(Los Dos Regalos)
El próximo día 5 de junio es el Día Mundial del Ambiente. Se tiene la duda sobre si la fecha es festiva, de indiferencia o de plano, de defunción.
Los últimos acontecimientos acerca del conmemorado nos hablan de circunstancias que están relacionadas a calamidades como el cambio climático, la explotación irracional de los recursos naturales, la deforestación, el agotamiento de la superficie agrícola, las guerras continuas –declaradas o no- que se suscitan a lo largo y ancho del planeta, la explosión demográfica, la erosión, la desertificación, la contaminación de los mares, el envenenamiento de los mantos freáticos, los cuerpos de agua agotándose, ríos devastados, el enrarecimiento del aire, la minería descontrolada, la agricultura artificial, el crecimiento irracional de los asentamientos humanos, el terrible fracking y otras desgracias de cuyo nombre no quiero ni acordarme. Entonces surge la pregunta: ¿habrá algo que celebrar, o solamente se volverán a escuchar discursos vacíos y saldrán a los campos arruinados algunos funcionarios menores a plantar arbolitos, que morirán en la víspera, enfundados en sus camisetitas de ecologistas?
Porque casi siempre que la mercadotecnia induce al consumo masivo de porquería vía la fabricación de fechas importantes, las diferentes etnias que pueblan estos pueblos del mundo caen en el juego desaforado de tratar de demostrar que el amor se manifiesta con fetiches que casi siempre sirven para nada. Desde un punto de vista ético, aceptamos el énfasis que algunos seres luminosos que, como profetas perdidos en el desierto claman, reclaman que el afecto hay que cultivarlo y expresarlo, no comprarlo. Además de los recuerditos inútiles que luego no encuentran mejor lugar que el basurero en casa de los agasajados pues casi siempre son pura basura pura… Con el amor huido, la gente olvida que a las madres, padres, hijos, esposas, compadres, la tierra, el agua, el aire, la poesía, la ciencia y a un montón de etcéteras de la esencia de la socialité hay que amarles todos los días de su vida y demostrárselos a través de actos de apego y no con el desembolso, atractivo únicamente para las Sociedades Comerciales representadas por los Señores del Dinero.
No entiendo si por una nueva costumbre consistente en inventar fechas conmemorativas no lucrativas o debido a un fenómeno inconsciente de contrarrevolución industrial-imperialista-globalizante, el calendario que ese día nos dice que debemos honrar al (llámase aún) medioambiente. Como ambientalista declarado, me pongo a pensar lo que le puedo regalar en su día a mi entorno, a mi región, mi país, mi planeta. De hecho, hay que partir de la premisa de que lo primero que se haga para demostrar nuestro amor al ambiente, sea pensar en términos de un amor por siempre, de que cada segundo en que nuestra existencia transcurra se refleje como una muestra de correspondencia al calor que la naturaleza nos da desde los remotos tiempos de la creación hasta nuestros aciagos días de terror y desesperanza que hoy se repiten con dramática continuidad.
No estoy acostumbrado a recordar al medio ambiente por un día festivo, razón por la que nunca me acuerdo que el 5 de junio debo usar la camiseta de ambientalista, por lo mismo, he buscado dos regalos: Uno por el día conmemorativo de este año que como años anteriores casi olvidé y otro para el del próximo año, que seguramente también pasará por las cavernas de la baba. Mis regalos serían dos proyectos derivados de un igual número de visiones: una visión de futuro y otra de riqueza; la primera consistiría en diseñar un proyecto de cultura y vivencia armónica para los próximos 150 años, como base para el planteamiento de una nueva perspectiva hacia el porvenir lejano de la vida en nuestro planeta y la segunda consistiría en acumular y disfrutar la fortuna del uso de los recursos naturales en las cantidades propicias a las necesidades de cada ser viviente, retribuyendo a la naturaleza los residuos del consumo (que no del desperdicio) bajo reglas estrictas de control ambiental ejercitadas voluntariamente.
Estos utópicos proyectos (sin que el concepto de Utopía se aplique peyorativamente, sino antes bien, sea una forma de enfrentar las perspectivas para definir las fórmulas de convivencia humana con la vida de todas las especies y el planeta que nos aloja) deben ser fortalecidos por una serie compromisos serios que la humanidad debe adoptar voluntariamente -y en ocasiones extremas, a chaleco- para asegurarse de que seguirá con vida el próximo día final del verano del año 2166. Los compromisos más importantes serían los siguientes:
Anteponer el geocentrismo al antropocentrismo como forma cultivada para el control de la explosión demográfica y sus fatales consecuencias.
El diseño de un sistema educativo global que oriente a la población a transcurrir su existencia en la faz de la tierra bajo esquemas de paz que tiendan a la permanencia de la vida hasta un muy lejano final de la historia.
La aplicación de un sistema que incluya como motores de sustento a acciones que tengan que ver con la moral, la ética y la jurisprudencia en el afianzamiento de pautas conductuales que enriquezcan el desarrollo de la naturaleza.
Estos puntos serán analizados más agudamente en mi próxima aportación. ■
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