Nueva York. Se tiene que pensar en la diferencia entre un lector/espectador y los hacedores de una imagen, afirma Susan Meiselas. La pregunta, como hacedor es: ¿qué estás haciendo que distinga lo que estás viendo de lo que todos los demás también están viendo?
Autora de cinco libros fotográficos, con obra desde la guerra en Nicaragua, Kurdistán, sobre Chile, la vida de niñas en la Pequeña Italia, desnudistas en carnavales, mujeres escapando de la violencia doméstica en Reino Unido, y una variedad de fotoensayos, Meiselas habla de su experiencia y dice que a veces es coincidencia que imágenes tomadas por un fotógrafo encuentren y complementen el trabajo de un reportero, dando el contexto; pero ahora, cuando todo es instantáneo y se pueden subir imágenes de inmediato, no cabe duda de que aunque eso es una herramienta poderosa, también no tiene ese periodo de espera y contemplación que en el mundo anterior al digital se gozaba. Antes no sabías lo que habías visto
y captado con la cámara “hasta que se revelaban los rollos, y eso te hace trabajar de manera diferente.
A veces, cuando trabajaba con escritores, determinábamos que era clave de lo que estábamos experimentando. Yo tenía la libertad de intentar buscar lo que estábamos sintiendo en lo que estábamos viendo
, cuenta la integrante de la agencia Magnum desde 1976.
−Si fueras jefa o editora de fotografía en algún medio de noticias, ¿cuáles serían tus órdenes a los fotógrafos?
−Bueno, para empezar no me gustaría dar órdenes, pero intentaría crear una serie de valores que respetaran la conexión que los fotógrafos pudieran tener con la gente y los lugares de donde vienen esas personas. Creo que eso es algo clave, intentar encontrar y construir ese tipo de relaciones, lo cual es contrario a lo que frecuentemente enseñan. Recuerdo estar en Centroamérica asombrada de que había reporteros que llegaban y que nunca sintieron que necesitaban aprender español.
Pero agrega que, con crear esa cultura que siente lo que está fotografiando, ordenaría: dame algo que no he visto, no me muestres o hagas la imagen que ya conozco. Esa es una diferencia fundamental
. Subraya que eso se puede lograr “en un lugar como La Jornada, la cual tiene aún una cultura fuerte de lealtad… ya no hay tantos”.
Meiselas resalta la tradición fotográfica de México, que tiene una relación muy única respecto del resto de América Latina en crear una cultura visual
. En parte, continúa, “gracias a La Jornada, y antes, el Unomásuno, existía esa cultura en el periodo del que estoy hablando, los años 70 y 80, que apoyó el desarrollo de esos fotógrafos”.
Más aún, los maestros mexicanos de la fotografía “fueron muy generosos, y crearon oportunidades para las siguientes generaciones, realmente creando una comunidad, lo cual es clave. Sea Graciela (Iturbide) por un lado, o Pedro (Valtierra) a su manera, y regresando a Álvarez Bravo, entre tantos otros.
La Jornada, una casa para sus fotógrafos
Y Carmen Lira fue lo más abierta a fomentar eso, ella cree en la documentación visual. Recuerdo tener envidia de Pedro (Valtierra), porque él siempre sabía adónde iban sus fotos. Yo no
, recuerda los tiempos en que cubrió la guerra en Centroamérica. “Y pasé por La Jornada y por México, me reuní con varios fotógrafos, y recuerdo sentir que ellos tienen casa, lo cual es algo enorme hoy día. Ahora muy pocos tienen casa de esa manera”.
Se requiere nutrir el alfabetismo visual, no sólo porque lo escrito está disminuyendo, y eso incluye saber distinguir entre lo fabricado o falso y la verdad, algo aún más difícil con las capacidades de la inteligencia artificial. Y también saber cómo usar las nuevas herramientas para profundizar la experiencia del público en los medios digitales.
Si lo digital se ve igual que lo físico, ¿para qué sirve?
, insiste.