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lunes, 21 abril, 2025
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■ Comentarios Libres

Elena Poniatowska

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

     En su obra MUJERES MEXICANAS DE ÉXITO, protagonistas del cambio, de Grupo Editorial Planeta, escrita por María Eugenia de la Rosa destaca la siguiente entrevista realizada a la ilustre y destacada Elena Poniatowska:

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  • ¿Cómo fue su infancia, su ambiente familiar?

Mi apellido es francés de origen polaco. Mi madre –Paula Amor- es mexicana, vivió su niñez entre Francia y México y finalmente se casó en Paris con un francés de origen polaco, En 1942 vinimos a México mi hermana Kitzia, mi madre y yo porque aquí se encontraba toda la familia de mi madre. Por los cuatro costados ella tiene apellidos mexicanos: Amor, Iturbe, Escandón, en fin, salvo el de una abuelita de apellido ruso  Idarof. 

El primer apellido de mi padre es de origen polaco –Poniatowska- pero su madre fue norteamericana, , se llamaba Sperry Crocker y su familia era de un lugar cerca de San Francisco, Oakland, en California.

Cuando llegamos a México yo no sabía español y empezamos a aprenderlo pero no en escuelas, porque ahí más bien aprendimos inglés y luego estuvimos en el Liceo Franco-Mexicano, hasta que a mi hermana y a mí nos enviaron a un convento de monjas del Sagrado Corazón cerca de Filadelfia y ahí también hablamos inglés. De suerte que aprendí el español hasta que me hice periodista en 1953. Sabía hablarlo, pero escribirlo fue ya de grande, cuando entré como periodista a Excélsior, pues de tanto corregir empecé a aprenderlo, Lo que me sirvió de mucho fue que tanto en el Liceo Franco-Mexicano, donde creo que apenas estuve un año, así como en el convento, aprendí el latín, el cual sirve para analizar y para tener una secuencia lógica de las frases. 

  • ¿Qué recuerdos conserva de su infancia?

Mi infancia transcurrió en París, luego vivimos en el campo con nuestros abuelitos. De esa época me acuerdo de mi madre, preciosa, con vestidos largos. Quizá de lo que más me acuerdo es de lo vivido en México, después de los 9 años. 

Fue una infancia muy bonita, porque la recuerdo con mucho gusto; me acuerdo del campo de Francia –que era muy dulce- y de los campos de lavanda. Mi hermana y yo íbamos a la escuela en bicicleta y eso nos encantaba. Creo que teníamos una vida muy feliz, sobre todo cuando vivíamos con los abuelitos porque durante la guerra, mi mamá trabajó en una ambulancia y mi padre fue soldado. El de hecho se quedó y vino a México varios años más tarde. 

  • ¿Le costó mucho trabajo adaptarse a México?

A mi ninguno pero supongo que estaba dispuestísima a adaptarme. Nunca me sentí desarraigada, aunque tenía curiosidad por regresar a Francia. Recuerdo que la primera vez que regresé –ya siendo adulta-, me sentí muy bien; sentía que las calles eran mías, la reconocía. Pero después, las veces que he regresado, nunca he sentido que Francia sea mi país o París mi ciudad. De hecho, creo que al hablar francés tengo un leve acento, lo habla más cantado que los franceses, en forma menos abrupta, más dulce como el español. Cuando mi hermana y yo fuimos a Francia, nos decían “las señoritas ay, ay, ay”, porque para todo decíamos “ay si, ay no, ay qué bonito…”

  • ¿Desde niña supo que le gustaban las letras o cuándo lo descubrió?

Nunca lo supe realmente, me gustaba escribir porque disfruté siempre leer, pero no pensaba dedicarme a eso. Leer era algo que sentía más entrañable que las matemáticas, aunque creo que si hubiera tenido una buena maestra de matemáticas o de álgebra, hubiera podido dedicarme a las matemáticas porque me gustaba mucho la lógica y los razonamientos, que las cosas embonaran, que cayeran en su lugar. No sé por qué más tarde me gustaron las letras, era más bien por hacer algo que porque sintiera que tuviera una vocación especial para eso. 

  • Ya en México, ¿qué estudió?

Lo que estudian todas las niñas, entré a tercero de primaria, luego a secundaria, pero nunca obtuve el papel. De hecho, cuando regresé del convento de monjas a los 18 años tenía una especia de secundaria-preparatoria que se llamaba academic school que no equivalía a nada. Entonces compré en 1000 pesos – a través de Georgina Benítez- mi secundaria en Tlaxcala. Me acuerdo que me llamaban mucho la atención mis calificaciones, porque en todo lo que era mala, como por ejemplo deportes, sacaba 10 y en todo lo que era buena, como gramática y literatura, sacaba 7 o 6..

  • ¿Luego qué estudió?
  • Quise estudiar medicina. Pero me decían que era muy difícil para una mujer y además no podía revalidar esos estudios extraños que había hecho. Primero debía volver a hacer la prepa. Me decían, “¿Pero cómo vas a estudiar anatomía?, vas a estar entre puros muchachos y te van a violar”. Mi padre me aconsejó que estudiara para secretaria ejecutiva en tres idiomas y entonces fui a San Juan de Letrán –ahora Eje Lázaro Cárdenas-, a estudiar taquimecanografía en una academia Greg, que ni siquiera enseñaba la taquigrafía…
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