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jueves, 26 junio, 2025
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■ Es más barata que ir al futbol o a un concierto

Resurge la ópera con salas llenas y boletos agotados

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Por: La Jornada •

Los informes pintan un panorama alentador: boletos agotados, incremento y renovación de público, y repertorios balanceados y hasta audaces. Pero tras el aparente nuevo auge de la ópera en México, hay debates fundamentales.

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En ello coinciden investigadores, críticos y aficionados tras las recientes afirmaciones oficiales acerca de un fortalecimiento de ese género lírico, encaminado a crear nuevas audiencias.

Claudia Curiel de Icaza, titular de la Secretaría de Cultura federal, destacó hace unos días que, en los últimos ocho meses, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) ha presentado 26 funciones operísticas –10 en el Palacio de Bellas Artes y 16 en otros espacios–, que reunieron a más de 20 mil asistentes.

Uno de nuestros compromisos es crear nuevos públicos en un género que pudiera parecer sólo para especialistas, afirmó la funcionaria al referirse a la gran cantidad de jóvenes, gente nueva que, según ella, fue atraída por Lady Macbeth de Mtsensk y Rigoletto, los dos primeros montajes de este año de la Compañía Nacional de Ópera (CNO) en el Palacio de Bellas Artes.

El historiador e investigador musical Octavio Sosa –asiduo a las producciones operísticas desde hace más de medio siglo– confirma la versión oficial: Se ha incrementado el público en general, pero sobre todo el de jóvenes. Los boletos son muy accesibles, más baratos que los de futbol o un concierto de pop.

Sin embargo, el ex titular de la CNO aclara que tal fenómeno tiene sus antecedentes a mediados de la década de 2000, cuando esa agrupación abrió sin costo los ensayos generales y se atiborraban de público, además de la expectativa por una programación que comenzó a salirse de los títulos del repertorio.

El incremento de asistencia va más allá de los últimos ocho o nueve meses, afirma. Lo que sí he visto es que, en este lapso, los boletos se agotan en cuanto se ponen a la venta.

Salvador Méndez Padilla, responsable del supertitulaje de las producciones operísticas en Bellas Artes desde 1993 y aficionado al género desde 1967, observa que si bien las funciones están llenas de jóvenes, el público tradicional ha decrecido, en parte por el paso natural del tiempo, pero también porque han perdido alicientes.

Los legendarios cantantes que antes conformaban los elencos han disminuido en los últimos 20 años de manera acelerada. No es exclusivo de México; se ve en el resto del mundo, explica el musicólogo y director desde 2006 del concurso Carlo Morelli, el certamen de canto más importante en el país.

“Para el público nuevo que no tiene esos parámetros resulta atractivo acudir a un espectáculo tan emocionante. Lo vemos en la propuesta de títulos nuevos –muchos de ellos estrenos nacionales–, más allá del repertorio canónico de la ópera. Así se ha dado un proceso paulatino de renovación en la audiencia.”

El crítico musical José Noé Mercado pone la nota discordante y advierte lo complejo que es referirse a un incremento real de público. Para tenerlo, la CNO debería hacer más funciones anuales que en el último cuarto de siglo, lo cual no sucederá, entre otras razones porque el Palacio de Bellas Artes está repleto de actividades multidisciplinarias. No hay espacio para más, argumenta.

Las funciones anuales en este siglo no han sido ni 35. Son, de hecho, menos. Estamos a mitad de año y no han alcanzado ni 15. Es cuestión de hacer números. También hay que considerar a la población de la Ciudad de México o del país para pensar si echamos las campanas al vuelo como Shakira con sus localidades agotadas y el número de asistentes a sus conciertos. Eso nos daría humildad y perspectiva para poner los pies en la tierra.

El también escritor –quien acude a la ópera desde hace casi tres décadas– sostiene que la tendencia mundial de asistentes a ese género ha ido en declive en años recientes.

