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domingo, 20 abril, 2025
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■ El migrante de origen guatemalteco compartió su testimonio

Juan vive con dolor primera Navidad lejos de su país natal

■ Pronto se dio cuenta de que la vida en las calles de Zacatecas no era fácil

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Por: Jaqueline Lares Chávez •

En el Centro de Zacatecas, un hombre de aspecto cansado y una mirada que refleja la esperanza y la resignación a partes iguales, se detiene a pedir una moneda. Su nombre es Juan, es originario de un pequeño pueblo en Guatemala y, como muchos otros migrantes que han cruzado la frontera de México en busca de un futuro mejor, se encuentra atrapado en un ciclo de incertidumbre.

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Juan, de 40 años, llegó a México hace unos meses, después de tomar la decisión de abandonar su hogar. El hambre, la violencia y la falta de oportunidades lo empujaron a buscar un futuro que, al menos en ese momento, parecía estar más allá de las fronteras de su país. 

El viaje no fue fácil. A pesar de las advertencias de los más experimentados, Juan se embarcó en una travesía que lo llevó a atravesar peligrosos caminos, enfrentarse a climas extremos y a la soledad. 

Al llegar a México, la situación no mejoró. Aunque encontró refugio temporal en algunos albergues para migrantes, pronto se dio cuenta de que la vida en las calles de Zacatecas no era fácil. 

En el estado, Juan comenzó a pedir limosna. A diario, se ubica en puntos estratégicos, esperando que alguien lo mire y le ofrezca alguna moneda. 

«Es difícil pedir dinero, pero no tengo otra opción. La gente a veces me mira mal, y otras veces me dan algo. No es mucho, pero con eso sobrevivo. Solo quiero llegar a mi destino, reunirme con mi familia», explicó.

El dinero que logra reunir en el día no es suficiente para continuar su viaje hacia Estados Unidos, donde espera encontrar un trabajo que le permita enviar dinero a su familia en Guatemala. 

«Quiero trabajar, darles una vida mejor. Si logro llegar allá, sé que podré enviarles lo que necesitan. Mi sueño es verlos a todos juntos y poder tener algo de paz», dice Juan, quien habla con un tono de cansancio. 

Pero lo más difícil para Juan en estos días es que está viviendo su primera Navidad lejos de casa. «Es doloroso estar tan lejos de mi familia en estas fechas. Aquí, en las calles, no se siente igual», dijo. 

La Navidad, para él, solía ser un momento de alegría y esperanza. Recuerda las reuniones familiares, las risas, los abrazos, el compartir en comunidad. Ahora, esa tradición parece tan lejana. «Pero mi familia es mi motivación. Sé que algún día voy a estar con ellos nuevamente, y cuando eso pase, todo lo que he sufrido habrá valido la pena».

A pesar de las dificultades, mantiene la fe de que algún día las cosas mejorarán. «A veces, me siento muy solo, pero pienso en mi familia y eso me da fuerzas. Aunque no tengo mucho, tengo la esperanza de que algún día podré salir de aquí», agregó.

Juan también recuerda con cariño a las personas que lo han ayudado en el camino. «Hubo veces que alguien me dio algo de comida, o me ofreció un techo para dormir. Eso me hizo sentir que no todo está perdido. Aquí en Zacatecas hay gente buena, que entiende lo que estamos viviendo», aseguró. 

La migración transforma las festividades, como la Navidad, en momentos de reflexión y sacrificio. Aunque el camino esté lleno de dificultades, las festividades recuerdan lo que se ha perdido, pero también alimentan el deseo de un futuro mejor y el anhelo de reunirse con los seres queridos.

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