En la cláusula 8 del Plan de Guadalupe, las divisiones del Norte y del Noreste se comprometieron solemnemente a combatir hasta la desaparición del ejército federal y a sustituirlo por un ejército constitucionalista, al tiempo que declaraban que “la actual contienda es una lucha de los desheredados contra los abusos de los poderosos”, destacó José Enciso Contreras en la conferencia magistral “La Batalla de Zacatecas de 1914 y el Plan de Guadalupe”, impartida ayer en Palacio de Gobierno.
Se asumía así que las desgracias del país provenían del pretorianismo, la autocracia y el clericalismo, explicó el historiador.
Agregó que, en esa cláusula, se proclamaba el propósito de establecer un régimen democrático, procurar el bienestar de los obreros, redistribuir equitativamente la tierra y sancionar a los miembros del clero católico que hubieran apoyado al usurpador Victoriano Huerta.
La toma de Torreón y la toma de Zacatecas aceleraron pues un desplazamiento político hacia la izquierda, impulsado por la presión popular y el músculo mostrado por la División del Norte.
Enciso Contreras subrayó la importancia del Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, que, pese a los bajos niveles de alfabetización, logró difundirse por tren y establecer una visión global de país, con propuestas en educación, trabajo, impuestos, laicismo y reforma agraria.
A diferencia de este documento, el Plan de San Luis, firmado por Francisco I. Madero en 1910, limitó sus demandas sociales: aunque desconocía al régimen de Porfirio Díaz y convocaba a la insurrección señalando fecha y hora, un hecho inédito, relegó el problema agrario a una mención secundaria.
Esa omisión provocó que, tras su llegada al poder, Madero postergara la restitución de tierras, lo que llevó a los pueblos de Morelos a romper con él mediante el Plan de Ayala, proclamado el 28 de noviembre de 1911.
En ese texto, Zapata lo califica de inepto y traidor, y exige la expropiación, con indemnización, de las tierras acaparadas por los terratenientes.
La fractura del maderismo se profundizó con el golpe de Estado de Victoriano Huerta en 1913. Ese mismo 19 de febrero, día del asesinato de Madero y Pino Suárez, Eulalio Gutiérrez se alzó en armas desde Concha del Oro, Zacatecas, desconociendo a Huerta y proclamando la legitimidad del gobierno de “Panchito” Madero.
José Enciso rescata este episodio poco conocido como antecedente del Plan de Guadalupe, emitido por Venustiano Carranza el 26 de marzo de 1913, documento inicialmente más escueto que, con el tiempo y la presión de sectores populares y radicales —como los magonistas y personajes como Antonio Díaz Soto y Gama o Luis Cabrera—, incorporaría una agenda social más ambiciosa.
La Toma de Zacatecas selló la ruptura entre Carranza y Villa, pero también abrió el camino a la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes, donde la cláusula de oro del Plan de Guadalupe se convirtió en el instrumento para enfrentar la autocracia carrancista con una nueva legitimidad basada en la soberanía popular, expuso Enciso Contreras.