11.9 C
Zacatecas
viernes, 29 marzo, 2024
spot_img

Tratado de bengalas: Alma Karla Sandoval

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Armando Salgado •

La Gualdra 412 / Entrevistas / Poesía

- Publicidad -

 

 

Alma Karla Sandoval (Zacatepec, Morelos, 1975). Poeta, periodista y profesora. Cuenta con más de veinte libros publicados. En 2010 y 2018 se le concedió la Beca de Creadores e Intérpretes con trayectoria del PECDA. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo AMMPE 2011, y el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Recibió, por su primera novela, el Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro 2015 y el Premio Nacional de Poesía “Noble y Leal Ciudad de Tepic 2015”. Obtuvo el Premio al Mérito Periodístico 2019 y el Premio Nacional de Poesía María Elena Solórzano 2019. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, rumano, portugués y ruso. La obra y el pensamiento de Alma Karla Sandoval pone al centro de la mesa la realidad actual, profundiza en todas sus capas posibles, además de que visibiliza esas otras posibilidades para constituirnos como personas y lectores apegados al diálogo, desde un ánimo comunitarista, empático, solidario y resiliente. Sin duda es importante conocer sus libros publicados y leerla ampliamente en todos los géneros que ha incursionado.

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Armando Salgado: Tu libro Tratado de Bengalas (Mantis Editores/Secretaría de Cultura de Guerrero, 2015) es un álbum existencial donde la poesía arriba a ese muelle desmedido que es la vida; ¿qué te llevó a su escritura?, ¿qué otras lecturas han sido determinantes para ti?

Alma Karla Sandoval: El alma quema. Por ahí dicen que el oficio del poeta es arder. Desde muy joven viví en obra o atizando esquirlas. Ese mito alimentó una obra que no estaba buscando. Tratado de bengalas tardó cuatro o cinco años en cuajar, en ser lava negra. No me atrevía a publicarlo o enviarlo a concursos. Una especie de piromanía del secreto, de contención o duda instaurada en la altura de esos poemas me detuvo, pero valió la pena. Al final ganó un premio y vio la luz en una de las mejores editoriales de poesía en nuestro país.

Me gusta que lo definas como un álbum. Dolores Castro, una de nuestras grandes maestras, siempre repite que la poesía salva el instante. Con esa idea abraza a Bachelard quien desarrolló, para ventura de los poetas poseídos por las visiones de una lengua intrasmisible, el poeticoanálisis. Para mí, el instante poético es suicida, no se puede salvar. Sólo capturamos la sombra. A lo sumo, un poema relampaguea. Eso intento: retrografiar o futurografiar desde la ficcionalización de las emociones. Me interesan esas tentativas llamadas poemas dibujados con música existencial, pero llena de ecos; algunos desde el acorde del salmo o el conjuro capaz de erigir insólitas arenas dramáticas.

Mis lecturas fundantes responden a distintas tradiciones. He leído de todo y desordenadamente. Así que mi cultura poética proviene de la laicidad de la conversación con gente de la que me enamoro, admiro o aprendo. No podría elegir bando entre Efraín Huerta y Octavio Paz porque soy poéticamente Malinche: no traiciono, sobrevivo. Me reconozco lectora contumaz de la poesía escrita por las sudamericanas, plumas como las de Delmira Agustini, Marosa di Giorgio, Ida Vitale, Idea Vilariño, Blanca Varela, me han marcado, pero también los poetas conversacionales de México: López Velarde, Bonifaz Nuño, Sabines. También venero la vanguardia francesa desde el perfume de sus tóxicas y siniestras flores, hasta el delirante encaje exótico llamado Modernismo. No obstante, creo más en poemas que en poetas, en azarosos heterónimos.

 

AS: Eres egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García: ante los escenarios actuales en México y los diversos conflictos que se extienden por el mundo: Chile, Bolivia, Haití, España, Honduras, Brasil y Hong kong; como escritora y mujer, ¿qué debemos hacer?, ¿qué otros elementos consideras necesarios para favorecer una sociedad más justa, democrática e inclusiva?

