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viernes, 9 mayo, 2025
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No vi la luna azul, hay tiempo nublado

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Por: QUITO DEL REAL •

  • El son del corazón

-El Dr. Videgaray suele aparecer ante el público pronunciando un discurso a seguidilla, trama peculiar de un personaje que, se supone, sabe lo que dice y que está seguro de ello. Él no se pierde en modulaciones innecesarias, ni en molestas aclaraciones. Va al grano.

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No es partidario de la autocrítica; aunque lo contradigan, no sabe regresar atrás, a las declaraciones emitidas en ciclos anteriores de su actividad como poderoso funcionario federal. Eventualmente, gusta rociar sus frases dilatadas con dos que tres cifras de tendencia ascendente, nomás para darle un acabado picosito al platillo retórico in comento.

La línea académica de la que procede el Dr. Videgaray, ya sea en el ITAM o el MIT, no admite alumnos dubitativos. Desde un principio, en su examen de ingreso les lee la cartilla. Ahí, por ejemplo, notifica a sus enigmáticos alumnos acerca de su próximo adiestramiento para dirigir, bajo la fría tutela de los índices y los parámetros económicos, a una empresa o una sociedad; pero si les seduce el poder político, asimilarán una ruda formación de Estado, aunque ésta no sea la tradicional, la que apuesta por un futuro de decisiones de mano de la política, y con el auxilio de una formación social, de la sensibilidad y la experiencia.

La visión escolar de la que procede el  Dr. Videgaray no se dispersa en los temas de la solidaridad social o el Estado benefactor. Ella pretende ser exacta, concreta,  a lo que va. Sin disminuirse a sí mismos, esos extraños hombrecillos, con sus oscuras vestimentas, corbatas funerarias y holgados portafolios, asisten a sus clases para chapotear en la ortodoxia económica y para rendir culto a la razón inalterable del orden macroeconómico.

-Cuando expone el Dr. Videgaray parece que escuchamos la voz de un cuáquero dispuesto a trocar, con su profético discurso, la versión tradicional y pre-moderna de una sociedad, convencido en dislocar su estructura y construir otra hecha de sólidos ladrillos, de pilares de acero inoxidable, capaz de resistir los recios impactos de la economía mundial.

Nuestro personaje mantiene su rostro pétreo, el tono de su voz no descarrila. Ni siquiera sonríe a la hora de echar su acostumbrado discurso salpicado de buenas nuevas, de crecimiento sostenido en esto o lo otro, de expectativas sanas y de fortalecimiento económico sin precedentes en los anales del país. Su temple apolíneo es evidente; es como si una voz interior, misteriosa y grave, dictara cada una de las frases reproducidas por el doctor.

Seguramente, no le arredra que su voz carezca de texturas y matices; la asignatura melodramática no inquieta su actividad demoledora, porque lo suyo se limita a hacer anuncios contundentes, donde la Reforma Económica es el personaje estelar, a cuyo religioso cumplimiento debe someterse todo lo demás, en cuerpo y alma, incluyendo a quienes denuncian la criminalidad intrínseca de cada uno de los tópicos en que insiste, con autismo evidente, el Dr. Videgaray.

-Y, en efecto, el Dr. Videgaray justifica su función con la idea machacona de proveer estabilidad, como prioridad fundamental del presente gobierno. Para ello, desarrolla un lenguaje propio, donde los términos “blindaje”, “fortaleza”, “rumbo”, etc., reiteran acerca de una realidad económica que, según él, no debe ser operada en el marasmo. Es evidente el sonido falso y ampuloso con que desea transmitir tranquilidad a los dueños del poder económico de México.

En efecto, la plutocracia mexicana tiene, como siempre, un trato preferencial. ¿Qué importa la gente, cuyos índices de pobreza demuestran la lejanía e ignorancia con que el gobierno federal responde al tema social más lacerante de México? Pero la realidad está ahí: a través del 2015, el insistente rompimiento del máximo histórico de la paridad peso-dólar, nos grita con el alma en la mano que, aguas, ahí viene el lobo.

No obstante, la devaluación de nuestra moneda en el presente sexenio, en casi 30%, sólo concita al Dr. Videgaray (al alimón con el Dr. Carstens) a considerar que sufrimos una volatilidad financiera, situación de suyo manejable, para la que estamos bien preparados. ¡Y lo dice con una frescura! El tiempo nublado del país atrae peligrosas cargas eléctricas, de miedo como para ponernos de hinojos y rezarle al santito de nuestra devoción. Y, en cambio, Luis Videgaray Caso afronta el periodo con palabras lacónicas, como expulsando los malos augurios con mandalas y retruécanos mágicos.

-Pero las graves condiciones de la economía y los riesgos que atrae sobre su “blindado” tipo de cambio, lo obligó a aceptar que “es posible que continúe la volatilidad en los mercados financieros internacionales” y elevar de 52 a 200 millones de dólares el monto de la subasta diaria de divisas sin límite de precio y reducir 1.5% el límite para subastar otros 200 millones cuando el dólar Fix, reducto para pagar obligaciones en moneda extranjera, eleve su precio en esa proporción.

Esa medida (visionaria, según los editorialistas adeptos a los cheques del gobierno), durará del 31 de julio al 31 de septiembre de 2015, cuando seguramente ya habremos perdido en el experimento cerca de 9 mil millones de dólares en reservas internacionales, sin poder asegurar que se recuperará el tipo de cambio que prevalecía seis meses atrás.

El hermetismo escénico del Dr. Luis Videgaray Caso tiene por límite a la misma realidad. No deberá sorprendernos cuando la tiesura musical de su discurso se transforme en una onomatopeya de dolor. ■

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