No podemos estar optimistas. El próximo gobierno, gane cualquiera de los contendientes será fatal. Y diré por qué pienso eso.
Los partidos políticos ya hace tiempo que perdieron la unidad ideológica porque habían renunciado a su representación social específica, lo cual inducía la diferencia entre ellos. Desde que decidieron conquistar el voto de ‘toda la sociedad’ y recibieron enormes subsidios públicos, se fueron separando poco a poco de los intereses y valores sociales que les fueron originarios. Se fueron convirtiendo en parte de la burocracia, y todos juntos (Gobierno y Sistema de Partidos) se comportaron como clase social. A partir de ahí, toda su acción se volvió autorreferente: los partidos se convirtieron en fines de sí mismos. Poco después vino otro paso a la decadencia, el cual consistió en la abierta captura de los partidos más grandes por parte de los llamados poderes fácticos en su versión económico-transnacional. Las cúpulas partidarias se ataron en un Pacto para asegurar la coronación de la captura, pero ahora del Estado, a través de las llamadas reformas estructurales. Esto último acontece en la escala nacional. Y en este marco nacional, es donde sobreviene la tribalización de todo el sistema de partidos en la escala local. Veamos.
Los partidos políticos en el estado, terminan por romper su unidad funcional, y las consecuencias son mayores afectaciones a la ya deteriorada estructura del régimen. Los grupos de interés en la vida partidaria se comportan como tribus (ya en el PRD se las reconocía, y por lo mismo se les institucionalizó. Pero ahora no hay regulación ninguna al respecto): es una anarco-tribalización. Cuando las agencias electorales se dividen en tribus, y donde algunas se juntan alrededor de su formal candidato a gobernador, pero otras no (promueven voto cruzado), rompen internamente la unidad y se conectan en un flujo continuo con otros partidos. Además, cada uno de estos grupos de interés conservan el rasgo desideologizado de su anterior vida partidaria y, por tanto, su acción tiene por objetivo colocarse en las estructuras del mando estatal para sobrevivir y reproducirse.
Pues bien, una administración formada por un enjambre de tribus, presagia una guerrilla interna en el nuevo gobierno. Todas parasitan al Estado: entran a sus estructuras para sangrar la renta pública y reproducirse de ella. En este contexto, la llamada “Voluntad General” que haría posible que el Estado tuviera entre sus visiones la atención de los grandes problemas públicos, queda fulminada. Y la lucha del enjambre de tribus no es sólo en los espacios de gobierno, sino en los propios territorios donde estos grupos de interés tienen sus nichos. Es el anuncio de una cada vez mayor barbarie política en los centros de actividad donde dichos grupos se encuentran. Los territorios se vuelven selvas. Es la muerte de lo político en los espacios locales: no se trata de conflicto de valores públicos, sino lucha de intereses semi-privados. Y las formas de agrupamiento entre estos es impredecible, porque depende de la muy particular circunstancia en la que se encuentren, y en ausencia total de elementos racionales o valores públicos.
La agenda de estos grupos es distinta a las organizaciones de la sociedad civil, o a las empresas, pero influye e interactúa con ellas. Sus móviles de acción son estrictas metas inmediatas de recursos (políticos y financieros) para alimentar su fuerza o capacidad de incidencia. En este contexto, es imposible gobernar por políticas públicas. Por tanto, no podemos pensar en estrategias unificadas desde el Estado para enfrentar con efectividad los problemas sociales complejos como la pobreza o la desigualdad o la equidad educativa. Nada de eso. En otras palabras: el próximo gobierno podrá presentar un ambicioso plan de desarrollo (que tal vez mande hacer), pero será imposible que lo implemente por el entorno político al que nos referimos.
Los dos partidos que están de punteros, requieren de resultados a sólo dos años, por la importancia política del 2018. Lo cual hace pensar que harán acciones inconexas de efectos inmediatos pero sin sustancia. Como el caso del programa Sumar de la actual administración: una mascarada publicitaria sin realidad social. El próximo gobierno se llenará de publicistas y mercadólogos de opinión. Y verá un riesgo en la prensa libre, en la academia independiente y en la sociedad civil autónoma. Pero justo ahí es donde está la poca esperanza del estado de Zacatecas, porque esas tres instancias se verán obligadas a juntarse para sobrevivir, y en su acción conjunta está la clave de mejorar los escenarios futuros de la entidad. Así las cosas, el contrapoder a los enjambres de tribus no está en alguno de los partidos políticos, sino en la capacidad de reunir bajo una Agenda de Estado a la sociedad civil, la academia y la prensa autónomas. ■