En 2018, al llegar el presidente Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, la esperanza de cambios en las políticas públicas y la promesa de erradicar la corrupción del estado mexicano, llevo a muchos mexicanos, incluido su servidor, a crear elevadas expectativas sobre el nuevo rumbo que tendría nuestro país.
Uno de los temas de mi interés particular, era el camino que llevaría la conducción de la ciencia y el apoyo que tendrían las instituciones de educación superior, para elevar los niveles del desarrollo, creación y divulgación de la ciencia. Dicho esfuerzo, estaría encabezado por la Dra. María Elena Álvarez-Buylla quien, desde ese año encabezó al consejo de ciencia, ahora Conahcyt.
Al igual que todo el aparato estatal mexicano, el antiguo Conacyt, estaba lleno de sistemas legales para hacer una transferencia de recursos públicos a la iniciativa privada, mediante el apoyo a proyectos de desarrollo tecnológico a grandes consorcios privados, que poco o nada retribuían al estado o la sociedad.
Para tratar de cambiar estos mecanismos, el gobierno realizó una serie de modificaciones a la forma de operar y entregar los recursos, que provocó, con justicia, un gran descontento en la comunidad científica, ya que se afectaron proyectos, posgrados y estudiantes que nada tenían que ver con los mecanismos corruptos que habían creado los gobiernos pasados.
Si bien, son entendibles los motivos por los cuales se realizaron dichos cambios, ni la forma de realizarlos, ni la forma de comunicarlos fueron los adecuados y se afectó realmente el desarrollo tecnológico del país durante este sexenio, que dicho sea de paso, no llegó a la meta constitucional de destinar el 1 por ciento del producto interno bruto a Investigación, desarrollo e Innovación, al igual que en los gobiernos precedentes.
Los desaciertos durante este sexenio tampoco mostraron un cambio radical en las políticas de ciencia, si las comparamos con sexenios anteriores, quedando muchas tareas pendientes, como vincular el pensamiento y el desarrollo científico, con la sociedad y sacar al grueso de los investigadores de su burbuja social y observar la realidad del país y las necesidades locales para un mejor desarrollo.
La llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la presidencia, nuevamente eleva la esperanza de un cambio en la política de ciencia, y comienza con un anuncio importante, que es el elevar al Conahcyt al rango de secretaría con la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación que estará a cargo de la Dra. Rosaura Ruiz cuyo perfil es incuestionable, como lo era el perfil de la actual dirigente de la ciencia.
El primer piso de la 4T, no estuvo exento de fallas y la ciencia fue una de las más grandes, por más buena voluntad que haya en el actuar, los resultados están a la vista. El segundo piso, por lo menos en la importancia que se le dará a la ciencia, parece tener un cambio, habrá que esperar si solo es un cambio de nombre o realmente se le dará el peso que la ciencia debe tener para el desarrollo del país.