■ Historia y Poder
Desde siempre se ha considerado a Zacatecas como un estado privilegiado en el firmamento nacional y mundial por ser cuna de grandes hombres y mujeres.
Desde las antiguas pinturas rupestres diseñadas 10 mil años atrás en las zonas de Fresnillo y Chalchihuites y en muchos lugares más del mágico territorio zacatecano, su fascinante historia ha dado personajes de alta cuña que es orgullo de la nación y admiración mundial sin cortapisas.
Vayamos al grano y directo: Rafael Coronel es un pintor impresionante, fino e interesante por donde se le vea, exitoso en todas sus vertientes, motivo de asombro y de múltiples comentarios, más su museo, que ya lo quisieran los mejores del mundo.
Casado con la hija del afamado pintor Diego Rivera, aclamado en Moscú, Chile, Tokio, don rafita tiene en su haber 20 letras en su nombre que le da fama, permitió que abriera puertas de toda clase y con una vida de muchos cambios exitosos, no exento de polémicas o diatribas en su contra, pero siempre con un alto contenido de la vibrota zacatecana de la cual es hijo predilecto y carnal de las buenas circunstancias.
Contemplar su pintura de verdad es de un asombro cuasi indescriptible, entrar a su museo es altamente alucinante, comentar en las calles de su nombre donde sea acarrea comentarios muy buenos y llenos de sentimientos que han sido compartidos y una clara enseñanza para los otros artistas zacatecanos que siguen deslumbrando a la nación y al mundo.
Rafael Coronel Aguirre, su carnalito Pedro, su familia toda, aquí una de las claves impensadas: Pedro tuvo 18 letras y eso influyó mucho: tuvo dificultades en equilibrar su vida material con la espiritual y pese a ser tan exitoso, tuvo lucha y contratiempos y en apariencia murió joven a diferencia de don Rafa que ya casi llega a los 90 años.
De Verdad que su vida es super interesante, saber de sus primeros años, de sus abuelos, de sus padres, de sus amigazos, de sus contactos, es cosa de la aventura y la leyenda que se merece el pueblo zacatecano.
Aleluya.
(Fuimos al Museo, le pregunté a sus múltiples empleados si don Rafa acude ahí y asintieron con alegría que sí. Les dije: ahí me lo saludan.) ■