Como parte de la política satanizadora de los maestros, nos han dicho hasta el hartazgo que se niegan a ser evaluados para evitar evidenciar su incompetencia, que hacen mal su labor, que están acostumbrados a heredar plazas y a hacer su voluntad, etc. Más fuerte es aún la embestida cuando los docentes no se alinean en el ala sindical cómoda o si provienen de escuelas combativas y de histórica lucha social.
Rompiendo ese estereotipo que se pretende imponer, la maestra Perla María Guerrero López, egresada de la Escuela Normal rural General Matías Ramos Santos, ubicada en San Marcos, Loreto, Zacatecas, hizo el examen nacional de conocimientos, habilidades y competencias docentes 2013, obteniendo el primer lugar estatal. Su compañera Patricia López Ruiz consiguió el lugar 10, y José de Jesús Jaramillo Diosdado el lugar 39. A ninguno de los tres se les otorgó, una de las 54 plazas que se sometieron a concurso y que se decidirían a partir de dicho examen.
El argumento para colocar a otros maestros de menor calificación en las plazas que corresponderían a Guerrero López, López Ruíz y Jaramillo Diosdado es un accidente geográfico: no ser originarios de Zacatecas. Poco ha importado ser egresados de una normal del estado, los años de residencia en nuestra entidad, o la cercanía cultural que tiene Salinas, San Luis Potosí con Zacatecas, lugar donde nació una de las maestras en cuestión.
En entrevista con Alonso Chávez, reportero de Estéreo Plata, se le cuestionó al secretario de Educación al respecto. El funcionario, molesto y agresivo, argumentó que esta situación pasaba en todo el país, que en Aguascalientes era igual para los zacatecanos y justificó como un error que se hubiera permitido a estos maestros presentar el examen sólo por ser egresados de una escuela normal zacatecana cuando su nacimiento no fue en nuestro territorio.
Resulta absurdo que luego de años de fomentar un sistema centralista y de aplaudir la migración que nos subsidia con sus remesas, se establezcan requisitos de ese tipo para obtener un empleo. Esta medida deja ver, además, un desconocimiento de la realidad en la que viven muchos de los municipios zacatecanos que colindan con otros estados, por ejemplo los viajes a estudiar que emprenden diaria o semanalmente los jóvenes de Ojocaliente o Loreto, las idas a las compras que en Tlaltenango y Juchipila hacen a Guadalajara, o los negocios que los del norte zacatecano ponen en Nuevo León y Coahuila.
Esta actitud rancheramente xenófoba se repite en otros ámbitos, por ejemplo, en los testimonios de aspirantes a estudiar medicina en la Universidad Autónoma de Zacatecas a los que se les niega la ficha y el derecho a participar en el proceso de selección por no ser zacatecanos, aun cuando demuestren años de residencia.
Cierto es que las universidades y otros espacios de alta demanda han tomado estas medidas procurando con ello proteger a los más cercanos, a los que con sus impuestos financian y hacen posibles dichas instituciones. Es verdad también que poco puede reprochárseles dado los paupérrimos techos financieros que reciben y las amplias exigencias sociales que enfrentan. Sin embargo, esto no tendría que ser motivo de resignación.
El “sálvese quien pueda” al que empuja el neoliberalismo dejó de ser sólo una cultura, y se ha institucionalizado para enseñarnos que el individualismo es el camino. Si un maestro quiere mejorar sus ingresos no debe perder tiempo en luchas sindicales, al contrario, debe ocuparse en llenar engorrosos formatos del Sistema Nacional de Investigadores para entrar al programa de estímulos. Los aspirantes a estudiar en el nivel superior no deben perder el tiempo con marchas en defensa de su derecho a la educación, deben tomar un curso de entrenamiento para el examen Ceneval. Los trabajadores que deseen una base no deberían exigir que su empleador cumpla con sus obligaciones laborales, más bien deberían desembolsar diez, o treinta mil pesos al influyente del sindicato y guardar silencio, porque no hay lugar para todos y la ganga es limitada.
Este chovinismo provinciano de tan pocas miras además de dejar la educación en las manos paisanas aunque menos calificadas, es una muestra más del individualismo ramplón e inútil que fomenta el sistema actual donde ante cualquier problema se dice “la solución está en ti”, y en el que el desempleo se justifica como “falta de espíritu emprendedor”. La consecuencia de este capitalismo salvaje es el circo romano que vivimos, donde todos somos gladiadores y mataremos al de enfrente si es necesario para contentillo del emperador. Para colmo, agradeceremos luego la oportunidad de ganarnos la gracia de la vida a costa de la sangre del vecino.
Si la conciencia de que el bienestar es por necesidad colectivo se impusiera, la lanza iría contra el emperador y quizá entonces, la oportunidad sería para todos.
Twitter @luciamedinas