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viernes, 29 marzo, 2024
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Urgencia

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Les urge. Tienen prisa. Se puede decir que se les queman las habas. Padres de familia en primer término extrañan con desesperación y hasta reclaman que las escuelas recuperen su naturaleza y función de guarderías en su doble acepción: espacios donde encargan a sus hijos y como el sitio propicio para adquirir los aprendizajes escolares. Junto con ello librarse de la atención obligada de acompañarlos en sus clases y auxiliarlos con sus tareas. Ansían poder asistir con menos restricciones a sus trabajos, quienes aún cuentan con un empleo. Son grupos de padres de familia de algunos puntos del país quienes han salido a las calles para presionar a las autoridades demandando el retorno a las clases presenciales.

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Junto a los padres se han sumado a esta petición los dueños y directivos de escuelas, sobre todo particulares quienes están demandando, prácticamente exigiendo la apertura de sus planteles escolares. La educación particular como toda empresa de la iniciativa privada es un negocio. Con las escuelas cerradas caen las ventas de uniformes, libros, materiales y se reducen las cuotas y cooperaciones a las que se someten a los padres de familia.

Esta exigencia del retorno a clases coincide con la publicación de la encuesta dada a conocer por el Inegi a media semana.

La Encuesta para la Medición del Impacto Covi-19 en la Educación (ECOVID-ED), Inegi, 2020 nos presenta entre otros resultados los que se indican en la siguiente tabla:

Los datos que reporta la ECOVID-ED 2020, corresponden a un universo de 54.3 millones de personas de entre 3 y 29 años. Es decir, de alumnos de todos los niveles escolares. La primera lectura de sus resultados es la confirmación de un sistema educativo en donde esta presente la desigualdad, resultado de nuestra pobreza y subdesarrollo. A los estragos sanitarios de la pandemia, habría que agregar las repercusiones económicas reflejadas en el incremento de la taza de desempleo. A esto obedece que los alumnos más pobres y vulnerables abandonaran su instrucción. Para darnos una idea del abandono escolar solo centrados en el indicador de la deserción, encontramos que no se presentaron o abandonaron las aulas por motivos económicos o falta de recursos 2.9 millones y por causas ligadas a la pandemia 2.3 millones que nos dan una suma de 5.2 millones de alumnos fuera de las escuelas en donde deberían de estar.

Resulta por demás preocupante que los niveles en los que se observa una mayor deserción son los preescolar y primaria, justo donde se adquieren las bases del desarrollo de la personalidad y la educación futura de los individuos. La escuela es el espacio por antonomasia en donde se fomenta la sociabilidad, la libertad y cuando se practica la democracia y se limita el autoritarismo, la autonomía de niños y jóvenes.

Sabemos o por lo menos sospechamos que desde que se cerraron las escuelas los aprendizajes observan un descenso en términos cuantitativos y cualitativos. Tras la publicación de la encuesta del Inegi, la SEP está obligada a darnos una explicación al respecto. La deserción y el bajo nivel terminal harán que en el futuro mediato se reproduzcan los “círculos perversos de pobreza” consistentes en que, debido a los estudios truncos, los futuros padres de familia al percibir bajos ingresos por falta de estudios, el apoyo en materia educativa que brinden a sus hijos se verán irremediablemente reducidos.

El año escolar está por terminar. Descontando las vacaciones de Semana santa, le que quedan ya nada más dos meses de clases. Pero, ante el clamor y urgencia de padres, dueños escuelas particulares y no pocos maestros por regresar a las clases presenciales debido a los problemas y decepción que ha acarreado la educación a distancia, al hastío que ha aumentado el abandono escolar; si es tanta la prisa y las autoridades ya no resisten la presión para que se abran los planteles, deben ensayarse formas hibridas. Una de ellas podría ser dividir a los grupos en mitades o tercios si son muy numerosos y trabajar durante una semana de manera intensiva con un subgrupo en las aulas, mientras los otros se llevan tareas a sus casas para que no estén de ociosos y aprovechen el tiempo. Este método de trabajo implica necesariamente la autogestión académica y la puesta en practica de modalidades de la enseñanza mutua, en la que los alumnos más avanzados apoyan a sus compañeros. Ante tan triste panorama, nuestros ojos ven atónitos que de la catástrofe silenciosa que registro un país de reprobados en el auge de los gobiernos neoliberales, hemos pasado a la tragedia educativa producto de la pandemia y sus efectos en la economía. ■

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