Cada día es más evidente que México atraviesa por una severa crisis económica, política y social ocasionada por la agudización de un estado de cosas en el que unos cuantos se adueñan de la riqueza generada por las grandes mayorías, mientras que la salud, la educación y todos los derechos sociales y garantías individuales transitan por el camino más corto que los conduce a la privatización o desaparición. El gobierno, en su afán de mantener intacto este sistema vergonzosamente desigual, hace uso de todo tipo de artimañas, como la represión, el engaño, la persecución, y últimamente, la creación de cortinas de humo con la complicidad de los medios de comunicación.
Dicha situación, indudablemente genera descontento entre el grueso de la población, y aunque sólo algunos inconformes hacen patente su malestar de manera pública, eso no indica que los pasivos estén a favor del gobierno y las fechorías de las clases dominantes. Mención aparte, merecen aquellos que de igual manera, se reconocen agraviados por estas políticas de corte entreguista y neoliberal, pero que ante ello, han decidido organizarse y dar frontalmente la pelea en contra de un sistema que a todas luces resulta criminal e inhumano. La inconformidad cunde en todos los rincones del país, y al mismo ritmo brotan individuos y organizaciones sociales que deciden manifestar su descontento de manera directa y valiente. Pero, si son muchos los que no están de acuerdo con la situación prevaleciente, ¿Por qué no se ha avanzado cualitativa y significativamente en la transformación de este sistema? ¿Será acaso que todos los que luchan lo están haciendo por separado? Y, ¿qué pasaría si se dejaran a un lado las pequeñas diferencias programáticas o de estrategia, y se priorizaran aspectos elementales en los que todos coinciden? Tal vez escribirlo resulte fácil, pero ello implica un verdadero reto, y aunque parece que se esté lejos de conseguir tal cometido, es importante señalar que ya se tiene un gran trecho recorrido, pues, como ya se dijo, por todos lados florece la rebeldía y la organización en su más genuina expresión.
Como digno ejemplo tenemos a las comunidades indígenas y agrarias que son despojadas de sus tierras para abrirle paso a las compañías mineras que saquean y contaminan el subsuelo mexicano, se llevan todas las riquezas minerales y dejan a cambio ruinas, pobreza y explotación a su paso. Ante estos atropellos patrocinados por el gobierno, indudablemente tienen que surgir salaverna´s y wirikuta´s que luchen por frenar esa ola de destrucción. Acompañando ese ejemplo de dignidad y rebeldía se encuentran los sindicatos de trabajadores de la educación, como el de nuestra Máxima Casa de Estudios (Spauaz), que ha decidido ponerle un freno a los embates privatizadores que sufren las universidades públicas en el país, pues de sobra sabemos que al reivindicar derechos laborales, los mentores también están garantizando de manera directa que la educación siga siendo gratuita. En el mismo terreno se ubica la vigorosa y fiera lucha que han desplegado los maestros del país, aglutinados políticamente en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), los cuales resisten la guerra de baja y media intensidad que el gobierno y los empresarios han desatado en su contra, por cometer el gravísimo error de defender sus derechos y la educación pública gratuita. Mientras la educación gratuita no sea una prerrogativa de los mexicanos y continúe al alcance de los chacales mercantiles, se seguirá fortaleciendo la CNTE en cada rincón del país.
De igual manera, están en resistencia contra el capitalismo en su más salvaje expresión, los pobladores de comunidades indígenas en Michoacán, Guerrero, Chiapas, etc. los cuales se niegan a ver pasivamente como destruyen sus pueblos y saquean sus recursos naturales. En el mismo tenor de lucha y organización encontramos a determinados sectores de trabajadores urbanos, como los combativos trabajadores pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), a los cuales, el presidente espurio Felipe Calderón dejó sin trabajo de la noche a la mañana.
En otro frente de batalla, están los estudiantes, a quienes se les niega el acceso a la educación gratuita, científica y democrática, aquellos que reclaman un trabajo y salario dignos al terminar sus estudios; los normalistas rurales, defenderán con la vida si es preciso sus internados asistenciales. También en férreo conflicto con el sistema y sus lacayos, están los ecologistas, homosexuales, campesinos sin tierra o con tierra sin valor, las víctimas de la delincuencia, los obreros explotados y todos aquellos a quienes se les niegan las oportunidades básicas para tener una vida digna.
Articular las luchas de todos aquellos que están en conflicto con el neoliberalismo, es sin duda, la principal y más difícil tarea que se debe realizar, si se quiere avanzar en la construcción de las condiciones objetivas de un proceso de trasformación verdadera. ■
* Integrante de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación