17.8 C
Zacatecas
viernes, 11 octubre, 2024
spot_img

Ayotzinapa, ¿otro más?

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

¿Por qué lo permiten los familiares?, es decir, ¿por qué se prestan a ello, a volver a aparecer a cuadro en un documental de Netflix?, una más: ¿reciben algún tipo de compensación monetaria por los derechos del dolor de la desaparición de un estudiante? No me queda claro: si se beneficia a los directamente afectados me gustaría que se presentaran cientos de miles de documentales, porque, aunque repitan la misma historia, al menos sirve como ayuda a las familias pobres. Pero no. Se les vuelve a engañar. Se les dice que este documental ahora sí será con toda la seriedad posible. La desgracia y el dolor se multiplican: no solo desaparecen a tu hijo, sino que ahora también eres el jugo y la carne de otros para alcanzar la espectacularidad y el morbo que generan sucesos tan lamentables en una sociedad donde se permite que el noventa por ciento de los crímenes queden bajo el amparo de la impunidad. Señores delincuentes, no se preocupen: nadie irá tras de ustedes.  

- Publicidad -

Otra vez se les va a contar a los espectadores lo mismo que se ha contado desde que ocurrió el fatídico suceso que todos conocemos. ¿Qué van a mostrar como nuevo contenido? Uno de los que participan en el documental es Paco Ignacio Taibo II, ¿otra vez?, ¿alguien lleva la cuenta de las ocasiones en que este señor, que tanto ama la cultura popular, que se autonombra comunista, pero que vive del Estado y vive muy bien, ha aparecido a cuadro en televisión protestando y aclarando crímenes como si del mejor investigador policiaco se tratara. ¿Nadie se ha dado por vencido frente al choteado discursito de este señor?

La historia de México es particularmente espectacular. Quiero decir que únicamente nos importan los hechos históricos que trascienden cuando se genera un espectáculo alrededor de ellos, cuando llegan series, documentales, declaraciones, que ahora sí van a sacar la verdad a la luz pública, que ahora sí van a desenmascarar a los verdaderos autores de los crímenes de Estado. Por eso ahora no hay tanto ruido, pero esperen a que finalice septiembre y llega el otro gran espectáculo histórico: el movimiento estudiantil de 1968. Y nuevamente aparecen declaraciones escandalosas políticamente. Y nuevamente se estrenan películas y series y documentales que ahora sí van a presentar la verdad de lo que realmente ocurrió. Y el fenómeno de una historia particularmente espectacular está en que como sociedad mexicana somos muy buenos consumidores de ese tipo de contenidos. Nos encanta regodearnos en el morbo y en el dolor ajeno. Nos encanta que otros más inútiles le hagan a los detectives y que nos expongan lo que nosotros ya sabíamos, pero nos negábamos a reconocer: a los verdaderos culpables. Nos encanta el dolor que le ocurre al prójimo y si podemos ayudar en algo nos hacemos a un lado o le metemos el pie para que el prójimo termine de caer y rodar por las escaleras. 

Lo saben quienes hicieron el documental de Ayotzinapa. Netflix tiene una paradójica forma de seleccionar sus contenidos: casi no toma temas “serios”, pero cuando se decide no hace sino chistes de humor negro donde prevalece la satisfacción del daño en el otro para llamar la atención de los televidentes. Cuando admiramos cómo humillan al de enfrente nos encanta. También cuando sufre. Cuando pierde la dignidad con tal de llegar a la meta, donde lo esperan cuantiosas ganancias. Ya luego de ganar se comprará otra dignidad. Por eso “La casa de los famosos” es uno de los programas con más audiencia en México. Y no me queda duda de que el dichoso documental de Ayotzinapa se coloque en los primeros lugares de lo más visto en Netflix México. Si ya tenemos una mediocre serie como “Accidente” donde se demuestra que los pobres son rencorosos, vengativos y fanáticos religiosos, no me extraña nada del Top 10 de series más vistas. Eso es lo que nos entretiene. Es la basura del otro la que nos encanta. Y si en lugar de recogerla avienta más nos causa mayor atracción. Porque el otro debe estar más “jodido” que yo para que al admirar su desgracia sienta que la vida ha sido buena conmigo y con mi familia en un país donde la democracia es un juego de niños y niñas. 

Seguramente habrá una detallada cronología de los hechos de Ayotzinapa. Para hacer más atractivo el documental a alguno de sus geniecillos se le habrá ocurrido intercalar los testimonios de gente cuyas declaraciones son importantes para esclarecer los hechos, al más puro estilo de formato gringo, y para llegar al final con culpables. ¿Y luego?, ¿cuánto tiempo piensan darle de exhibición al documental? ¡Qué horror!, seguramente exclamará alguno de los que se atrevan a verlo; luego apagará la pantalla y continuará con su vida, hasta que alguien saque el tema en una comida o una cena y… “por cierto, ¿ya viste el documental de Netflix?, ¡es buenísimo!, ¿tú quién crees que haya sido?”. 

Está claro: se van a exhibir a los que realmente son culpables, se les puede hasta nombrar y ninguna autoridad acudirá a detenerlos luego de ver el tan grandioso documental. La impunidad seguirá siendo la impunidad en México y de los culpables sólo aquellos que son pobres pueden ser detenidos, procesados, mostrados a la opinión pública como changuitos tras rejas del zoológico de Chapultepec, para advertir que sí se está actuando contra la impunidad en México. Ya nos sabemos de sobra ese cuento: la justicia no existe en nuestro país, y lo poco de existencia que le queda, ese soplo de aire que todavía da muestra de vida, se aplica a los pobres, a los que sí son culpables, pero carecen de una buena defensa legal para que consiga sacarlos del sitio a donde los condujo su entorno marginado y despreciable. 

No va a pasar nada. Hay otro tema que ha dejado de tener espectacularidad y que nos demuestra que la misma es temporal, que llega un momento donde a la sociedad, a lo que somos, a nosotros como individuos, nos vale realmente madre los hechos. Ninguna mujer de clase media se preocupa por los feminicidios hasta que se entera que su vecina desapareció o que al jefe del trabajo le asesinaron a su hija adolescente. Otra vez: ya nos sabemos las recetas. Las protestas y las llamadas de auxilio se dan miles de veces en las redes sociales con recciones de indignación ante lamentables hechos. Luego todo pasa y cae en el olvido. Por eso no se ha podido parar hasta hoy la cifra: de 7 mujeres que eran asesinadas en el 2016 hemos pasado a un país donde a diario matan a 10, 11 mujeres, y la cifra no disminuye, crece, crece a diario, lo mejor es encender una veladora y rogar porque tus hijas vuelvan a casa sanas y salvas en un país como México donde, literal, matan a las mujeres en complicidad absoluta con las autoridades estatales. Tenemos ya tres espectaculares hechos: el 68 y toda su parafernalia, playeras con las palomitas incluidas; los feminicidios y las declaraciones de gobernantes donde consiguen entender las causas por las que matan a las mujeres, pero donde los responsables gozan de total impunidad incluso cuando en muchos casos, y Sergio González Rodríguez ya lo señala desde el 2002 en su libro “Huesos en el desierto” (Anagrama) se sabe quién o quiénes son los culpables y se decide a no proceder porque hay una completa protección por parte de todo tipo de autoridad. Repito: hasta que le pasa a tu hija. Entonces los feminicidios sí existen para ti. Ya es muy tarde; y Ayotzinapa: una historia de horror donde el Estado se encargó de desaparecer, asesinar, a estudiantes, donde se han señalado una y otra vez a los culpables y donde solo se han detenido a los “jodidos”, esos que carecen de cualquier medio legal para defenderse. 

Y podrían ustedes sumar: el caso de la guardería ABC, por ejemplo. Y de esta manera comprobar que vivimos en una sociedad, la mexicana, que se regodea en el morbo de la nota roja, pero que tira la piedra y esconde la mano. Son temáticas propias de la sobremesa en la fonda o en el restaurante. Hay que aprender unos cuantos detalles de cada una si es que uno quiere destacar entre los comensales, que se vea que no es uno tan ignorante de lo que le ocurre en su país, México, a las mujeres y a los estudiantes, que no se note que es usted un estúpido bien hecho que se conforma con admirarse de “La casa de los famosos” porque qué rico se siente cuando los humillan, cuando sufren, cuando se castigan, qué buen experimento social el meter a personas imbéciles dentro de una casa y admirar su comportamiento como si se pretendiera escribir un tratado de psicología. Pero eso nos procura descanso: saber que el de enfrente sufre y yo no; saber que el de enfrente es humillado y yo no; saber que el de enfrente arrastra su dignidad por el piso y que nosotros la tenemos tan bien puesta que hasta pagamos porque nos enseñen qué es la dignidad. 

Eso es lo que somos, lo que alimentamos. No me extraña que “La casa de los famosos” tenga muchos espectadores, me extraña que aún no nos devoramos unos a otros, que poco a poco vamos perdiendo lo que teníamos de valioso en una cultura tan admirable como la mexicana donde actualmente los referentes son gentuza de YouTube o de alguna red social. Eso es lo que admiramos. Me lo dijo un amigo: estamos en un país donde a la gente realmente le importa un reverendo carajo la literatura. Eso: leer. Para los fines que se desee, pero hacerlo. La espectacularidad facilita la imbecilidad y este es un estado en el que es más cómodo pasar frente a tu realidad: no te exige ningún tipo de pensamiento o certeza intelectual, no te exige que tengas al menos dos o tres ideas a partir de tu concepción del mundo, y sí te autoriza para descalificar al otro mientras ese otro no cumpla con tus requisitos. 

Así también se trabaja el morbo de los crímenes sin resolver. Lo veremos en las declaraciones que se susciten ante el documental. Es importante que se aclare lo ocurrido, nos dirán. Es importante que las nuevas generaciones conozcan la historia de México desde su impunidad, nos dirán. Y de no tratarse de cadáveres claro que yo al menos sonreiría. Pero no: al menos yo no puedo sonreír frente a cadáveres resultado de crímenes en los que por una u otra circunstancia he sido cómplice. No lo puedo hacer. Me gustaría que en el futuro se estrenase un nuevo formato de “La casa de los famosos” donde el que quede eliminado pierda irremediablemente la vida. Al menos nos volvería más sensibles frente a las ocurrencias de los famosos.   

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -