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miércoles, 28 mayo, 2025
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Residencial Llanos del Magisterio

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Por: LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO •

El Zócalo capitalino es una ciudad dentro de la ciudad. Centenares de tiendas de campaña y techos de plástico de mil y un colores, en la de por sí colorida Chilangolandia, brotan como hongos en toda la plancha y calles aledañas. Pisos de cartón sobre el nylon de las improvisadas viviendas, aislan del pavimento cobijas y sacos de dormir. En la base del asta bandera, un letrero sentencia: “SNTE. Traidor al magisterio”. Centímetros abajo, un cartel convoca a la marcha unitaria contra el genocidio del pueblo palestino.

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Innumerables letreros rotulados a mano sintetizan el ánimo del momento: “Gobierne quien gobierne. Los derechos se defienden”. Están acompañados de multitud de carteles de Che Guevara, con la consigna “¡Hasta la victoria, siempre!” y Emilianos Zapatas, que hacen las veces de santuarios laicos. Es la Residencial Llanos del Magisterio, epicentro de la dignidad docente en las últimas dos semanas.

Pese al hacinamiento y la incomodidad, se respiran aires de compañerismo. La improvisada urbe de la resistencia se levantó con faenas colectivas. La ayuda mutua guió a los improvisados arquitectos y operarios, que armaron también espacios para atención médica, salas de reuniones y aulas de emergencia para aprender las manualidades con que se plasman, en muros y banquetas, demandas y consignas.

Caída la noche, en la entrada de las carpas, un mar de sandalias, tenis y botas se amontonan junto a los pies de sus dueños, que, extenuados por las caminatas por calles y avenidas, buscan reponer fuerzas dentro de sus tiendas. En los techos tienden las toallas húmedas. En anafres se prepara café y se cocinan los alimentos para la jornada. Los aromas de los guisos en cazuelas y ollas, en nada envidian los que envuelven las mejores fondas.

A pesar de las inclemencias del tiempo, los calorones de la temporada y las inclementes granizadas, campea el buen humor. Empapadas por el aguacero, con la bandera nacional izada a sus espaldas, las maestras bailan y bailan. No faltan risas, guitarras, juegos de ajedrez, obras de teatro, recitales de poesía, la danza solidaria de Argelia Guerrero y conciertos de la cantautora Amelia Escalante.

Muchos de los inquilinos de la acampada son profesores indígenas. Abundan las mujeres. Son una de las columnas vertebrales del movimiento. Las conversaciones en sus lenguas son una especie de sinfonía de Babel, un registro indiscutible de las raíces de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Abundan niños que inventan juegos y formas de entretenerse, hasta que llega la hora de sus quehaceres.

En noches y madrugadas, el campamento se transforma en enorme sóviet.

En asambleas se hace el balance de las tareas del día y se debaten las acciones a seguir. De cuando en cuando, en alguna se exacerban los ánimos. Los oradores se lucen. Abundan los que tienen el don de la palabra. Entre los trabajadores de la educación, a la hora de hablar en público, “el más chimuelo masca clavos”. Lo suyo es la resistencia civil pacífica.

Conferencias, mesas redondas, debates son parte del hormiguero cotidiano en la residencial. Un solo ejemplo. El pasado jueves a las 7 de la noche, en medio de la tempestad política del día, en su campamento, frente al Monte de Piedad, la Coalición de Maestros y Promotores Indígenas homenajeó al normalista y antropólogo Juan José Rendón, a 20 años de su fallecimiento. Fue una reunión clave para entender el actual ciclo de protestas de la CNTE.

Rendón, escribió La flor comunal, obra medular para comprender cómo, según explicó en su saludo Benjamín Maldonado, “el modo de vida comunal de los pueblos mesoamericanos es la base social de su resistencia cultural, y la comunalidad como idea que lo explica tiene su sentido más pleno en los movimientos sociales contrahegemónicos, como el magisterial”.

La clave de la comunalidad da mil veces más luz sobre el combustible que pone en marcha las actuales jornadas de lucha, que la retahila de teorías conspiranoides de los neodetractores oficialistas del movimiento, que en nada envidian lo dicho por Claudio X. González y Aurelio Nuño.

Con el fantasma de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca a sus espaldas, el plantón en el Zócalo, eje articulador de las protestas docentes, reúne, por lo menos, a 30 mil maestros. No todos pernoctan allí. Quienes tienen familiares y amigos en el valle de México se hospedan con ellos. Muy de mañana, se trasladan a las actividades que les corresponden. Los fines de semana viajan a sus lugares de origen y el lunes regresan a la CDMX.

El magisterio democrático lleva 45 años realizando acampadas y movilizaciones.

Sus protestas no son flor de un día. Vienen de lejos y del fondo. No se agotan al primer inconveniente. Han resistido las más obscenas, racistas y mentirosas campañas de estigmatización en medios de comunicación, como las que ahora sufren.

En estos años nada han conseguido sin luchar. Sus dirigentes han sido asesinados, encarcelados, perseguidos y despedidos.

No obstante, perseveran. Sus esfuerzos, inconvenientes y sufrimientos se han transformado con el tiempo en victorias.

Ante la expectativa de retirarse a mal vivir con pensiones miserables e injustas, como las que ofrece la Ley del Issste de 2007 y las UMA, ahora luchan por una pensión digna. Enfrentan al enorme poder del capital financiero, y a un régimen de jubilaciones neoliberal. Se enfrentan a las Afore (de los Coppel, Salinas Pliego y grandes bancos), la verdadera derecha de este país, a las que el gobierno no quiere tocar ni con el pétalo de un impuesto.

Aunque los insulten y llenen de oprobios, los docentes no cejarán en su determinación de abrogar la legislación neoliberal, así tengan que pernoctar en Residencial Llanos del Magisterio o movilizarse sin tregua por todo el país.

X: @lhan55

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