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jueves, 15 mayo, 2025
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Pobreza de tiempo y calidad de vida: ENUT 2014

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Somos lo que hacemos. La acción estructura nuestra identidad. Y al clasificar las acciones por medio del tiempo que dedicamos a ciertas actividades, podemos medir el concepto de calidad de vida, e ir más allá del mero nivel de vida. La noción de nivel de vida se refiere sobre todo a los ingresos y las múltiples posibilidades que ofrecen,  pero el de calidad está más centrado en la manera efectiva en que se usan las posibilidades y se convierten en realizaciones. Y ese paso, de nivel a calidad de vida se observa a través del uso del tiempo. También permite ver con claridad la función marginal (los límites) de los ingresos en el bienestar. Si ponemos un plano cartesiano, y los ingresos los señalamos en el eje horizontal, y en el vertical ponemos las funciones de bienestar, resulta que al principio se despliega una línea de 45 grados, porque hay correspondencia entre aumento de ingresos y el bienestar; sin embargo, llega un momento en que el aumento de ingresos ya no incrementa el bienestar, y la línea tiende a hacerse cada vez más horizontal. Por ejemplo, a partir de un cierto punto de ingresos, el señor Slim no modifica su forma de vida y da igual si pierde ganancias, él vive de la misma manera. Pero si dedica todo su tiempo al trabajo de sus empresas, seguramente se convertirá en un hombre rico pero con baja calidad de vida.

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El uso del tiempo lo podemos dividir en dos grandes bloques: tiempo dedicado a la necesidad, y el tiempo para la libertad. El primero es el dedicado al trabajo remunerado como al no-remunerado, el que se da en el mercado de trabajo y las actividades de la vida privada que son necesarias para vivir, como hacer la comida y los arreglos del hogar. En el tiempo para la libertad tenemos el que dedicamos a la recreación (consumo de arte) o auto-producción (como estudiar), a las actividades absolutas o que tienen su finalidad en su propia realización (como el amar o los festejos religiosos), y la vida púbica. El sueño de los socialistas del siglo 19 consiste justo en poder lograr una sociedad con un acortado tiempo para la necesidad y ampliar el tiempo de la libertad; porque esto constituye la base material o condición de posibilidad de la felicidad en los hombres: la unión de acción con vocación, es decir, las personas tendrán la posibilidad de dedicar tiempo a aquello que los realiza. Como podemos ver, es esencial saber cómo usamos el tiempo y qué se puede hacer para potenciar el tiempo de libertad en la población. Es decir, requerimos un instrumento de medición del tiempo en la sociedad y en contraparte, imaginar las políticas públicas que deberán diseñarse para hacer del uso del tiempo un criterio de justicia social.

Afortunadamente éste es un tema impulsado desde Naciones Unidas y que ya opera en México. Desde el 2002 se empezó a medir el uso del tiempo de forma sistemática. Pero en la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) del Inegi, se centra el enfoque al análisis de las diferencias de género. Sale con toda nitidez la inequidad de género y étnica. Por ejemplo, el tiempo de las mujeres es un obstáculo para su participación en vida pública y en las condiciones para un buen desempeño en la misma, por lo que si no se llevan a cabo políticas que impacten en la disminución de su carga de trabajo no-remunerado, las llamadas medidas de discriminación positiva serán artificiosas y de efectos simulados. Veamos: mientras los hombres dedican casi 10 horas a la semana a actividades domésticas, las mujeres lo hacen con 30. Y si juntamos todo el trabajo no-remunerado (que incluye el cuidado de los enfermos y los hijos), la proporción es 50 horas a la semana de mujeres contra 17 de hombres. Realidad que la Nueva Masculinidad no ha logrado cambiar. La mujer ha logrado entrar más al mercado de trabajo (remunerado) pero a costa de comprar tiempo, no de una mayor participación masculina: pagar el cuidado de los niños y el trabajo doméstico, resultó más efectivo que hacer participar al varón. Con eso, subieron un poco su participación en el mercado de trabajo, pero aun así, sólo tienen una participación del 14 por ciento, contra 27 de los varones.

Pues bien, así como con la ENUT del 2014 (publicada hace 6 semanas), transparenta la inequidad de género y ofrece una clave para enfrentar el problema (políticas que bajen la carga de trabajo no-remunerado, como guarderías, casas de día u horarios compatibles), así mismo se puede diseñar un instrumento más completo para medir el tiempo para la libertad, y con ello, podemos ajustar las mediciones del desarrollo centrados en el concepto de calidad de vida, y también, imaginar los diseños de políticas que se encaminen a mejorar no sólo el nivel de vida, sino la calidad de la misma. En los siguientes años, el estudio del uso del tiempo será cada vez más intenso y tendrá más consecuencias en los debates de políticas sociales. ■

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