AKS: En México sobrevivimos a un paisaje forense. Ahora, en diversas partes del mundo, la postal que impera es la de una barricada. Celebro esas resistencias y deploro la circunstancia necropolítica de mi nación. He tenido la enorme fortuna de viajar más de lo esperado para formarme, para escribir en otros climas, compartir e intentar crear conocimiento. Acabo de llegar de una residencia artística en Barcelona cuyo tema fue políticas de la diversidad, sus alcances y limitaciones globales, pero también el estudio de las grietas por donde se cuela la luz cuando un fantasma golpista recorre el mundo. Ahí, conversando con personas de distintos continentes, acariciamos el arte como posible alternativa, coincidimos que la poesía, a veces, se convierte en una estrategia de supervivencia. Pero también otro tipo de voluntad, la dialógica, que nos ayude a comunicarnos desde un ánimo comunitarista, empático, solidario, resiliente donde vayamos al encuentro con el otro como escribió Amin Maalouf: “Con los brazos abiertos y la cabeza en alto”.

Los feminicidios imparables, las olas migratorias infinitas, los campos de refugiados que se reproducen como por generación espontánea, las protestas en las calles de ciudades de Ecuador, Chile, España, Líbano, Haití, Honduras, Bolivia, Irak, Brasil, Honk Kong, son potentes síntomas de que el neoliberalismo snuff y su cáscara podrida, el capitalismo gore, fracasaron. Junto a ellos, el patriarcado asesino que revela el ethos sicótico de una cultura misógina normalizada desde la falencia, esa política ficción, que a las mujeres nos imponen. De ahí que la filosofía de género, la que deconstruye críticamente ese orden letal, sea un buen instrumento para empoderar la exigencia de inclusión, de igualdad, de respeto a los derechos, pero también a la puesta en crisis de sociedades neoconservadoras dispuestas a votar por la ultraderecha.

 

AS: Recientemente publicaste Cartas a una joven feminista: ¿qué autoras nos sugieres leer para entender la relación entre feminismo y nuestra cotidianidad?, ¿de qué forma podemos reducir la violencia simbólica que existe en nuestra prácticas diarias?

AKS: Sí, se habla de genealogías feministas y las olas que las mecen. Hace un mes publicamos, la poeta Denisse Buendía y yo, el primer diccionario feminista de México titulado Vocabularia. Va acompañado de Feministario, una cartografía de 31 feminismos, es decir, de las principales orillas teóricas que hasta el momento podemos rastrear globalmente cuando hablamos de un tema aún satanizado, leído con miedo, mirado desde el prejuicio y condenado por la incomodidad que produce. Hay mucho desconocimiento y esa ignorancia es violentísima porque las mayorías no entienden lo que es el feminismo. Nos lanzamos en esa aventura editorial dado que Cartas a una joven feminista tuvo una respuesta sorprendente que me llevó a viajar, desde principios de 2018, por muchas partes del país y a presentar esa obra en Canadá, Colombia, Argentina y España.

Considero que esta cuarta ola se alzó con el aire de movimientos como #MeToo o #NiUnaMenos los cuales denunciaron una realidad que no podía seguir ocultándose: la de la opresión de género normalizada y acolitada por una pedagogía de la crueldad que promueve la construcción de las masculinidades desde el acoso, el maltrato, la violación, la tortura y/o el crimen de los sujetos inferiorizados: niñas, niños, mujeres, transexuales, etc. Esas cartas, así como Las delatoras, un estudio sobre las mujeres patriarcalizadas que vigilan la buena salud del orden falocrático –donde comparto créditos con Elena de Hoyos–, conforma una tetralogía sobre feminismo que en menos de un par de años escribí sin darme cuenta.

Supongo que es el resultado de al menos dos décadas de lectura apasionada, de incontables viajes, de cientos de horas frente a grupos universitarios, de talleres, de activismo, de baile sobre el fuego porque el riesgo siempre está latente. Mi padre, también activista, fue amenazado y levantado por denunciar la corrupción de dos alcaldes en el municipio más pobre de Morelos. Sin el feminismo como escudo de Medusa (que no de Aquiles), como lámpara, brújula, talismán o campo de fuerza, no habría logrado hacer frente al temor, a los microexilios que he estado padeciendo, a las diversas violencias de toda clase que reconozco debajo de la piel y ante las cuales me alzo gracias a la sororidad y el affidamento, ya que como dicen las morras en las marchas: “Me cuidan mis amigas”.

