otra cosa. Sigue presente, puede y lucha por reconstruirse. La realidad también está mostrando que el régimen político es un todo con el patrón de crecimiento económico neoliberal y su funcionalidad es posible con la diversidad de aditamentos como el Estado de Derecho, la ideología (realidad falseada para encubrir, justificar y contribuir a la reproducción del estado de cosas), la corrupción, el sistema educativo y todas las prácticas que completan el cuerpo de la funcionalidad social.

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Días previos al Quinto Informe de Gobierno de AMLO, lo que queda de aparato político del anterior régimen dio ejemplo contundente de que, en la derecha corrupta, no ha cambiado la esencia y formas de hacer política. Tampoco ha cambiado la dependencia que del extranjero tiene la “vieja guardia” política (muchos la denominan “dinosaurios”), la que se mueve a indicaciones de agentes políticos y económicos a través de representantes como Claudio X. González, Vicente Fox, Felipe Calderón, Fernández de Cevallos, Salinas de Gortari y, como dijo el presidente AMLO, póngales los nombres que faltan a la decena de hombrecillos que decidieron, por “dedazo”, a la candidata de la derecha corrupta de México.

Es conocido que el “destape” de los candidatos del régimen político mexicano era un “dedazo” del presidente en turno, y aunque pareciera una decisión unipersonal en realidad fueron el instrumento de la oligarquía para reproducir el régimen político que mejor convenía a sus intereses económicos de clase. 

El corporativismo del régimen representó la manera mexicana de sumar a los no oligarcas (sectores populares -CNOP-, campesinos -CNC-, asalariados -CTM- y otros sectores como la llamada clase media de profesionistas y del comercio) a respaldar a quienes no representaban sus intereses. Por eso, el PRI nunca creó un sector empresarial priísta, aunque es al que mejor representaba, sus intereses siempre se mantuvieron ocultos.

El trasplante del neoliberalismo con Miguel de la Madrid, y luego con Carlos Salinas de Gortari (éste último habló del “neoliberalismo social”) mostró que el corporativismo resultaba un obstáculo social, político e ideológico para el nuevo modelo económico. La oligarquía, a través de su régimen político promovió cambios sustanciales en los documentos básicos del partido en el poder y paralelamente en la Constitución Mexicana, retirando postulados relacionados con el nacionalismo revolucionario, la economía mixta, la rectoría del Estado y permitiendo la privatización del ejido y de los bienes de la nación.

Al filo del cambio del modelo económico de crecimiento basado en el fortalecimiento del mercado interno, por otro que privilegió la apertura del mercado internacional (que terminó por destruir la planta productiva nacional, causó mayor dependencia y profundizó las desigualdades sociales con un crecimiento acelerado de la miseria) y la destrucción del corporativismo afloró el descontento al interior de las filas del propio régimen político y nació la “Corriente Democrática” del PRI, llevando como figuras visibles a Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Efigenia Martínez de Navarrete. Nada que ver con la izquierda revolucionaria.

Al nuevo modelo económico, social, político e ideológico le fue indistinto el nombre del partido gobernante. Más bien ocupó pasar del PRI al PAN porque programáticamente éste representaba mejor sus intereses empresariales neoliberales. Pudo verse con claridad, para quienes pudimos ver, que había una oligarquía económica y política internacional que, con la complicidad neocolonial de la oligarquía mexicana, resultaba preponderante en las decisiones nacionales y, de esa manera promovió alternancia de los dos partidos políticos de la derecha que homogenizaron los principios esenciales del neoliberalismo. Así surgió el PRIAN, al que después, triste y vergonzosamente, subordinaron al PRD.

En el instante en que la oligarquía pierde el timón del régimen político (2018 con el liderazgo de López Obrador, en buena medida enarbolando ideales reivindicadores que antes tuvo el régimen priísta y otros de nuevo cuño), se ve forzado a intentar innovar formas de hacer política sucesoria, más como copia a las emprendidas por la llamada 4T, pero termina en dar un nuevo “destape” (y curiosamente hecha por el propio presidente, que zorramente se entera de todo lo que tejen). Posteriormente, tras forzadas declinaciones culminan con el “dedazo” para dejar como abanderada de la derecha corrupta y neocolonialista a quien mejor representa esa práctica e ideología.

Pero la derecha ha dejado de pensar. Aferrada a que “el INE no se toca”, “la SCJN no se toca”, a que si tocan a Ricardo Anaya o a Cabeza de Vaca “nos tocan a todos”. Han terminado por confeccionar un programa real de “conservación” y restauración. Esa restauración integra también “la reconciliación” económica, política e ideológica que tanto promueve desde la 4T Ricardo Monreal. Habría que sumar el interés de que “no se hable de historia”, porque esa los delata cual son.

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