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viernes, 19 abril, 2024
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Manuel Felguérez 90 años de pasión por el arte y la vida

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

La Gualdra 365 / Manuel Felguérez 90 Años

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Manuel Felguérez Barra nació un 12 de diciembre de 1928 en la Hacienda de San Agustín del Vergel, en Valparaíso, Zacatecas. Migró junto con su familia a la Ciudad de México cuando era apenas un niño, pero nunca ha dejado de estar presente; de él sí podemos afirmar que es profeta en su tierra. No sólo es reconocido por su indiscutible aportación a la historia del arte mexicano, su bonhomía además le ha llevado a ser considerado como uno de los artistas más queridos y admirados en Zacatecas.

El pasado 25 de octubre la Universidad Autónoma de Zacatecas le otorgó el Doctorado Honoris Causa; en el marco de las celebraciones por sus 90 años, el maestro Felguérez nos otorgó parte de su tiempo para platicar sobre sus planes y futuras exposiciones, su vida, sus recuerdos de Valparaíso; en esta entrevista además reflexiona sobre el por qué del estado actual de la cultura y las artes en el Estado. Aquí parte de esta conversación que agradecemos profundamente nos haya concedido.i

Jánea Estrada Lazarín: Es usted un artista migrante, como la mayor parte de nuestros habitantes de Zacatecas. Decía García Ponce que usted tenía la particularidad de regresar siempre al punto de partida… tenía usted aproximadamente siete u ocho años cuando el municipio de Valparaíso lo vio partir a la Ciudad de México, pero siempre regresa… ¿cuál es el ancla?

Manuel Felguérez: Pues mira, físicamente soy güero de rancho… aquí somos así conocidos, en esta zona hay gente medio güera, ¿no? [ríe] Yo soy de ésos. El municipio en el que nazco es efectivamente Valparaíso; la hacienda se llamaba San Agustín, pero tenía otro “apellido”, se llamaba San Agustín del Vergel porque está

en un ejido llamado el Vergel; o sea que imagínate los dos nombres: el paraíso y el vergel, se supone que fui muy afortunado. Lo recuerdo como un lugar bellísimo, sobre todo el de mi infancia, seguramente la mitad es imaginario… como el río que cuando voy ahora lleva poca agua, pero en mi infancia lo recuerdo como un tremendo río… Tuve mi caballo, se llamaba azabache porque era negro.

El maestro Felguérez sigue recordando sus años de infancia, se deja llevar por el recuerdo de esos primeros años de vida en los que la situación del país era sumamente conflictiva por los levantamientos armados…

MF: Siempre en las haciendas teníamos la ventaja, que como éramos los malos, teníamos mucho servicio porque había mucho campesino que vivía y trabajaba la tierra. En esa ápoca la hacienda, mi padre, había aguantado parte de la revolución, el movimiento cristero… y yo nazco prácticamente al fin de ese movimiento. A los peones de la hacienda generalmente se les llamaba “los leales”, porque los que no habían sido “leales” estaban metidos en el agrarismo, y el agrarismo no era pasivo, eran bastante bravos; el arco de la entrada de la hacienda estaba lleno de rifles… había corneta, se tocaba y los leales subían a la azotea a defender la hacienda. No era un lugar pacífico, creo que nunca ha sido, pero en ese momento fue muy complicado.

Pocas veces habla de su familia, pero en esta ocasión, hablar de su infancia lo lleva a compartir el recuerdo de sus hermanos…

MF: Tenía dos hermanos más chicos que yo. Tuve una hermana que se murió al año y que está enterrada en el panteón de Valparaíso; mi madre se pasaba buscando dónde había quedado y nunca encontró el lugar exacto de dónde quedó. De Valparaíso prácticamente en el momento que salimos, salimos todavía con una guardia armada, a caballo, cuidando a la familia hasta que salimos de la zona. Y ya no volví nunca a Valparaíso hasta que tenía como 60 años.

En 1988, Manuel Felguérez recibió por parte de Gobierno de la República el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes; pero desde principios de la década de los 70 había sido nombrado Miembro de Número en la Academia de Artes de México y había recibido distinciones internacionales como la del Premio de Honor en la XIII Bienal de Sao Paulo en Brasil por El espacio múltiple.

MF: Fuera de Valparaíso, más cerca de Fresnillo, teníamos una pequeña propiedad que se conservó porque teníamos lo que se llama “los medieros”, con los campesinos se hacía un contrato: “yo pongo la tierra, tú pones la semilla y en la cosecha vamos a tanto cada quien”. Por eso había que ir a firmar los contratos -yo no, mi madre- y a ver lo de la cosecha, a que se pesara para ver cuánto le tocaba a la familia. Eso hacía que regresáramos una vez al año.

Su familia regresaba a Zacatecas periódicamente, de ahí que en la ciudad tuvieran una casa en la Calle de Arriba -la Guerrero- de la que todavía conserva fotografías y recuerdos, sobre todo por la vecindad que tenía con otra familia de artistas, la de los Coronel, que vivían en la Calle de Abajo, con quienes tendría después una amistad cercana.

MF: A Valparaíso, años después, el regreso fue muy emotivo porque me recibieron con fiestas y banderitas en la plaza central, con los niños de las escuelas, ésa fue una vez muy bonita; pero otra fiesta que me hicieron fue con Meche… nos recibieron en un coche del año 50, de esos convertibles. Entonces íbamos sentados ahí, recorriendo toda la población [ríe]… todas las escuelas salieron, con niños con banderitas en las manos y adelante del coche iba una pick up con la banda… íbamos con música y banderas recorriendo Valparaíso… Eso no cualquiera, ésos son de los grandes recuerdos… del cariño.

