Revisamos el diagnóstico que elabora Alain Touraine sobre la crisis mundial, en eso que llama la desmodernización; en segundo lugar, el concepto de “privatización de lo común” que acuña Antonio Negri.
Touraine nos da cuenta de la separación de cultura y economía, y la disociación de mundo instrumental y mundo simbólico. Estas rupturas se dan también en un contexto contradictorio: globalización por la comunicación y las redes globales de producción, por un lado; y el regreso de la comunidad. Nos dice, “lo que denominábamos política, la gestión de los asuntos de la ciudad o la nación se desintegró de la misma manera que el yo individual. Gobernar un país consiste en que su organización económica y social sea compatible con las exigencias del sistema económico internacional, en tanto las normas sociales se debilitan y las instituciones se vuelven cada vez más modestas”. La política de los estados se orienta al mundo global, y los ciudadanos centran su atención en la vida privada, que también se mueve en un perenne conflicto entre los valores del consumo mundial y los propios de la cultura de origen. Una economía globalizada frente a culturas particulares, “la disociación entre la economía y las culturas [tiene como consecuencia] el debilitamiento de todas las mediaciones sociales y políticas”. A este proceso, Alain le llama “desocialización”. La modernidad unió el individualismo con la racionalización social, mediante el proyecto de un Estado nación soberano. Pero ahora dicho Estado-nación se disuelve, luego entonces, la unidad mencionada se desata. Incluso toda la teoría política de la modernidad gira en torno a la idea de soberanía. Los mecanismos clásicos de regulación social, como el mercado, están generando más problemas que soluciones. Y así mismo todas las instituciones que supongan un orden equilibrado y estable. El mundo actual es el de los cambios con incertidumbre.
Touraine apuesta hacia el camino donde los actores (individuales y colectivos) logren generar la producción de sí-mismos (que se resiste al desmembramiento), y a esta acción le llama ‘sujeto’. Y en esa auto-producción sienta la estrategia para la libertad amenazada tanto por la globalización, como por las comunidades tradicionales. Este ‘sujeto’ se construye en ámbito de la vida personal como del movimiento social. Alain Touraine se pregunta “¿cómo podemos vivir juntos en una sociedad cada vez más dividida entre redes que nos instrumentalizan y comunidades que nos encierran e impiden que nos comuniquemos con otros?”. Y la solución práctica la ve por aquello que denomina ‘la política del sujeto’, que es algo así como la creación de instituciones que permitan a los actores convertirse en sujetos.
Y la desocialización se expresa también como despolitización: “el orden político ya no funda el orden social. No hemos salido del imperio de la ley, sino de la época en que creíamos que la ley podían dar origen a una nueva sociedad y un hombre nuevo (…) crisis de representatividad, de confianza, que se acentuó a medida que los partidos se convertían cada vez más en empresas políticas”. Si el desarrollo lo entendemos como las condiciones colectivas de la libertad personal, o posibilidades-reales de la libertad, significa que las condiciones para el desarrollo son la capacidad de combinar en una experiencia personal racionalidad instrumental e identidad personal. Y si el análisis de la cohesión nos da cuenta de una explosión de la identidad personal (o desintegración de la personalidad por motivos culturales), y de procesos desocializadores, significa que las claves para hablar de un desarrollo humano están ahora mismo en las estructuras de cohesión. La cohesión es la condición de posibilidad del desarrollo humano. Por ello nos sirve la contribución teórica de Touraine, porque podemos pensar el desarrollo desde la noción del sujeto y de la tensión entre actor y sistema.
El otro signo de nuestros tiempos que justifica la centralidad de la cohesión en el análisis y gestión del desarrollo en la sociedad contemporánea, es el tema de la apropiación privada de lo común. Análisis en que contribuye Antonio Negri. Lo que Negri analiza es la privatización del común por parte de las políticas neoliberales en estos últimos 30 años. La primer duda es qué es eso de ‘lo común’, y por “por común entendemos –dice Negri− en primer lugar, la riqueza común del mundo material –el aire, al agua, los frutos de la tierra y toda la munificencia de la naturaleza− que en los textos políticos clásicos europeos suele ser reivindicada como la herencia de la humanidad en su conjunto que ha de ser compartida. Pensamos que el común son también y con mayor motivo los resultados de la producción social que son necesarios para la interacción social y la producción ulterior, tales como saberes, lenguajes, códigos, información, afectos, etc.”. La apropiación de lo común es por parte de la iniciativa privada, pero también puede serlo del poder público. Por ejemplo, en el caso del Internet (que es una red descentralizada de ideas, imágenes y afectos) ha habido sendas iniciativas para someterlo al control público; por tanto, no sólo estamos ante la privatización del conocimiento, sino ante la amenaza de generar controles de la información. Y esto es vital porque “el núcleo primordial de la biopolítica, (…) no es la producción de objetos para sujetos, sino la producción misma de la subjetividad”. En el mundo contemporáneo, el acecho a lo común, tanto en la naturaleza y en la producción social, desentabla las bases mismas de la cohesión. La privatización de lo común fragmenta el tejido social. Es de hecho una forma nueva de colonialismo, y todo coloniaje tiene como dinámica la destrucción de los tejidos sociales de aquello que coloniza y construyendo otras formas de vida. Dos ideas que nos ofrecen un diagnóstico; que a su vez, nos permiten interpretar los acontecimientos de la actualidad. ■