Vivimos en México, subsumidos en un guerra “confusa e incierta”, en medio de atrocidades que parecen no tener fin, nos enfrentamos a problemas complejos a la hora de interpretar sus causas y consecuencias, especialmente aquellos elementos que ligan al crimen organizado con el funcionamiento del capitalismo global, las interfases son múltiples, en este sentido, son reveladores los estudios de redes de macro criminalidad, en la medida en que ayudan a mostrar las relaciones entre algunos integrantes, de la clase política, con algunos integrantes de la clase empresarial, incluyendo a la misma delincuencia organizada, si bien este análisis debe ampliarse a nivel internacional para tener una cartografía que incluya, por ejemplo, el papel de los Estados, de los centros financieros, del comercio de armas, de la interrelación entre economía legal y economías ilegales, etc., podemos avanzar la hipótesis de que la urdimbre y las tramas del poder económico, político y criminal, se han imbricado ya en un metabolismo sinérgico- depredador, constituyéndose en un tipo de “orden crimilegal”, donde logran coexistir en una confluencia perversa orden y caos; desmontar este tipo de orden es una tarea que exige una transformación social, económica, política (democrática) radical.
La interpretación de que la situación nacional apunta hacia la entronización de un tipo de régimen crimilegal, que parece tener una gran capacidad de hacer ‘metástasis’ en otras geografías y países, por lo que se estaría expandiendo, aprovechando su capacidad de insertarse en diferentes tipos de formaciones social-históricas, lo vemos ya a nivel internacional -basta recordar a Colombia-, así como a lo que sucede en otros países de Centroamérica y Sudamérica, para constatar las formas de su proliferación.
Preocupan, especialmente, las formas en que esta tendencia a la entronización de un ‘orden crimilegal’ como tendencia visible en nuestro país, abocados a ‘administrar’ de ese modo, una de las funciones asignadas dentro de la división internacional del trabajo, se estarían entrecruzando con otras tendencias en las que el capitalismo contemporáneo está enfrascado, generando un curso de acción que nos conduce directamente a un escenario de ‘guerra total’, la clave es la defensa de un orden unipolar, y la defenestración de un posible orden multipolar. Podríamos caracterizar esa dinámica bélica en curso de realización, por -entre otros- los siguientes factores: el fin del neoliberalismo, la creciente fascistización de los regímenes políticos, la orientación hacia la extrema derecha, la destrucción de los casi inexistentes mecanismos de verdadera democracia que aún perviven, el abandono del combate al cambio climático y a la destrucción ecológica, privilegiando la carrera armamentista, sin olvidar el peligro creciente de una conflagración nuclear, etc.
Debemos interrogarnos sobre cómo se modificaría la división internacional de funciones entre el Norte y el Sur Global, como consecuencia de la ‘guerra total’, y de la acumulación financiada, en crisis -ella misma igualmente atravesada por un conflicto decisivo mayor, la lucha entre potencias por la hegemonía a nivel mundial- y cómo eso modificaría la administración de un orden crimilegal (la combinatoria de orden y caos), sobre determinada por el progresivo escalamiento de la guerra, y de la superposición de la lógica amigo/enemigo a escala global, entre los imperialismos en pugna, y el modo en que se articulará esa escala con la lógica amigo/enemigo a nivel local, y el giro que podría dársele a la guerra confusa e incierta que vivimos, con todo lo que el clima bélico supone: militarización, autoritarismo, fascistización, a lo que habría que agregar las consecuencias del cambio climático, de la destrucción ecológica, y del progresivo agotamiento de fuentes energéticas y otras materias primas.
Es urgente romper el sistemático control ejercido a través de los medios de comunicación, ese control ‘normaliza’ el involucramiento de las ‘audiencias’ para lograr que se acepte el marco mental impuesto, basado en la interiorización de la lógica amigo/enemigo, con todas sus consecuencias: ubicarnos a favor -o en contra- de una de las coaliciones bélicas, limitándonos a darle seguimiento a las ‘victorias’ o ‘derrotas’ en el conflicto, de acuerdo a narrativas fabricadas en función de los principios de la ‘propaganda de guerra’ el resultado es lo que estamos ya constatando, la inmensa mayoría de la población está absolutamente malinformada, no existe ni se ve que se constituya, un movimiento contra la guerra con la suficiente potencia para imponer un curso de acción, capaz de poner un alto a la demencia bélica que hoy ha comenzado a arrastrarnos a una vorágine autodestructiva.
Es urgente abrir círculos de estudio – no solo a nivel académico- sobre las causas y consecuencias de la ‘guerra total’ por la hegemonía global entre Estados Unidos y la OTAN -la alianza atlantista-, Rusia y -principalmente- China, analizando las formas en que esa dinámica estaría sobre determinando lo que suceda con la guerra ‘confusa e incierta’ que estamos viviendo en México. Necesitamos entender la forma en que la política imperial buscará imponer un tipo de régimen político, incluyendo la forma en que se combinarían orden y caos, para que los distintos países se articulen de manera funcional a las necesidades que la confrontación bélica exige, conforme la guerra continúe escalando.
Solo elucidando la situación mundial contemporánea, comprendiendo -entre otras- las claves arriba expuestas, podremos ser capaces de resignificar la paz y de generar un movimiento capaz de replantearse la relación entre guerra y revolución en estos tiempos de densa oscuridad.