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martes, 16 abril, 2024
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El desperdicio del bono demográfico en México

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Por: La Jornada Zacatecas •

En un país, la base esencial de las potencias productivas es la población. Una composición demográfica envejecida no pude aspirar a que la educación cambie el rumbo de esa nación, ni a innovar sus procesos sociales ni a crear más riqueza. La potencia productiva está íntimamente relacionada con la edad de la gente. Cuando un país joven como Israel, que inicia su vida en 1948, pudo tener el empuje para transformar un desierto en vergel, preparar a las nuevas generaciones rescatando su idioma original, defenderse de los países que amenazaban su propia existencia y construir un andamiaje institucional nuevo para dirigir esa nación, fue posible gracias a dos cosas: tenían una población joven y apostaron a darle a esa población las capacidades para hacerlo. Israel es un ejemplo nítido de cómo aprovechar cada gramo del bono demográfico.

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Cuando en la estructura demográfica los jóvenes se convierten en el grupo mayoritario, significa que hay una población que en su mayoría son productivos y una minoría improductivos, por tanto, hay un saldo positivo en la riqueza que se produce en cada año transcurrido. Si por el contrario, el grupo mayoritario es infantil o de adultos mayores, el saldo es negativo: poca población tiene que mantener al resto. Es un bono que no dura para siempre, y es obligación de los gobernantes aprovechar esa situación demográfica para generar grandes ahorros o impulsos de su desarrollo justo para el momento en que el promedio de edad envejezca.

¿Pero qué ha pasado en México? Pues la fuerza productiva más importante se ha trasladado a Estados Unidos y ha sido aprovechada en aquel país. Los migrantes mexicanos contribuyen con 3.7 puntos porcentuales del PIB norteamericano, y el costo de las remesas es altísimo, esto es, si comparamos el gasto de reproducción de la fuerza de trabajo migrante mexicana en relación con el volumen de las remesas recibidas, resulta que la inversión en las personas que se fueron a trabajar a EEUU del 94 al 2008 (en pleno cenit de bono demográfico), fue de 340 mil millones de dólares, y el monto de remesas acumuladas en esos mismos años fue de 185 mil millones de dólares. Como pueden ver, en términos monetarios se ve la pérdida. Y el costo de oportunidad de que México se haya quedado sin esa fuerza productiva es aún más grande.

¿Qué hubiera ocurrido si México tuviera produciendo riqueza a esa población joven, invirtiendo en sus capacidades a partir de contar con oportunidades? ¡Seríamos una potencia mundial! En lugar de eso, sólo nos queda aplaudir y agradecer por las remesas. La estrategia educativo-económica para aprovechar el bono demográfico debería ser un tema absolutamente central, pero no hay tal. Y la crisis en los sistemas de pensiones es la muestra evidente del desperdicio lamentable de dicho bono. México pese a todo, aún tiene oportunidad de rescatar ese bono o padecerá las consecuencias de tener una población vieja y pobre.

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