Cuando todavía no se habían esfumado los polvos de la consulta de revocación de mandato se presentó la votación de los diputados sobre la reforma eléctrica, llamada “Ley Bartlett”. La primera se dio el domingo de ramos y la otra, ocho días después, el domingo de pascua. En ambas los opositores al obradorismo festinaron ruidosamente haber salido victoriosos. Victoria que podría ser pírrica si en las elecciones por venir pierden lo que según ellos ilusoriamente ya consideran tener en la bolsa, las gubernaturas en disputa. La consulta de revocación con haber sido histórica por ser la primera y marcar el precedente para los futuros presidentes, pudo haberse evitado y ahorrarse los millones que le costó al erario y organizarla a un INE denostado en lo político y disminuido en lo económico al no autorizársele el presupuesto que demandaba para instalar el total de las casillas. Esos recursos gastados habían tenido un mejor destino en programas de salud y educación. No fue asi, pues por mandato legal debía celebrarse.
Este escenario llevo al sinsentido de que quienes se suponían eran los que apoyaran la no continuidad en el cargo del titular del ejecutivo, los partidos que integran la alianza “va por México”, le hicieron el vacío, no se movilizaron y apostaron a la abstención. Quisieron evidenciar a López Obrador retándolo a que obtuviera o por lo menos se acercara al techo de votación obtenido en el 18. No ocurrió así, votaron por que siguiera y se mantuviera en el cargo sólo el voto duro. Votaron por la continuidad alrededor de 15 millones, menos del 18% y se requería el 40% para hacerla vinculatoria. Por lo tanto, careció de validez.
Esto es lo que celebro la oposición como un triunfo, cuando una victoria real hubiera sido que los opositores salieran a votar y con ello ganara el Si a la revocación. La alianza “Va por México” renuncio a medir fuerzas y con ello reconoció la popularidad de su adversario. La oposición vio pasivamente que el proceso sería una ratificación de mandato más que una revocación.
En cuanto a la reforma eléctrica que fue votada con el carácter de constitucional, de ser aprobada, Morena y sus aliados requerían de las dos terceras partes de los votos para su aprobación. Al no lograrse ese porcentaje, nuevamente la alianza encabezada por el Pan y llevando como mozos de estribo al PRI y al PRD, celebraron que no se hubiera aprobado. SE dijeron ganadores, pero más que derrotar a Obrador y a sus seguidores, el perdedor es México y los mexicanos. La que se llamó Ley Bartlett buscaba recuperar la energía eléctrica de las manos de los privados que en charola de plata les puso Peña Nieto, Iberdrola en primer término, que producen energía, pero se ahorran los gastos de posteo y distribución que el estado mexicano debe costear. Las empresas privadas por su parte, obtienen jugosas ganancias proporcionando en forma subsidiada la energía a empresas trasnacionales. Al no aprobarse representa una pérdida también para los mexicanos, pues el uso de la electricidad debe verse como un bien público en virtud que se produce con el pago de las tarifas e impuestos de los mexicanos, un recurso estratégico que debería consolidar nuestra soberanía y la seguridad energética; y en ultima instancia, un derecho de los usuarios del servicio del fluido eléctrico. Con la votación de la reforma eléctrica, de no haber sido una decisión premeditada sabiendo el oficialismo que no reunía los votos necesarios, se equivocó la táctica y la estrategia. Ahora, ante el desenlace buscan revertir esa derrota calificando a los diputados que votaron en contra de traidores a la patria. Lo que no deja de ser un despropósito que agudiza la polarización de la sociedad y el odio entre los mexicanos. En todo caso, pudiéramos llamarles contrarios al bien común, aliados de las trasnacionales que hacen negocio con la energía subsidiada por el Estado y malos patriotas. Morena y el presidente bien pudieron en lugar de llevar a cabo la consulta revocatoria instrumentar una consulta sobre la reforma eléctrica. La aplastante votación a favor que hubiera obtenido esta última, habría servido a los diputados opositores como una fuerte presión y evidenciarlos por ir en contra de la voluntad ciudadana.
PD. Ha empezado a cobrar ámpulas la conversión de fases por grados en la educación básica. Desaparecen los diez grados obligatorios que la componían, ahora en su lugar habrá seis fases: la primera para educación inicial, la segunda los tres años de preescolar, 3ª., 4ª y 5ª comprende a la primaria y la tercera al ciclo de secundaria. Me pregunta un amigo, colega con el que compartí experiencias didácticas en la UPN, que pienso de ese cambio. Mi respuesta: es de que intuyo, no lo se de cierto, solo lo supongo como escribió el poeta, que nuestra educación atraviesa desde décadas atrás por una crisis. Crisis no solo en la enseñanza y trasmisión de los conocimientos, sino en lo más importante la adquisición y aplicación de los aprendizajes. Si los aprendizajes se apegan más a lo científico que a lo doctrinario e ideológico, mejor. De tal forma que las denominaciones pasan a un segundo plano. Si en el futuro mediato nuestros alumnos concluyen sus estudios sabiendo más y adquiriendo mejores aprendizajes significativos, habremos avanzado. De lo contrario seguiremos en retroceso como los cangrejos.