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lunes, 12 mayo, 2025
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Ética y responsabilidad social:

un libro para reflexionar el presente y afrontar el futuro

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Por: Xol Hernandez •

La Gualdra 553 / Libros

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Por: CARLOS FLORES

Hacia 1951 se estrenaba en Norteamérica una película titulada The day the earth stood still (el día en que la tierra se detuvo), basada en una novela de Harry Bates: Farewell to the master (El amo ha muerto) de 1940. El contexto de la novela es la Segunda Guerra Mundial; el del filme, la Guerra Fría; el mensaje: el humano se ha convertido en un peligro para el universo y para sí mismo. Quienes vivimos en la época de la postguerra y crecimos al final del siglo XX, la idea de un mundo perecedero pertenecía al ámbito de la ciencia ficción. Hoy en día, parece ser otro el caso.

En algunos casos estas ficciones científicas se volvieron realidad, de pronto la tecnología que veíamos en la ficción está presente en nuestro tiempo: mascotas electrónicas, consultas y clases en línea, banquetas móviles, casas inteligentes, robots asistentes, las noticias en la pantalla, videollamadas y muchas cosas más. El mundo se trasformó y de repente el futuro es nuestro presente. Sin embargo, las implicaciones de la tecnología fueron más allá de la ficción, o bien, son más complejas, como toda relación humana.

Ética y responsabilidad social es un libro que enfrenta este problema desde una mirada objetiva y no ficticia. Sus autores se ven obligados a reflexionar sobre temas sumamente delicados que afectan al ser humano, arriesgándose a que los ciegos y conservadores los quieran minimizar. Sin embargo, los problemas que abordan son parte de nuestra vida cotidiana: nuestros hijos dominados por la dopamina que generan las redes sociales, la falta de comunicación entre congéneres (aun estando a metros de distancia preferimos interactuar con el celular), el olvido de nuestros ancianos, el egoísmo con que nos desempeñamos frente al prójimo, como si fuéramos seres individuales y no parte de un todo (como las hormigas o las abejas), la indiferencia total y la apatía hacia los asuntos más cruciales.

El sistema encontró el mecanismo perfecto para el dominio de los hombres. La violencia y el terror se volvieron obsoletos, o esperan, agazapados, a cernirse sobre la humanidad de un momento a otro, cuando los recursos no sean suficientes, cuando la élite se apodere de un continente o edifique varias murallas impenetrables, como los grandes rascacielos de las ciudades modernas. El control, como en la novela de 1984 de Orwell, se da mediante la tecnología, mediante mensajes repetitivos y cifrados, llenos de odio, prejuicios y, sobre todo, mentiras, sobreinformación y sobreestimulación. Tanta información inútil, tanta ignorancia, tanta estupidez, pero, sobre todo, tanta escasez de valores éticos y morales.

Los paradigmas cambian porque el brazo duro de la ley ya no es tal. La ley no defiende al ciudadano, sino a los intereses del poderoso que gobierna, que ya no es la clase política, sino la clase empresarial. El político parece convertirse cada vez más en un monigote al servicio del imperialismo, que a su vez sirve al señor don Dinero. Y este señor no tiene límites, pues es capaz de vendernos una refrescante bebida llena de azúcar que será la promesa de nuestra muerte prematura y, a su vez, el poco dinero que se nos dio por la valiosa fuerza de nuestro trabajo nos será intercambiado por carísimos paliativos para nuestros males irreversibles que nos conducirán, lentamente y hasta exprimirnos, hasta la tumba, cuando ya hayamos sido despojados de todo y no podamos dar un solo peso más, aun cuando a cuenta gotas se nos estuvo despojando de dinero a lo largo de nuestra vida con la promesa de seguridad social y asistencia en nuestra vejez, promesa vana y vacía.

El paradigma cambió. Sin control. A la caída del comunismo, el capitalismo se desgreñó. Ya no existe amenaza alguna para su voraz modus operandi. Los derechos son cada vez menos, si es que se respetan; y las obligaciones, o el tributo, cada vez mayor. El capital se asemeja al faraón, a ese emperador que se autoproclamaba deidad en la antigüedad. Quien no lo posee, es el esclavo, aquel que sacrificará su vida para construir enormes pirámides como símbolo de poder.

La justicia y la ética en estos tiempos tendrán que abordarse desde otras perspectivas. Las leyes escritas ya no pueden protegernos de muchos casos de hoy en día. Por ejemplo, ¿es el aumento de la violencia consecuencia del cine y la televisión? Obviamente no lo es de la educación en casa ni de la escuela. Pero no hay leyes que regulen los contenidos y estos cada vez son más decadentes: novelas y películas donde los héroes son los criminales, la normalización del consumo de estupefacientes, una sexualidad donde las mujeres son objetos y los hombres sus amos, contenidos que las redes sociales escupen de manera explícita sin censura.

Este libro ofrece una visión muy amplia de esta problemática que nos aqueja desde muchas perspectivas, desde la ontológica, la moral, la legal, la cultural, pasando por el proceso educativo. Panoramas que nos hacen reflexionar, que nos proponen soluciones, que nos advierten, o que simplemente ponen sobre la mesa las cartas con las que estamos jugando nuestra permanencia en el mundo. Mientras afuera, la violencia, la guerra, la crisis, la contaminación, evaporan nuestros deseos de estabilidad y el futuro de nuestros hijos, materializando más bien escenarios oscuros, caóticos y sin esperanza, con el sutil recurso de la normalización y la desinformación a través de un dispositivo electrónico que, como el anillo forjado en Mordor, ata la voluntad de los hombres a los oscuros designios de un ojo malévolo que todo lo ve y todo lo siente.

La ética y la responsabilidad social, son temas sumamente importantes que se deben abordar en todos los ámbitos de la sociedad, pues urge replantear los modelos. El mundo cambió en los últimos cuarenta años de una manera impresionante, las formas de relación social, laboral y cultural ya no siguen los mismos lineamientos de antes. Lo único que prevalece es la desigualdad en todos sus ámbitos, y parece que se cada vez es mayor, pues se generan nuevos escenarios para que se dé. Urge una mirada ética en el uso de la tecnología, en la explotación de los recursos, en la administración de las naciones, en el trato hacia nuestros hijos, las mujeres, los trabajadores. Por el otro lado, urge que los ciudadanos del mundo nos veamos como tales, lejos de prejuicios y desacuerdos. Necesitamos hacernos responsables de nuestros consumos, nuestras ideas y creencias. Pero, sobre todo, necesitamos hacernos responsables de nuestras acciones, lo que implica un pensamiento crítico para comprender las verdaderas fuentes de nuestros problemas. No podemos seguir permitiendo que las empresas devoren lo poco que queda. Habrá que ser responsables con el uso de las tecnologías y sus contenidos. Ser responsables con nuestro actuar frente al otro. En fin, debemos cuestionar la ética contemporánea y la responsabilidad de la sociedad en el rumbo incierto que ha tomado nuestro mundo.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_553

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