Ya dije que leo en desorden, pero las diosas de la pasión están de mi lado y me cobijan con una matria que sí, es una inmensa biblioteca portátil. Las obras de las expertas, críticas, teóricas o filósofas de género, como gusten llamarles, es amplio y va en aumento. Personalmente, María Zambrano, Lou Andreas-Salomé, Simone de Beauvoir, Victoria Camps, Adela Cortina, Amelia Valcarcel, Rita Segato, Silvia Federici, Francesca Gargallo, Celia Amorós, Carla Lonzi, María Milagros Rivera Garretas, Marcela Lagarde, Sylvia Marcos, Graciela Hierro, Virginie Despentes, Paul B. Preciado, Mary Beard, Fatema Mernissi, entre otras, son y serán la constelación que me aleja del naufragio.

Algo más, la violencia en contra de las mujeres no es sólo simbólica, sino estructural, sistémica, oxigenada por un neomachismo intelectual cuyo mansplaining y otras prácticas sexistas robustecen a este patriarcado posmoderno que también se ha sofisticado para intentar contener los avances del feminismo.

 

AS: A partir de tu experiencia como maestra en Literatura Latinoamericana: ¿qué papel tiene el feminismo en la literatura?, ¿cuál crees que será el futuro de la literatura Latinoamérica escrita por mujeres?

AKS: Si las mujeres que leen no se soportan porque son temidas; las que escriben son una amenaza nuclear, un desastre, un modo anómalo de situarse en el mundo que debe ser invisibilizado. El genio femenino se oculta, se menosprecia, se le mira como un delirio, una ocurrencia, una excentricidad, una enfermedad del alma o una histeria que se caricaturiza o se endiosa porque las escritoras suicidas parten precisamente por eso, porque no soportan su genialidad en este mundo que las convence de que es más fuerte que ellas. El papel del feminismo en la literatura, ergo, tiene una misión: oponer a la necroescritura, la bioescritura de una expresión potente, apasionada, lúdica, sensorial, valiente y vibrante. Quiero decir, más Colette y menos Woolf.

Ser mujer en América Latina no es lo mismo que ser hombre en Suecia, por decir algo. Lo digo porque la fuerza del Boom latinoamericano proviene también de su contexto histórico. A la brillante nómina de rasgos que lo caracterizó: mito, exilio, identidad y experimentación formal, se suma la defensa de una utopía revolucionaria que, en su tiempo, García Márquez defendió desde la hipérbole y Cortázar desde la llamada del juego, pues en términos kunderianos, ésta fue la patente de corso de una literatura de exportación. El cronotopo también manda. En ese sentido, la literatura de las latinoamericanas guarda en sí la potencia de la semilla del baobab porque somos sobrevivientes y nuestra tradición vilipendiada, silenciada, enterrada, perseguida, resurgirá a ahora que rompemos el silencio y nosotras mismas nos estamos leyendo, buscándonos en las bibliotecas de viejo, rescatando las primeras y únicas ediciones de escritoras mexicanas de la talla de Marcela del Río, Luisa Josefina Hernández, Tita Valencia o María Luisa Mendoza.

 

AS: Compártenos lo que hace diariamente Alma Karla Sandoval: ¿qué hace cotidianamente para disfrutar su día a día?

AKS: Leer, dar clases y escribir. Pero pensar y gozar leyendo, conversar enseñando y escribir refrendando la lección que me acaba de dar la tremenda escritora argentina, María Moreno: “No matar la palabra, pero tampoco dejarse matar por ella”.

 

 

 

Preludio de lectora

[Del libro Por defecto de melena. Premio Nacional de Poesía María Elena Solórzano 2019]

Que mañana pases de largo, sin esa leyenda de semillas
que arroja tu presencia o un ejército de copos de nieve batallando en el aire.
Deseo la lluvia que cae sobre la lluvia cuando es de noche y hay un desierto en la alfombra. Que sea definitivamente viernes cada domingo de tu vida.
Ojalá te den ventana con vista a un grosellero cuando
te aprisione la piel de una persona-jaula.
No llegues a morirte de cometas en los ojos
como la gente que llora verano y en vano vuelve.
Si juegas con el amor, dispara en defensa propia y vete.
No te quiero con palabras muertas en la boca,
más bien con un país recién nacido debajo de la lengua.
Cuando haga frío, no olvides la capucha guinda
ni las zapatillas de vidrio de marzo.
Hoy se abren dos eclipses como manzanas de Adán,
esas mentiras que crecen por defecto de garganta,
esas manos para ahorcar al mensajero,
ese paraíso cuyo áspid es un aguafiestas.
Pasa de largo igual que una plaga de langostas,
que una peste negra, pasa de largo.
Quiero ver cómo te marchas
desde esta airada esquina del insomnio.
Necesito respirar por defecto de melena.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -