En los últimos años, la educación en México ha tomado como paradigma para guiar su actuar el enfoque de formación basado en competencias, esto en sintonía con la tendencia que a nivel internacional se ha impulsado desde diferentes instancias, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Sin embargo, este enfoque ha sido objeto de críticas y resistencias para su adopción, ello por considerarlo promotor de una educación utilitarista, que conduce a las personas a la instrumentalización de los conocimientos, preparándolos como mano de obra (barata) para una industria de tipo fordista. Se dice también que la formación por competencias se corresponde con la perspectiva neoliberal que busca que las instituciones educativas y sus egresados estén al servicio del mercado; todo concluye en que el fin de este enfoque es adiestrar a las personas sin darles posibilidad de reflexión, sino de hacerlos robots que atiendan órdenes y ejecuten procedimientos. Estos argumentos se han destacado cuando se habla de formar en competencias en los niveles medio superior y superior, debido a que los jóvenes que egresan o que están en edad de cursar estos niveles son los que se insertan al mercado laboral, lo cierto es que el enfoque está promoviéndose para todos los niveles del sistema educativo de nuestro país.
Ahora bien, ¿realmente es tan malo el enfoque de formación basado en competencias? La respuesta puede ser afirmativa o negativa. Sí es malo cuando se le aborda desde la perspectiva de la educación tradicional-conductista, en cuyo caso este enfoque puede verse plasmado en las desastrosas consecuencias descritas arriba: personas que sirven de instrumento a una economía de tipo utilitarista. Por el contrario, si el enfoque de competencias se aborda desde las perspectivas del desarrollo humano, del constructivismo en educación y de la pedagogía crítica, el resultado puede ser totalmente diferente, pues el objetivo es distinto: formar personas que expandan sus libertades, en este caso las consecuencias de recurrir al enfoque de competencias serán buenas.
Actualmente existen propuestas teóricas del enfoque en competencias que en mucho sobrepasan la idea utilitarista, mecanicista y limitada, se han desarrollado esquemas que acentúan y resaltan la estrecha relación que puede ser establecida entre las competencias y el constructivismo (por ejemplo, el enfoque socioformativo). Así, las competencias son entendidas como la respuesta que una persona da ante una circunstancia real, por lo que es dar respuesta a una situación compleja; esta respuesta implica movilizar al menos tres aspectos: conocimientos, habilidades y actitudes. La competencia no se reduce a la instrumentalización o memorización de conocimientos para una situación dada, sino al conjunto de recursos cognitivos, procedimentales y actitudinales que se echan a andar ante una variedad de situaciones, ello requiere reflexionar sobre el propio actuar, por qué y para qué hacer lo que se hace. Una competencia es la intersección entre el saber hacer, saber ser, saber conocer y saber convivir.
Por otro lado, el hecho de que los estudiantes que den una respuesta compleja a una situación compleja (prevista o incluso inesperada), implica que ya no distinguen límite entre el saber y el saber hacer, de tal forma que teoría y práctica van de la mano y se conforman en la dualidad reflexión-acción. En este sentido, los planteamientos del constructivismo y del enfoque de formación basado en competencias no son ajenos: desde ambas perspectivas el profesor es un guía, el alumno es el principal responsable de su aprendizaje; tanto la enseñanza como el aprendizaje, son procesos sociales, participativos y coordinados; la evaluación, que hacen en conjunto alumno y docente, es un proceso de retroalimentación, no una calificación; los espacios educativos forzosamente deben ser variados: nutrirse del contexto que los rodea; la formación en competencias inclusive puede facilitarse y alcanzarse si se parte de los conocimientos previos, y desde ellos construyen aprendizajes significativos.
Desafortunadamente, al igual que con otros intentos de adopción de propuestas educativas novedosas y teóricamente buenas, el mayor problema en México está en el proceso de implementación que, generalmente, se da como una imposición centralizada que no es incluyente, y que termina en resultados parciales, en malos entendidos o en el fracaso. Especialmente la educación media y superior tienen posibilidades importantes de concretar el enfoque de las competencias de manera verdadera, no sólo en el discurso, si llevan a cabo procesos de formación que se vinculen con su contexto social, cultural y económico-productivo. La vía más adecuada para formar en competencias puede hallarse en la educación que problematiza, en aquella que atiende y parte de las problemáticas que le rodean, ello implica salir de la escuela: llevar los conocimientos al entorno y desde el entorno abordar los contenidos. Una escuela que es realmente pertinente y relevante, estará en condiciones de formar con el enfoque en competencias. ■