En Europa, los aficionados han envejecido y las productoras tienen problemas para renovar ese gusto en las nuevas generaciones ante la diversidad de entretenimientos y, cuando ocurre, los jóvenes se encuentran con precios de boletos que no necesariamente pueden permitirse. ¿La CNO va contra esa tendencia mundial en muchos casos crítica?

Sosa atribuye la actual avidez por el arte lírico a una acertada programación que equilibra títulos nuevos y audaces –incluso estrenos en el país o América Latina, como es el caso de Un re in ascolto, que la CNO presentará en tres funciones a partir del 1º de julio para celebrar el centenario natal de Luciano Berio– con los ya probados, como La Bohème o Turandot.

También destaca el papel de la tecnología, en específico las transmisiones en vivo del MET de Nueva York en el Auditorio Nacional, y que por la pandemia muchos se dedicaron a ver ópera o la descubrieron en esos momentos, a través de plataformas digitales.

Méndez Padilla también considera que el giro en la programación ha sido crucial para captar nuevos adeptos, los cuales comenzaron a hacerse más evidentes a raíz de la renovación en el Palacio de Bellas Artes hace unos 15 años.

“No son sólo los ‘caballitos de batalla’ –las obras del repertorio–, hay una buena oferta en años recientes encaminada a repertorio más contemporáneo. Esto atrae más al público joven que al tradicional que acudía desde hace décadas.”

Otro factor esencial, dice, es la incorporación desde 1992 del supertitulaje: La gente entiende todo lo que se canta y lo vive en su parte teatral, emocional, y no sólo en la música. Este recurso ha permitido que muchísima gente se acerque sin tanta cautela a la ópera.

Dejar atrás administraciones anteriores de la CNO ha sido un aliciente, según José Noé Mercado, quien al igual que Sosa y Méndez Padilla celebra la llegada del argentino Marcelo Lombardero –un personaje experimentado en diversos ramos del ámbito operístico– a la dirección artística de esa agrupación en el actual sexenio.

Sin embargo, cuestiona: ¿Era necesario un personaje importado para lograrlo? ¿Nuestro quehacer operístico no ha creado a lo largo de los años un perfil con esa visión y capacidad de mando?

En su opinión, el planteamiento de la actual temporada, que anuncia algunos títulos contemporáneos con otros clásicos, probablemente también ha sacudido al público de su letargo o desinterés.

Aunque, resalta, “muchos operófilos han dejado de ir al Palacio de Bellas Artes y han confesado su hastío, al parecer ya insalvable, por la programación de los últimos años”.

Y agrega: Entonces, ¿quiénes han asistido a esas funciones agotadas? ¿Se han vendido esas entradas o se han destinado a invitados? No me parece criticable que se aprovechen los lugares, pero ¿quiénes lo hacen y con qué criterio? ¿Vuelven a la ópera, se aficionan a ella?

Si bien considera que no puede hablarse de una nueva época de oro de este arte en México, Sosa subraya el auge que tiene también en Guadalajara, Monterrey, Mazatlán y Colima. Esto no sucedía hace 15 años; todo estaba muy centralizado. A partir de ello, el historiador e investigador musical ve con optimismo el futuro.

Para Méndez Padilla, la ópera en México sí está en una época de oro, porque en algún momento se vivía cierta apatía. Se veían enormes huecos en la luneta y otras áreas de Bellas Artes y ahora las funciones ostentan el letrero de agotado.

En tono crítico, José Noé Mercado finaliza: “Esas funciones que cuentan con buena asistencia o localidades agotadas podrían llevarnos a preguntar si la taquilla ahora sí será un parámetro de rendición de cuentas de gestión artística, o si incidirá en la asignación de menor o mayor presupuesto, o en el delineamiento de una programación específica, ya que en la actualidad –es decir, desde hace años–, en rigor, la taquilla no influye en la toma de decisiones ni en consideraciones sobre lo que se ofrece al público”.

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