Manuel Felguérez disfruta de las cosas más sencillas de la vida; recordar esos momentos en su tierra lo lleva también a hablar de la comida que más le gusta, la de su tierra…

MF: Me gusta la comida… la comida dicha zacatecana, toda, pero me gustan la tortilla y los frijoles, sobre todo. El queso de lumbre… el de Valparaíso, el clásico que es riquísimo fresco y cuando se hace viejo también sigue sirviendo; de ése cuando vengo siempre me llevo bastante. Muchas veces, con años de venir, la gente me ha regalado cosas… en este caso miles de veces regreso cargado del queso que me han regalado. Siempre la comida… Te cuento una anécdota boba, mi padre me llevaba a tomar helados a un lugar famoso en México y me decía “Qué quieres tomar, Manolo” -porque así me llamaba mi padre-, y yo le contestaba: frijoles. Y hacía unos corajes… [ríe otra vez mientras imita la voz de su padre] “¡Cómo frijoles, Manolo, te traigo a que comas pastel!”. De aquí se me quedó el gusto por los frijoles y el queso, el gusto por la comida original; me sigue encantando comer con tortilla y me encanta cuando vengo a Zacatecas la forma en la que voy consiguiendo cositas… el queso de tuna también le encantaba a mi madre. Siempre llevo mi queso de tuna, cada vez hay menos, todavía lo consigo en el mercado, pero ya no es tan fácil.

Así es el maestro, honesto, sencillo, el que dice a manera de broma que uno de los defectos que tiene es el tener muchos años… Manuel Felguérez, quien ha tenido el privilegio de hacer siempre lo que más le gusta y que dice también que cuando no tiene nada que hacer pinta… y “como cada vez tengo menos que hacer, cada vez pinto más”.

JEL: A qué atribuye usted el estado actual de las cosas en Zacatecas en cuanto a arte y cultura se refiere… porque tenemos un movimiento muy interesante en el Estado…

MF: Mira, como que entre otras cosas hay la herencia. Por ejemplo, cuando preguntan ¿por qué hay estados que no tienen ni un pintor y en Zacatecas hay tantos? Pues te agarran siempre descuidado, pero debe ser por… y ya les repites a López Velarde, por el cielo y la tierra; sabes que tienen color, pero no nada más eso. Entras a Zacatecas y estás envuelto en color; las primeras imágenes religiosas

de que tengo recuerdo en mi vida son las de mi visita a Guadalupe; me encantaba ir a ver todos los santos de Guadalupe… había un San Francisco que se acercaba uno y se paraba -creo que ya no se para- en el coro. Todo esto son vivencias infantiles, la vivencia infantil… nace uno rodeado de arte, pues será por eso… Pero además hay la tradición, la herencia, la cultura. Empezamos a contar los con los pintores de la Colonia que pintaban en Guadalupe; pero luego quién sabe cómo y aparece Ruelas, un extraordinario grabador que luego se fue a París y lo enterraron en Montparnasse. Y luego, pues sale aunque sea Goitia, pero sale otro importante… Y luego salimos todos nosotros. Aquí en el primer museo que se inauguró, el Goitia, ya estábamos nosotros… entonces estaba Ruelas, Goitia… y había tres salas para los jóvenes zacatecanos “que destacábamos” y todavía seguimos ahí. Cada salita se convirtió en un museo. Te digo que son usos y costumbres que sólo tiene Zacatecas: salen pintores y heredan cultura, y enredan a otros; y eso que era una primera presentación acabó con esta serie de museos que seguramente llegará un momento en la que ya no sabremos dónde poner tanta cosa… Ahora, ves en esta Bienal FEMSA la cantidad de nuevos pintores que ya brincaron la época del arte moderno, que están en lo que ahora llaman contemporáneo o no sé cómo le llamen; le van inventando nombres, todavía no saben cómo se llaman, pero que son absolutamente nuevos. Ni modo, la era mecánica acabó y empezó la electrónica. Y toda la gente que se está formando ahora tiene que tener otra mentalidad y tiene que hacer un arte diferente. Y empezamos a ver en la bienal FEMSA muchos ejemplos de nuevos impulsos y nuevas posibilidades del arte de gente muy joven que ya está haciendo cosas que valen la pena. Es inevitable, a mí me da gusto porque el arte tiene así que ser ruptura siempre. Entonces tienen que acabar con nosotros para que salgan otros; pero ese acabar es un decir, porque dentro de la teoría de diseño hay una cosa muy obvia que es que cada nuevo descubrimiento, cada nuevo material, prestigie al anterior. […] Siempre lo nuevo prestigia lo anterior; como nosotros, Ruptura, prestigiamos al Muralismo Mexicano. Cuando yo era chico los murales de Diego Rivera eran “los monotes”, digo, la gente no los apreciaba… salimos nosotros [la generación de la Ruptura] y ahora México se presenta con Diego Rivera y Frida y toda esa época -que nosotros rompimos-, bueno, ahora son

los que tienen el primer lugar. Entonces digo, ojalá que salgan nuevas generaciones… en ese sentido le tengo mucha fe a este museo, que no pretende innovar, pretende conservar una época… En un siglo será un museo muy importante.

Su museo es ya muy importante pues es el único en todo el continente que está dedicado al arte abstracto y por lo valioso de su acervo, que el maestro ha sabido conformar a lo largo de su vida, gracias a la red de contactos que con otros artistas ha construido y a la habilidad como gestor cultural que lo ha caracterizado siempre.

En La Gualdra, celebramos con júbilo sus primeros 90 años de vida y agradecemos la contribución, que con su ejemplo, ha legado a las nuevas generaciones de artistas zacatecanos. ¡Felicidades, maestro Felguérez!

i La entrevista completa con el maestro Felguérez puede ser vista en: https://youtu.be/_FTM2SY5XBM https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-365

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