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sábado, 20 abril, 2024

Réquiem por la universidad popular

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Las declaraciones del presidente con respecto a que la UNAM había guardado silencio durante el periodo neoliberal, escandalizó a varios, y enojó a otros tantos.

Uno de ellos el universitario rector de esa institución el Dr. Enrique Graue, a quien respaldó el universitario Leonardo Lomelí, enumerando 120 libros editados por la UNAM en las que se criticó al neoliberalismo.

Sin duda la declaración del presidente, como casi toda generalización, es imprecisa y quizá llegue al punto de desafortunada.

Justamente en la UNAM hace unos veinte años se libró una de las más importantes batallas por la gratuidad de la educación, y ha sido un espacio donde se discute lo público, hasta por quienes no tuvimos la fortuna de estar en sus aulas.

Pero pese a sus historias de lucha y academia, de análisis y crítica, también tendría que admitirse que la UNAM, y la gran mayoría, si no es que todas las universidades públicas del país, han quedado lejos de lo que la realidad y las necesidades del pueblo de México requieren de ellas.

No han estado ahí lo suficiente acompañando la lucha de los estudiantes de las escuelas normales rurales por un modelo educativo que dé oportunidad a los jóvenes de condiciones más pobres. Ese modelo que además busca formar profesores que se conviertan en líderes comunitarios, de los que contribuyen a la transformación social.

Tampoco se les ve como vanguardia del feminismo, si bien muchas de las activistas feministas son universitarias, su formación obedece a factores multifactoriales en los cuales su alma mater juega un papel relevante, pero se antoja difícil que sea fundamental, en el estricto sentido del término.

El nivel de acoso sexual denunciado en las universidades, y la necesidad de dar a conocer los casos en tendederos públicos, como única opción ante la impunidad, hacen pensar que no son esas instituciones educativas un espacio de libertad y seguridad para mujeres.

Menos aún las universidades en su conjunto han apoyado las luchas de la diversidad sexual, o no lo suficiente. Viene a mi memoria la carta abierta que el rector de la Ibero, David Fernández, escribió cuando el debate se centraba sobre los matrimonios igualitarios, y el contrastante silencio de las universidades públicas en el tema.

Poco queda de aquellos sindicatos universitarios solidarios que estaban prestos a sacrificar un día de salario en apoyo a otras luchas sindicales o sociales.

Ya empiezan a surgir las notas periodísticas advirtiendo las dificultades de la Universidad Autónoma de Zacatecas para los gastos de cierre de año, y ni siquiera por esa dolorosa realidad compartida con otras instituciones se les vio solidarios con la retención del salario que vivió CECYTEZ, o las preparatorias estatales.

Lejos quedaron también las universidades públicas y populares, que eran la opción para quienes no podían pagar una escuela privada, porque ahora es la UAZ misma, por citar el ejemplo local, la que le dice no a algunos estudiantes, quienes encuentran espacio en las universidades privadas a costa de grandes sacrificios económicos familiares.

Salvo contados cuerpos académicos, y proyectos muy específicos, las colonias y comunidades de Zacatecas son el terreno de exploración perpetua de los estudiantes de la UAZ, que se gastan la pólvora en los diagnósticos, y poco hacen por modificar el estado de cosas que encuentran en la vida real.

La UAZ, otrora universidad científica, crítica y popular, hoy ofrece algunos de sus cursos en diez mil pesos, y organiza concursos de emprendedores muy lejos del espíritu social que por años la hacía parte del corazón del estado.

Al contrario, en tiempos tan difíciles como los actuales, dónde la violencia y la inseguridad son pan diario, la discusión pública versa sobre las opciones para evitar que los estudiantes de medicina hagan servicio social en las comunidades peligrosas -comprensiblemente- pero poca preocupación hay sobre cómo quedarán los habitantes de esos lugares para quienes ausentarse de sus hogares no es opción.

Esa idea individualista del “sálvese quién pueda” es la mejor evidencia de que el pensamiento neoliberal penetró y caló hondo en las universidades, desde la negociación salarial individual por encima del contrato colectivo, hasta la búsqueda de la simple y casi exclusiva superación individual de sus estudiantes.

Es verdad, los ejemplos contrarios existen y no tienen el reconocimiento suficiente. Pero a la luz de la realidad y del país y del estado que tenemos hoy, ¿Quién podría negar que a este mundo le hace falta más universidad y a la universidad más mundo?

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