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lunes, 21 abril, 2025
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Reflexiones sobre la personalidad y conducta política de Donald Trump

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Muchos opinólogos dicen que Donald Trump está loco. Lo mismo decía, de AMLO, la mayoría de la derecha mexicana y que, por eso, era “un peligro para México”. Ese tipo de afirmaciones es hermana de aquella que todo lo justifica en que “ya estaba escrito” o de que “los tiempos de Dios son perfectos”. Frases construidas para anestesiar el razonamiento y aceptar la fatal “explicación”. Repetirla es tarea de los publicistas para que se acepte como verdad social. Los opinólogos sostienen que el estadounidense es de derecha y el mexicano de izquierda. Pero que ambos son “populistas.

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Quienes así opinan (aun siendo reconocidos intelectuales de la talla de Enrique Krauze que “bautizó” a AMLO como un “mesías tropical”), ocultan conscientemente, o no, que Donald Trump es fiel representante de las actuales necesidades e intereses nacionales y en el mundo que tiene Estados Unidos, como imperio. A esos propósitos se configura el proyecto social imperial que corresponde a nuestra época. Abundar en sus características históricas nos desvía del comentario actual.

Como contexto indispensable, es evidente que Estados Unidos ha ido perdiendo fuerza como hegemonía económica, política y militar. De hecho, una gran parte de su poderío económico es resultado del saqueo al que ha sometido a muchas naciones del mundo. Las dos guerras actuales: Ucrania-Rusia e Israel-Líbano-Palestina-Irán-Irak son resultado del reacomodo geopolítico de las potencias. En apariencia EEUU es ajeno a ambos conflictos. En realidad es uno de los actores principales.

Siguiendo el mismo sentido de los imperios del pasado, Estados Unidos (como otras naciones) desarrolló una industria armamentista para someter y saquear a naciones más débiles. Una vez creada esa industria, su necesidad de reproducirse y crecer con ganancias, exige nuevas guerras para comercializar su producción destructiva. La violencia en México también tiene ese propósito.

Con el Partido Demócrata o con el Partido Republicano (con Biden como con Trump) sólo cambia el estilo personal de ejercer el poder. Ambos representan los mismos intereses internos y externos de sus clases imperiales. Es así porque, en la Unión Americana, hay una democracia solo entre la derecha.

En el caso de Donald Trump, quien ya fue presidente, acostumbra acompañar sus decisiones con una gran campaña ideológica enfocada a la búsqueda de consenso y apoyo en el pueblo norteamericano y; por otra parte, en amedrentar a otros gobiernos a manera de “tanteo” político. Esa es su forma personal de comunicarse con los sectores sociales de su país y frente al mundo. Es una táctica recurrente teñida del falso positivo. Es una práctica francamente embustera, mentirosa. En ese marco de referencia debe de encuadrarse una interpretación de las recientes declaraciones prepotentes e injerencistas del presidente electo de Estados Unidos.

Cuando Donald Trump anuncia que a partir del 20 de enero próximo aplicará nuevos aranceles a México, China y Canadá, claramente sabe que eso es contrario al Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que se firmó justo cuando él fue presidente. En el caso de México, su amago aparece como castigo por no detener el flujo de Fentanilo y de migrantes indocumentados.

Es evidente que el empresario y político estadounidense está en una campaña en la que procura hacerse llegar el mayor apoyo ciudadano de su país. Es un político actor y publicista, al estilo del marketing empresarial. Esa es su fortaleza pero, al propio tiempo, es su debilidad. Porque la publicidad que no se corresponde con realidad termina por sucumbir. La publicidad es una herramienta de la ideología y esta es falsa conciencia. Justamente los pueblos se transforman por conciencia, la falsa conciencia sólo sirve para conservar el estado de cosas.

Equiparando con una obra literaria, la primer escena correspondió al embajador Ken Salazar del gobierno saliente de EEUU, manipulando hechos, reprochó del Gobierno de México que no resolvió el flujo migratorio que va de Centro América a USA; ni el de Fentanilo que tan ansiosamente esperan los jóvenes de su país y tampoco el clima de inseguridad por lo que, coincidiendo con la derecha mexicana, declaró que la austeridad republicana y la estrategia de “abrazos no balazos” fue un fracaso. Esa crítica inamistosa fue un atrasado examen de contrición por los aparentes motivos que llevó al Partido Demócrata a la derrota.

La segunda escena ahora fue de Donald Trump, refrendando sus compromisos de campaña con los ciudadanos estadounidenses (mismos motivos que dice Salazar están entre las causas de la derrota del Partido Demócrata), es un amago virulento que también utiliza para presionar al Gobierno de México y hacer un primer tanteo a la presidenta Claudia Sheinbaum. Está claro, a Donald Trump se le debe juzgar más por lo que hace que por lo que dice. Aunque el decir, es una de las formas de hacer. 

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