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martes, 22 abril, 2025
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Vivir es increíble [cinco]

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Por: EDGAR KHONDE •

La Gualdra 596 / Río de palabras

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Lo que extraño de la ciudad son los besos. Los besos que solía encontrar tirados en los parques. Recuerdo uno especialmente. Eran las 4 de la tarde y yo me senté en una banca a armarme un porro. El sol lucía a pesar de las nubes; los niños jugaban con sus bicicletas y un par de perros paseaban atados a sus amos. Prendí el cigarro y entre los árboles apareció aquel beso. No sé si ustedes estén familiarizados con la apariencia de los besos. Como todos sabemos, los besos transmutan en diferentes figuras. Figuras extrañas, indefinibles; es como si una cosa de la cuarta dimensión se hiciera presente en nuestra pobre tercera dimensión. No lo sé, pero pienso que una persona cuando muere se convierte en un beso. Seguramente el inframundo nos da acceso a esa cuarta dimensión, en donde el tiempo pierde su importancia y la materia se vuelve tan flexible que permite a una cosa suceder en muchos lugares a la vez. Digo ‘cosa’ a falta de un término más adecuado para nombrar un ente muerto. Pero les decía que ese beso apareció entre los árboles. Era invisible ante los demás, sólo yo podía verlo. No le vi intensiones de acercárseme ni si quiera mostraba interés en mí. Posiblemente en otro momento lo hubiera ignorado, no iba a regresar a la oficina esa tarde, decidí caminar hacía él. El beso parecía concentrado, me dio la impresión de que intentaba resolver algún problema. Tenía una especie de pizarra frente a sí. La pizarra contenía símbolos o números. El beso ni reparó en mi espionaje. Reconocí una palabra o una forma que representaba una palabra. Articulé en voz alta el sintagma que yo creía haber reconocido y el beso sin voltearme a ver dijo que coincidía conmigo pero que no podía ser tan sencillo. “Vivir”, ¿vivir? Vivir es increíble, dijo. Hay millones de planetas habitables en el universo, millones de formas de vida que no entendemos. En realidad yo no diría que estamos vivos sino que pertenecemos a cierto lugar de la galaxia como un fenómeno puramente natural, como las rocas o los granos de arena. No hay vida en este planeta, somos parte de una cosa que funciona como un electrón dentro de un cuerpo celeste llamado Vía Láctea, pero que no es más que el juguete de un niño extraterrestre. El beso concluyó que entonces no hay vida y que los besos acceden al inframundo para comprenderlo. Me hubiera gustado ser astronauta, dije. Abracé al beso, le dije que me perdonara y enterré el puñal que llevaba conmigo. Era peligroso que los besos comprendieran su infunción, su no función dentro de la cosa eterna. Yo ya tenía tiempo que me dedicaba a cazar besos, a coleccionarlos, era mi modus vivendi. Mandé una foto a la agencia con el cadáver del beso e inmediatamente recibí un cargo en mi cuenta bancaria.

 

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